Del futbolín mágico al truco de la lavadora
Los padres de Casillas revelan el día después anécdotas de su hijo, 'muy buena gente, pero no un héroe'
Mari Carmen Fernández se sentó a primera hora de la mañana de ayer frente al televisor antes de dirigirse a abrir el negocio que su familia posee en Villaviciosa de Odón, un pueblo de la periferia de Madrid, y leyó y escuchó una catarata de titulares que la causaron una sensación mezcla de orgullo y perplejidad: 'Casillas, presidente', 'El ángel de la guarda', 'San Iker', 'Viva la madre que te parió'... Entonces, quizá por aquello de que es la que parió a Iker Casillas, decidió que por no abrir un día no se acabaría el mundo: 'Imaginaba que aquello estaría lleno de cámaras y de periodistas y preferí quedarme en casa. Luego, supe que así era; que varios colegas suyos habían ido allí para hablar conmigo o con mi marido. Y nosotros no somos protagonistas de nada'.
El protagonista, efectivamente, es otro, su hijo mayor, Iker, el mismo que el 12 de enero de 1991 acudió a la ciudad deportiva del Madrid a una prueba y allí se quedó. 'Siempre jugó de portero', relata José Luis, el padre, funcionario de 44 años -'mi mujer tiene los mismos, pero usted ponga que son 42'-; 'el caso es que mis amigos me decían: 'José, qué bueno es el niño; llévale al Madrid'. Y eso hice. Le metieron en el torneo social del club. Jugaba con el equipo llamado Losada y dos meses después le llevaron a un campeonato benjamín en Francia. Su equipo llegó a la final, contra el Benfica. ¿Y a que no sabe lo que pasó? ¡Perdieron por penaltis!'.
Bueno como deportista, muy bueno como estudiante y 'malo, insufrible, desesperante' con la comida. Así recuerdan al Iker niño sus padres. 'En EGB sacó una media de sobresaliente, en Primero de BUP, notable... Luego, llegaron los viajes y, aun así, pudo con el COU. Ahora está matriculado en la carrera de Empresariales, pero no sé si algún día podrá estudiarla', cuenta José Luis. 'En lo que ha sido un desastre es en la comida', interviene Mari Carmen; 'durante siete meses no comió más que papilla y patatas fritas. Yo trituraba los filetes y se los metía en la papilla. Fíjese lo que llegué a hacer: le llevaba a comer a un bar donde había un futbolín, le subía en una banqueta y, entre gol y gol, conseguía darle la papilla. Pero, claro, no iba a estar echando duros dos horas a la maquinita. Así que cogía un cartón y, sin que me vieran los dueños, lo encajaba en las porterías para que las bolas no se colaran. Cualquiera que me oiga...'.
Sergio, el primo de Iker, tuvo la culpa de que a los tres años olvidara la papilla: 'Vio a su primo devorar unos macarrones y le imitó. ¡Lo que he llegado a inventarme para que comiera! La lavadora, por ejemplo, era magnífica. Metía un balón, la ponía a centrifugar y el niño se quedaba alelado viendo cómo daba vueltas la pelota. Yo aprovechaba y... ¡toma cucharada!'.
En el salón de la casa donde Iker vive con sus padres y su hermano, Unai, de 13 años, las fotos familiares golean a las futbolísticas. Y en el mueble principal sólo es posible encontrar un símbolo de las hazañas del chaval: el trofeo Bravo, que ganó en 2000 como mejor jugador europeo menor de 23 años. ¿Dónde están los demás? 'Los guarda en su buhardilla', revela José Luis; 'pero Iker no hace ostentación de nada. Fíjese que las dos medallas de la octava y la novena las tiene en un cajón. Ni siquiera Unai alardea en el colegio de hermano célebre. Pero la evidencia manda: ¿Conoce usted a algún jugador del mundo que a los 21 años haya ganado lo que Iker?'.
Tras la inevitable respuesta negativa, el padre tuerce el gesto: 'Pues he oído decir que tiene estrella, que le ha salido una flor donde usted se imagina, que le acompaña la suerte... Suerte es nacer aquí y no hacerlo en lugares donde los niños se mueren de hambre'. Pero también se ha asociado con Casillas la palabra héroe. 'Mi hijo es maravilloso, pero no es un héroe', contesta Mari Carmen antes de que el teléfono interrumpa la conversación: 'Hola, Iker, por fin llamas. Enhorabuena, cariño. Oye, ¿estás comiendo bien?...'.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.