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África No es un paísÁfrica No es un país
Coordinado por Lola Huete Machado

Un desierto es un desierto

Lola Huete Machado

Cruzo a África desde Italia. Nunca antes había atravesado el Sáhara por este lado, el oriental. Siempre fue por el otro costado, el occidental. Allí, sobrevolar Marruecos, primero, y luego Mauritania o Malí, ya corta la respiración. Es un lujo volar lo suficientemente bajo para ver tal paisaje a vista de pájaro. Y hoy llevamos horas subidos en un Airbus A 330 intentando dejar el desierto atrás, después de cruzar el Mediterráneo, tan breve. Pero se resiste a abandonarnos. Libia, Egipto, Chad, Sudan... Asi hasta llegar a los puntos en que se ve al Nilo serpentear o reverdece el suelo en Sudán del Sur o atravesamos algodones de azúcar en Kenia, como si todas las nubes del mundo hubieran sido convocadas a rendir pleitesía al Kilimanjaro. Esto es lo más al Sur que he estado nunca en este continente. Pero antes de aterrizar sólo puedo pensar en este desierto que ocupa una gran parte de él.

Es imposible sobrevivir a este mar de arena, a esta mancha en el mapa color de tierra clara y de sofoco. Por muy acostumbrado, nómada o aventurero que sea uno, las condiciones de vida en estos parajes son durisimas. El equilibrio de supervivencia pende de un hilo, a veces de unos pocos grados, una lluvia que se olvida de llegar, una infeccion o virus que acaba con animales y personas. Un conflicto armado. Como el de Malí. Las temperaturas no dan tregua, en la mayor parte no hay infraestructuras, no hay tierra fértil para las cosechas, ni pasto para ganado, no hay posibilidad de desarrollo, ni voluntad política. ¿Por que vive entonces la gente en sitios tan extremos?, se preguntarán, con razón. Simplemente, porque aqui han nacido y no tienen medios para ir a otra parte. Esa sería la primera respuesta. La segunda cae por su propio peso: ¿A dónde van a ir? ¿A dónde que los quieran?

Migrar parece cosa facil. Pero no lo es tanto. África siempre fue territorio en movimiento constante, obligado o voluntario (basta pensar en nuestros orígenes). Pero no es tan fácil tomar la decisión y en las comunidades, por pobres y pequeñas que sean, están los tuyos, y siempre se espera mejorar, que el tiempo venga bueno; la mayoría se queda, mira al cielo y confía.

Alguien quizá lo esté haciendo allá abajo ahora, mientras yo y otros doscientos pasajeros nos desplazamos a toda velocidad en esta maquina voladora, que desde tierra debe verse a la perfeccion. Alla abajo se sabrán (se saben, me consta porque lo vivi en Sierra Leona, los chiquillos conocían nombres y apellidos de todos los aviones que salían del aeropuerto de Lunghi y también allí todos querían ser pilotos algún día) los horarios de cada vuelo. Migrar es tan terrible, en ocasiones, como quedarse. Y basta ver como los alrededores de las grandes ciudades, especialmente en países emergentes, se van circunvalando con asentamientos precarios levantados con nada por aquellos que buscan un mundo mejor al que tuvieron... Y sólo en unos pocos casos coincide que es ése.

Muchos son los que tienden a desplazarse y asentarse en las zonas, digamos, mas benignas, en las riberas.... Y pienso en el otro lado, en esa franja del Sahel en el oeste que podría dar un respiro, pero que ahora está siendo atacada por una sequía extrema. Sus habitantes sufren de escasez de alimentos y agua. Y con hambre, la gente se suele sentar, como siempre, a mirar el cielo, pero esta vez sólo en busca de milagros.

No van a ningún lado. ¿A donde habrían de ir si no tienen comida, ni dinero, ni fuerza...? Porque al contrario de lo que nosotros, suficientemente alimentados ciudadanos del mundo, creemos, un hambriento crónico no sale siempre corriendo en busca del dorado de los alimentos; un famélico puede no tener energía bastante siquiera para pensar con lucidez u orientarse o planear, porque dormita para ahorrar y poder llegar a mañana. O porque prefiere soñar.

Quizá sea mañana el día, se dirá, en que el tiempo cambie, el día en que al fin se arregle lo nuestro, el día en que venga, al fin, al rescate la comunidad internacional en esta batalla contra los elementos. Quiza mañana sea cuando sean sensibles a nuestro estado económico, a nuestra condición de quebrados y se decidan a sanear nuestras despensas, vacías, deficitarias, necesitadas de cash y sustento.

(*) Los gritos de socoro de las organizaciones humanitarias y de emergencia no cesan: no tienen fondos para asistir ni para repartir las dosis mínimas de alimentos de subsistencia por persona. Según datos de Unicef, unos 16 millones de personas se encuentran en situación de inseguridad alimentaria moderada o aguda en seis países de la zona del Sahel en África occidental y central. Los fondos se han reducido peligrosamente con la crisis económica en los paises desarrollados. El miedo ronda allí. Y la muerte aquí. Una diferencia abismal. Crisis nutricional lo llaman. Una parte de este desierto sobrecogedor quedará cubierta de muertos. Quizá no importe. Total, desde aquí arriba no los veo.

Comentarios

La atención que los medios prestan a este continente es ridícula, vergonzosa. Sólo interesa cuando hay sangre. Con la crisis esta situación se está agudizando y ya ni siquiera aparece África en el ideario colectivo como problemática o preocupación; nuestro ego, nuestro ombligo, son demasiado importantes. Sólo nos interesa para planear safaris...http://pasosypedales.blogspot.com.es/
Africa no interesa al mundo. Permitimos que se lleve a cabo un genocidio brutal, pero miramos para otro lado. Hay un pequeño libro, que intenta reflejar a través de las guerras, el hambre, la desidia, lo que está ocurriendo en Sudan. Os lo dejo por si queréis echar un vistazohttp://www.lee-gratis.com/index2.php?option=com_docman&task=doc_view&gid=87&Itemid=30
Un texto fantástico para describir una realidad escalofriante
El año pasado hice un vuelo parecido, y la impresión de soledad y vacío del desierto, visto desde esa altura, es impresionante: nunca olvidaré el momento en que el avión sobrevoló la costa, esa levísima pincelada que separa el azul profundo del mediterráneo del pardo amarillento primero y después rojizo del desierto...
Me gustaría ver al Papa Benedicto visitar esos lugares, llevando una pequeña parte de los bienes materiales que atesora su Sma. Sede, una misera parte del cielo que esta gente mira como esperanza porque, creo yo, que ellos estan mas cerca del cielo que todo el Vaticano.Me gustaría, también, que los monarcas y los poderosos que digitan el destino del mundo se tomaran un dia para vivir como ellos en su compañía, asi conocerían el cielo, ese cielo que jamas tocaran ni mandando hombres a marte.
El desierto no da nada, no lo ha dado nunca. Solo unos pocos afortunados encontraron petróleo en él. Pero un desierto es un desierto y no es sitio para el hombre ni para la mayoría de especies animales.
Pero a pesar de esa dureza, de la tristeza y soledad que transmite, el desierto también tiene una belleza irresistible.Carlawww.lasbolaschinas.com
He tenido la suerte de cruzarle norte sur y viceversa, igual que cuando navegas por los grandes océanos descubres lo insignificantes que somos y que ni reyes ni lenguateros vendedores de salvaciones son o merecen mayores prebendas que cualquier otro mortal.
Sigo alucinando con documentales como Tierra donde muestran que en los desiertos exsisten especies de animales que resisten a la alta temperatura y al terreno tan árido.
La atención que los medios prestan a este continente es ridícula, vergonzosa. Sólo interesa cuando hay sangre. Con la crisis esta situación se está agudizando y ya ni siquiera aparece África en el ideario colectivo como problemática o preocupación; nuestro ego, nuestro ombligo, son demasiado importantes. Sólo nos interesa para planear safaris...http://pasosypedales.blogspot.com.es/
Africa no interesa al mundo. Permitimos que se lleve a cabo un genocidio brutal, pero miramos para otro lado. Hay un pequeño libro, que intenta reflejar a través de las guerras, el hambre, la desidia, lo que está ocurriendo en Sudan. Os lo dejo por si queréis echar un vistazohttp://www.lee-gratis.com/index2.php?option=com_docman&task=doc_view&gid=87&Itemid=30
Un texto fantástico para describir una realidad escalofriante
El año pasado hice un vuelo parecido, y la impresión de soledad y vacío del desierto, visto desde esa altura, es impresionante: nunca olvidaré el momento en que el avión sobrevoló la costa, esa levísima pincelada que separa el azul profundo del mediterráneo del pardo amarillento primero y después rojizo del desierto...
Me gustaría ver al Papa Benedicto visitar esos lugares, llevando una pequeña parte de los bienes materiales que atesora su Sma. Sede, una misera parte del cielo que esta gente mira como esperanza porque, creo yo, que ellos estan mas cerca del cielo que todo el Vaticano.Me gustaría, también, que los monarcas y los poderosos que digitan el destino del mundo se tomaran un dia para vivir como ellos en su compañía, asi conocerían el cielo, ese cielo que jamas tocaran ni mandando hombres a marte.
El desierto no da nada, no lo ha dado nunca. Solo unos pocos afortunados encontraron petróleo en él. Pero un desierto es un desierto y no es sitio para el hombre ni para la mayoría de especies animales.
Pero a pesar de esa dureza, de la tristeza y soledad que transmite, el desierto también tiene una belleza irresistible.Carlawww.lasbolaschinas.com
He tenido la suerte de cruzarle norte sur y viceversa, igual que cuando navegas por los grandes océanos descubres lo insignificantes que somos y que ni reyes ni lenguateros vendedores de salvaciones son o merecen mayores prebendas que cualquier otro mortal.
Sigo alucinando con documentales como Tierra donde muestran que en los desiertos exsisten especies de animales que resisten a la alta temperatura y al terreno tan árido.

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Sobre la firma

Lola Huete Machado
Jefa de Sección de Planeta Futuro/EL PAÍS, la sección sobre desarrollo humano, pobreza y desigualdad creada en 2014. Reportera del diario desde 1993, desarrolló su carrera en Tentaciones y El País Semanal, con foco siempre en temas sociales. En 2011 funda su blog África no es un país. Fue profesora de reportajes del Máster de Periodismo UAM/El País

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