Menos besamanos y más modernidad
El hijo de Mohamed VI, Moulay Hassan, se presta con 9 años a ese ritual al inaugurar un zoo o dar la salida a la carrera ciclista que lleva su nombre
“Se requiere una actuación concreta para reducir las disparidades manifiestas en la lucha contra esa enfermedad perniciosa [cáncer] entre los países del norte y los del sur”. La princesa Lalla Salma, la esposa del rey Mohamed VI, hizo este llamamiento, la semana pasada, ante la 65 Asamblea de la Organización Mundial de la Salud en Ginebra. Por el lado de las mujeres, la monarquía marroquí ha conseguido dar un toque de modernidad a la institución. En tiempos de Hassan II ni siquiera aparecía en público la mujer del rey.
Pero, por el lado de los varones persisten las mismas costumbres casi feudales y se heredan de padres a hijos, pese a los vientos de la “primavera árabe” que soplan sobre el norte de África. “Cuando se ve a un adulto arrodillarse para besar la mano de un niño que no es el suyo sabemos que estamos en Marruecos y que el jovencito es miembro de la familia real”, constata el semanario Tel Quel de Casablanca.
Moulay Hassan, el heredero de Marruecos, que acaba de cumplir 9 años, apareció ya con su padre cuando tenía solo diez meses en la final de la Copa de África de Futbol. Desde 2009 se sienta a su lado cuando, el 30 de julio, Mohamed VI pronuncia el Discurso del Trono. Cada día hay más edificios que llevan su nombre desde la piscina cubierta de Mdiq, junto a Ceuta, hasta el polideportivo de Oujda que inauguró junto al rey.
El príncipe heredero inauguró el 9 de enero, por primera vez en solitario, el nuevo zoológico de Rabat. Con tan solo ocho años pasó revista a la guardia real, saludó a las autoridades civiles y militares y paseó por delante de las jaulas. Respetó tanto el protocolo que se prestó al besamanos de los dignatarios que le acompañaron. Cuatro meses después, el 7 de mayo, dio el pistoletazo de salida de la prueba ciclista que lleva su nombre y, por segunda vez en público, las personalidades que le esperaban se arrodillaron para besarle la mano.
La nueva Constitución de Marruecos, aprobada en julio pasado, suprime el carácter sagrado del rey. Eso dio pie a algunos periódicos para anunciar que el besamanos desaparecía, pero no ha sido así. No solo Mohamed VI se sigue prestando a ello –el 11 de mayo los nuevos walis (gobernadores) que nombró cumplieron escrupulosamente con la tradición- sino que el heredero también.
“La monarquía nos insulta con su protocolo medieval”, escribió Aboubakr Jamai, exdirector del semanario Le Journal, resumiendo la opinión de los sectores laicos. “Es insoportable ver como mantiene y ahonda las tradiciones cuyo propósito es perpetuar la esclavitud”, añadió. “Es un ritual degradante para la imagen de Marruecos en el mundo”, insiste Khadija Riyadi, presidenta de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos.
Esta vez, sin embargo, a los laicos se han sumado algunas voces del islamismo legal aunque con otros argumentos. El besamanos “es una vergüenza”, afirmó Ahmed Raissouni, uno de los fundadores del Partido de la Justica y Desarrollo, que dirige el Gobierno marroquí, y presidente de la Liga de los Ulemas Suníes. Raissouni sostiene que el islam prohíbe a los fieles arrodillarse ante sus semejantes.
El protocolo del palacio real debe de tener algunas dudas sobre la línea a seguir con relación al pequeño Moulay Hassan. No prohíbe el besamanos, pero trata de que no se sepa. Las dos grandes cadenas públicas, Al Aoula y 2M, difundieron, en sus telediarios, imágenes de la inauguración de la carrera ciclista, pero censuraron aquellas en las que se veía a los notables postrarse ante el principito.
Acaso lo hizo para evitar que la televisión egipcia, ahora liberada de la tutela de Hosni Mubarak, se mofase de nuevo en horario de máxima audiencia–como lo hizo en enero tras la inauguración del zoológico- del besamanos. “Está claro que son imágenes que se sitúan en las antípodas de los aires modernistas que intenta darse la monarquía alauí”, reconoce Mohamed Darif, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Mohamedia.
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