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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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Yo también estuve triste

La célebre declaración de tristeza de Cristiano Ronaldo debemos verla como una posibilidad inesperada de desahogo nacional. Tras proclamarla, España se desfogó y olvidó la crisis

Boris Izaguirre
Cristiano Ronaldo, fotografiado en Praia del Rey (Portugal), el pasado miércoles.
Cristiano Ronaldo, fotografiado en Praia del Rey (Portugal), el pasado miércoles.FRANCISCO LEONG (AFP)

La célebre declaración de tristeza de Cristiano Ronaldo debemos verla como una posibilidad inesperada de desahogo nacional. Tras proclamarla, la España masculina se desfogó olvidando la crisis y trasladando su malcontento contra el jugador. Ronaldo, con su tristeza, está manteniendo un pulso no ya con su cuenta bancaria, sino con el país madridista. Les está enfrentando a su fiscalidad y testosterona. Y al oscuro sentimiento de sentirse obligados a respetarle como máximo goleador, pero a no poder sobrellevar su divismo. Todos sabemos que no puede haber testosterona triste.

Con su incorrecta tristeza, el príncipe Ronaldo eclipsa todo, hasta a la parejita correcta y feliz de Casillas y Xavi. Felizmente, la tristeza le permite irse con la selección portuguesa y disfrutar de un atardecer en compañía de sus compañeros. La imagen pinta un nuevo paisaje erótico, pero también nos enseña que los portugueses saben vivir en crisis mejor que nosotros. Probablemente, porque tienen ese espíritu melancólico, son más resignados a los embates y más cautos: cuando creemos que han dicho algo, en realidad, como Ronaldo, no lo han dicho todo. Se guardan un as en la manga mientras nosotros nos empeñamos en mostrarnos desolados cuando la batalla se alarga.

La tristeza no le sienta tan mal a Ronaldo. Lo hace menos macarra, igual de sexy, le infiere una cierta madurez, lo enmarca. La marca Gucci debería enviarle cajas de gorras y mochilas por la publicidad gratuita que le ha proporcionado. ¿O será que es un nuevo lanzamiento? “Ante la tristeza: tu Gucci”.

Vale que Merkel sea la reina de la austeridad, pero nosotros somos alegría y sol. ¿Qué es eso de no darle la bienvenida con una banda o el Orfeón Donostiarra y cantarle Bienvenido Mr. Marshall?

Y es que la Europa que empezamos a adivinar es una Europa donde tenemos que asumir la tristeza como una lección de madurez, la visita de Angela Merkel como una cortesía y los anuncios de Draghi como una celebración. ¿Tanto nos ha cambiado el euro que el mismo país que en los años sesenta recibía al Plan Marshall con una pelícu­la y un himno, ahora acoge a la nueva salvadora con gesto tristón y sin fiesta? Vale que ella sea la reina de la austeridad, pero nosotros somos alegría y sol. ¿Qué es eso de no darle la bienvenida con una banda o el Orfeón Donostiarra y cantarle Bienvenido Mr. Marshall?

La canciller está harta de que la vean mal, de que solo le hablen de recortes, déficits, bancos malos. No es manera de tratar a una dama. Mariano y Esperanza deberían haberla llevado a un buen flamenquito y, entre tapas, evitar revelarle lo que estamos haciendo. Ni una palabra de que Almodóvar rueda en un aeropuerto nuevo y abandonado, ni de que confiamos todos en que una ciudad casino nos rescate del rescate.

Mientras Merkel empleó menos de seis horas para dejarnos en la estacada, Draghi decía que todo estará mejor, pero bajo sus condiciones draghinianas. La prima de riesgo, ay la prima, bajó, subió, se entristeció, se enloqueció, a estas alturas es un poco el cuento del lobo. Ha dejado de asustarnos. Saldremos de la tristeza. Si la hubiéramos tratado más como a Claudia Schiffer, la prima Angela vería que la queremos de verdad o de mentira, da igual, pero con nuestra pasión latina. De vuelta a la República Federal de sus amores, Angela cerraría los ojos bajo los tilos y, recordando la voz de Mariano, llegaría a la feliz conclusión: “Vamos a aflojar con estos majetes, vamos a regalarles unos eurobonos, ¡si son la alegría de Europa!”. Y nosotros, desde los telediarios: “Esa es nuestra Angela”.

En este mundo inestable y dominado por Merkel y las redes sociales, una concejal socialista vio cómo se convertía en trending topic, culebrón político y mito erótico todo a la vez. Olvido Hormigos, edil de Yébenes (población de fuerte tradición estética), se autograbó un orgasmo con su móvil. ¿Cómo llegó esa grabación íntima al correo del ayuntamiento? Se trata del nuevo eccehomo de este mes en las redes, que todo lo magnifican. Todos queremos saber ¿quién lo propago? ¿Por qué? El pudor y el morbo nacional han preferido no indagar más, pero a ese tipo de vídeos empieza a llamárseles “un Olvido”.

Allí están los duques de Palma rescatando un viejo Golf para desplazarse no en plan vintage, sino por el túnel de lavado hacia la austeridad mientras sus escoltas los siguen en una berlina oscura Audi

Fuimos ricos demasiado rápido y se nos olvidó quienes somos, gente sencilla y hospitalaria, que le canta a la vida, que sabe remendar y mantener un peinado para varios días. Que lo guarda todo. Allí están los duques de Palma rescatando un viejo Golf para desplazarse por Barcelona no en plan vintage, sino por el túnel de lavado hacia la austeridad. Los duques se mueven en un coche de abolengo (tiene más de quince años y es de la infanta), pero en la peculiar comitiva los escoltas los siguen en una berlina oscura Audi. Cambio de asientos. El Golf vuelve a ser lo que fue. La estrategia ducal tiene ese poquito de picaresca graciosa que tan bien nos sigue retratando como país.

La tristeza de Ronaldo nos ha ayudado a asumir el choque de Rajoy con la realidad, por desbaratarle sus planes. Esperanza Aguirre hace gala de su intuición. ¡Eurovegas se queda en Madrid! Esperanza está contentísima, la fortuna le sonríe. Hasta ha apoyado a Olvido Hormigos. Entiende la masturbación con móvil. Eurovegas la convertirá en la única presidenta autonómica que crea empleo. Cuando invite a Cospedal a inaugurar el supercasino, podrá decirle: “No estés triste, María Dolores, gana el que ríe último”. Y el que gana se lo lleva todo.

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