La xenofobia como válvula de seguridad
El diputado de Amanecer Dorado Ilias Panagiotaros ha pedido al Parlamento griego que haga públicas las cifras de los niños de las guarderías clasificados por países. El ministro del Interior está remitiendo los formularios a los centros. El mismo diputado prometió en campaña limpiar guarderías y hospitales de clandestinos. Fue calurosamente aplaudido. Sabemos que su partido se ocupa, de acuerdo con la policía, de la limpiezade inmigrantes y vendedores ambulantes en las calles.
La externalización étnica de los costes de la crisis es uno de los efectos colaterales más ominosos. Según H. Fein, excluir a categorías de seres humanos del “universo de obligación moral” resquebraja los inhibidores de la discriminación y la violencia. Cuando se afirma: “nosotros pagamos y a los emigrantes se les cura gratis” (EL PAÍS, 24 de octubre), se está trasvasando falazmente la responsabilidad de las estrecheces propias a un Otro que no es menos víctima, en un ejemplo típico de la reacción del ciclista: doblar la espalda ante el de arriba y patear al de abajo.
Una línea sutil separa la justificación economicista de la exclusión moral, que se manifiesta en la negación de derechos universales como la salud. No parece que haya sido rebasada solo por los neonazis griegos. Una guardería de Creta se ha negado a proporcionar los datos de afiliación alegando que, de acuerdo con la ley, las autoridades locales aseguran el derecho de acceso a los servicios “con independencia de su nacionalidad, religión, sexo, lengua y grupo social” (Ta Nea, 12 de octubre).
No arrojemos el legado de los derechos humanos, que nos separa del fascismo, con el agua sucia del expolio social que padecemos.— Martín Alonso Zarza.
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