_
_
_
_

Toda una vida de tormento y éxtasis

Los diarios de Richard Burton desvelan su volcánica relación con Liz Taylor, su odio a los Kennedy, a la duquesa de Windsor y los problemas con el alcohol

Elizabeth Taylor y Richard Burton.
Elizabeth Taylor y Richard Burton.GTRESONLINE

Si es usted nostálgico y de mediana o avanzada edad, no se pierda los diarios de Richard Burton: son un melancólico viaje por los años sesenta y setenta cuando aún había cine en blanco y negro, Europa tenía peso en el mundo y los famosos del momento eran gente como Marlon Brando, Sinatra, los Kennedy, Raniero y Gracia de Mónaco o Aristóteles Onassis.

Si es usted demasiado joven para saber qué es todo eso, sepa que Richard Burton, fallecido en 1984 siendo aún joven, 58 años, era uno de los grandes mitos del cine y el teatro de la época y que su tormentosa relación con Elizabeth Taylor centró la atención de las revistas del corazón durante decenios.

Adelantados parcialmente por el diario londinense The Telegraph, los diarios de Burton no solo destilan melancolía: constituyen un valioso retrato de la compleja personalidad de un hombre en el que convivían al mismo tiempo la arrogancia y la inseguridad, que detalla las delicias y los tormentos que el alcohol aportó a su vida, la pasión pero también los altibajos de su relación con Liz, el amor de su vida, y que describe con una acidez más inocente que maliciosa los personajes del momento.

“La familia K son, por supuesto, conocidos sátiros”, escribe el 23 de julio de 1969 en referencia a los Kennedy. “Cuando Jack Kennedy hacía campaña por la presidencia y estaba en Palm Springs con Sinatra, el lugar era como una casa de putas con Kennedy como cliente principal”, añade nada más recordar que “me quedé de piedra cuando estando en casa de Pierre Salinger, Bobby K se llevó a Margot Fonteyn a una habitación trasera”.

Andy Warhol tenía “aspecto de cadáver” cuando coincidieron en una cena en 1971. La duquesa de Windsor estaba “considerablemente gagá” en aquella misma época. Franco Zefirelli le parece “un cobarde” porque “no te puede mirar a los ojos ni física no mentalmente”. Peter O'Toole es “encantador pero un auténtico trolero”. Marlon Brando “aún tiene que aprender a hablar” y “tendría que haber nacido hace dos generaciones y actuar en películas mudas”. Años después, en 1980, admitiría que le ponía celoso que Brando hablara por teléfono con Elizabeth Taylor: “Ese jodido sobrio auto-consentido obeso…”.

Elizabeth, con la que estuvo casada dos veces, está siempre ahí. En los buenos tiempos (“Después de ocho años juntos, aún la echo de menos cada vez que se va al baño”, escribe en 1968. Y en los malos: “ET solo 15 minutos tarde pero se ha pasado otros 15 minutos arreglándose las cejas. Apesta a ajo: ¿quién come ajo para desayunar? Sigue sin aprenderse su texto. Muy preocupante. Me dice dos veces cada hora lo sola que está"” escribe en marzo de 1983, cuando ensayan una obra juntos en Nueva York después de su segundo divorcio.

Pero quizás los pasajes más conmovedores son los que se refieren a su alcoholismo, presente por doquier. Para advertir de peligros concretos (“Cuidado con la sambuca. Te saca cosas diabólicas”), dependencias genéricas (“Me aburre tanto mi trabajo que solo la bebida es capaz de matar el dolor”), buenas intenciones (“En lugar de una botella y media de vodka al día, ahora solo me tomo media”) o confesiones personales: “A veces soy tan hijo de mi padre que se me ponen los pelos de punta. Él tenía el mismo don de hacer daño con la lengua, la misma violencia ocasional, la misma fidelidad a mamá que yo le tengo a Elizabeth, tenemos la misma capacidad para señalar a otros con el dedo cuando sabemos muy bien que somos nosotros los culpables, tenemos que atacar cuando sabemos que estamos a la defensiva”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_