Santa Bárbara y los incendios forestales
Todavía recuerdo las primeras declaraciones del flamante ministro de Agricultura, Miguel Arias Cañete, en las que no descartaba volver a proponer el polémico trasvase del Ebro; aunque la siguiente decisión fue más trascendental si cabe, amnistía para todas las construcciones ilegales en línea de costa y en las riberas de los ríos.
Parece que su empeño por llevar agua a abandonados campos de golf o por dejar las costas como la isla de Manhattan, ha dejado muy ocupado a su ministerio y como hemos podido comprobar, se han obviado las tareas de mantenimiento y prevención de incendios que se hubieran tenido que realizar en invierno en nuestros montes; aunque por desgracia ya estamos acostumbrados y admitimos como algo normal que en verano se deban quemar los bosques como una tea y lo peor es constatar que todavía existen distintas sensibilidades o intereses a la hora de calificar este desastre ecológico, porque hay gente que donde hay un pinar, ve solo un coto particular de caza, o donde hay un paisaje idílico, ve un potencial resort.
En un país con más de medio millón de kilómetros cuadrados y una abrupta orografía cuajada de parques naturales, el mantenimiento del ecosistema debería formar parte de un modelo productivo estratégico, que a buen seguro ocuparía a centenares de miles de trabajadores y es al Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente al que le correspondería proponer, diseñar y gestionar dicha actividad.
Tomemos nota de los últimos incendios en la Comunidad Valenciana y vayamos a un modelo más sostenible y racional, y no esperemos al trueno para acordarnos de santa Bárbara.— Francisco Javier España Moscoso. La Navata-Galapagar. Madrid.
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