Mujeres construyendo alternativas en Río+20
Por Isabel Ortigosa, Responsable de Incidencia de InspirAction
La Marcha de las Mujeres convocada por la Cumbre de los Pueblos reunió el lunes en Río de Janeiro a miles de personas que a ritmo de batucada reivindicaron el feminismo como elemento fundamental en la construcción de alternativas de desarrollo. Sindicatos, organizaciones campesinas, grupos feministas, federaciones indígenas y grupos estudiantiles marcharon por las calles de Río, 20 años después de la primera Cumbre de la Tierra. “No para pedir favores, sino para exigir justicia social, ecológica y de género”, en palabras de la organización.
El día comenzó temprano para los centenares de mujeres que salieron del campamento situado en el Sambódromo de Río para llegar a las 10 de la mañana a la Cumbre de los Pueblos, donde se reunieron con el resto de las mujeres, integrantes de movimientos como Vía Campesina, la Marcha Mundial de las Mujeres o la CUT.
“Esta marcha es fruto de la lucha de millones de mujeres, de años de resistencia, de nuestro trabajo diario cuidando la vida. Por eso decimos no a la mercantilización de la vida, de la naturaleza, de los cuerpos de las mujeres”, explicaba Nalu Faria, de SOF, contraparte de InspirAction en Brasil.
¿Se puede hablar de sostenibilidad y justicia social cuando tantas mujeres se ven privadas de sus derechos, cuando viven sumidas en la pobreza, cuando no pueden acceder a un trabajo digno, cuando no les dejan decidir sobre sus cuerpos?
Las mujeres tienen mucho que aportar al debate sobre la sostenibilidad. Como sujetos políticos protagonistas en Río, los colectivos de mujeres están construyendo redes, ofreciendo alternativas, reivindicando sus espacios y la visibilización de sus demandas. Graciela, de la Articulación de Mujeres brasile;as, indicaba que los colectivos de mujeres no creen en las negociaciones oficiales de Río+20: “están privatizando la naturaleza, poniendo en riesgo nuestro futuro, retrocediendo en la lucha. Es nuestra responsabilidad como mujeres decir basta. Llegó la hora de despatriarcalizar el Estado”.
El factor del género está, junto al de clase y raza, en el corazón de las estructuras generadoras de desigualdad en el mundo. Paradógicamente, Brasil, un país con una economía pujante, no es ajeno al fenómeno de la desigualdad, aunque “en un estado gobernado por una mujer, no debería haber nigún niño sin escuela, no debería morir ninguna mujer más como consecuencia de la violencia machista”, como me decía la representante de la confederación sindical brasileña Conlutas.
Ellas lo tienen claro: los negociadores de Río+20 deben recorder que para que haya sostenibilidad no basta con redistribuir la riqueza. Es necesario hacer también frente a la necesidad de cambiar de modelo, transformando los valores que perpetúan sistemas de opresión. El patriarcado, coinciden, ha colonizado nuestro pensamiento. Por eso hacen hincapié en que antes de construir tenemos que deconstruir, superando modelos obsoletos: sin equilibrar las relaciones de género y sin resolver el problema de la desigualdad, difícilmente se podrá recuperar la armonía con la Madre Tierra.
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