San Iker, mostoleño universal
Considerado el mejor portero, aún se sorprende al ver su avatar en un videojuego Así gestiona Iker Casillas la fama, las amistades y los negocios
En el patio del colegio nadie quiere ser portero. Todos sueñan con jugar arriba, en la delantera, cerca de la gloria del gol. Pero a él le gustó colocarse bajo los palos desde niño. Y no se equivocó. Iker Casillas, portero del Real Madrid y de la selección española, colecciona récords y ha logrado el reconocimiento hasta de los adversarios en un deporte que recuerda poco a los guardametas en las victorias y los señala mucho en las derrotas. Dicen que cuando le llaman san Iker tras alguna parada salvadora se lo toma a guasa. Que sabe mejor que nadie que convive con lo efímero. Casillas lucha por vivir como un tipo corriente, aunque para muchos sea ya un héroe a los 31 años.
Cuando estaba a punto de subir al primer equipo todavía viajaba a los entrenamientos en metro. En el vestuario recuerdan que, al enterarse, Fernando Hierro le dio 5.000 pesetas para que tomara un taxi
Por la calle podría pasar por uno más. A diferencia de tantos compañeros de profesión, no le gustan la ropa de marca ni los relojes de lujo. Tardó mucho en tener coche. Cuando estaba a punto de subir al primer equipo todavía viajaba a los entrenamientos en metro. En el vestuario recuerdan que, al enterarse, Fernando Hierro le dio 5.000 pesetas para que tomara un taxi. Casillas se guardó el dinero en el bolsillo y sacó de él su abono de metro. Ya lo dijo en la famosa campaña de Reebok que protagonizó en 2005: “No soy galáctico, soy de Móstoles”. Un eslogan que no tardaría en convertirse en lema improvisado del municipio madrileño donde creció.
A Casillas todavía le gusta llegar a su casa y pasar horas jugando partidos de fútbol con la Play Station. “Me sorprende ver mi nombre formando parte de un videojuego. Llevaba años jugando, confeccionando equipos. Aparecer allí de repente me hizo mucha ilusión”, confiesa. Ahora gana 11 millones de euros brutos al año, contratos publicitarios aparte. El patrimonio inmobiliario en el que invierte gran parte de esas ganancias lo gestiona Carmen, su madre.
Mus entre amigos
Encontrar a Casillas jugando al mus no es extraño. Aprendió a manejarse con las cartas en los veraneos en Navalacruz. Hace algunos meses, el portero y su primo ganaron un campeonato en El Acebo, unos de los restaurantes a los que suele acudir. Su pandilla de amigos contó en una entrevista a ‘El larguero’, de la cadena SER, que le ven como uno más del grupo, pero sí reconocen que le encargan fotos, autógrafos y camisetas. Uno de ellos explicó que comenzó a ser consciente de la popularidad del portero al encontrar su cara en una pegatina de un chicle, o cuando al verse acosado por la gente en la calle tuvo que ponerle una caja de cartón, con dos orificios, para que nadie le reconociera.
Ella recuerda que un zapatero vaticinó el futuro de su hijo. Peluquera de profesión, esperaba la llegada de su bebé en Bilbao, adonde se había trasladado desde Madrid con su marido, funcionario. Ella quería dar a luz en la capital, pero cada vez que la veía, el zapatero le decía: “Quédate en el País Vasco y tu hijo será un buen futbolista”. No se quedó, pero acertó. También de allí se llevó un nombre en euskera y su primer ídolo, Arconada, el mítico portero de la Real. A él invocaba Carmen cuando el pequeño Iker solo quería comer carne con patatas. “Mira cómo juega Arconada, ¿y sabes por qué?, porque come espinacas”.
Sus amigos le reconocen mucho carácter y ser un poco cabezota. También opinan que lo suyo no es la diplomacia: Iker dice lo que piensa, aunque eso le busque problemas. Por eso ha protagonizado algún enfrentamiento ocasional con Mourinho, al que califica de “gran profesional”, pero del que espera comprensión cuando, por el bien de la selección o de su propia amistad, decide llamar a Xavi Hernández para limar asperezas después de un tenso Madrid-Barça. O cuando se pone al frente de la huelga de jugadores para ayudar a los compañeros que son víctimas de la burbuja del fútbol y no cobran desde hace meses.
A los 15 años entró en el Real Madrid. Su primer momento de gloria le llegó un año después, en 1997. Estaba en el colegio cuando recibió una llamada del entonces entrenador, Jupp Heynckes. Debía presentarse en el aeropuerto a la carrera porque los dos primeros porteros estaban lesionados y había que jugar un partido de Liga de Campeones 24 horas después en Trondheim (Noruega). En Barajas apareció un chaval desconocido para casi todos que vestía un traje del equipo que le estaba bastante grande. Se lo había prestado el guardameta titular, Bodo Illgner. El joven buscaba un móvil, y tomó el de esta periodista. Tenía que contarles a sus padres la gran noticia.
Ahora, el móvil de Casillas no lo tiene casi nadie, solo los suyos. Ese grupo de amigos de toda la vida con los que juega al mus durante horas y con los que ha llegado a protagonizar un anuncio de cerveza. Ellos le ayudan a tener los pies en la tierra, a conocer la realidad del paro, los problemas para comprarse una casa o llegar a fin de mes. Con ellos pasa tiempo libre en la casa que se ha hecho en el centro de Navalacruz, en la provincia de Ávila.
Para aprender a posar para campañas publicitarias contó con la ayuda de su gran amigo David Beckham, que le daba clases particulares en el vestuario madridista
También se ha comprado otra en La Finca, la urbanización de lujo del municipio madrileño de Pozuelo donde viven muchos de sus compañeros. Pero frente a la espectacular mansión de Cristiano Ronaldo, que también podría permitirse, Casillas se instalará en otra más sencilla, de segunda mano.
Se mudará allí con su novia, la periodista deportiva Sara Carbonero, con quien habrá boda, pero para la que todavía no hay fecha, o al menos eso dicen ambos. No le asusta la fama e intenta vivir con espontaneidad la historia con su chica. Con la misma naturalidad con que la besó ante las cámaras tras ganar el Mundial y con la que los fotógrafos pueden cazarle en la piscina leyendo un libro del superventas italiano Federico Moccia.
Es tranquilo, bromista y le gusta actuar. Hizo una breve aparición en la película Torrente 3: El protector (2005), de Santiago Segura, y ha protagonizado varios anuncios. Para aprender a posar contó con la ayuda de su gran amigo David Beckham, que le daba clases particulares en el vestuario madridista. En los dos últimos años ha estudiado inglés. Ahora ya puede protestar a los árbitros, hablar con sus compañeros extranjeros y quizá trabajar algún día en un medio de comunicación, cuando deje de ser el héroe de la portería.
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