Tarifa

Acabo de leer la noticia sobre la posible edificación en Valdevaqueros.

Entiendo que la economía está muy mal, y que los Ayuntamientos en este país no tienen muchas más fuentes de ingresos que los impuestos asociados a la construcción. Pero piensen en por qué la gente recorre cientos o miles de kilómetros para llegar a Tarifa, por carreteras peores que las que llevan a otros sitios de costa.

Lo que diferencia a Tarifa es el paisaje: dunas y bosques de pinos desde los que ver África y sentir en la cara el fuerte viento del estrecho. Un paisaje bellísimo, del que yo y muchísimas personas estamos perdidamente enamorados, un paisaje que ofrece algo que casi ninguna población litoral de España puede ofrecer ya: costa sin edificios.

El Ayuntamiento en su nota de prensa, argumenta que supone riqueza y progreso para el pueblo y puestos de trabajo. A estas alturas de la crisis, dichos argumentos son fácilmente rebatibles, hay muchos desgraciados ejemplos esparcidos por España. Ya sabemos que la construcción de grandes proyectos urbanísticos bajo el amparo de permisivas Administraciones públicas solo supone riqueza para el promotor, y que los puestos de trabajo que se crean son precarios e inestables —ahí está nuestra tasa de paro para demostrarlo—.

Un constructor obtiene beneficio de construir, por lo que es lógico que pretenda edificar cuanto más mejor. Pero un Ayuntamiento debería estar para velar por la riqueza de un pueblo y el bienestar de sus habitantes, ahora y en los tiempos venideros. ¿De verdad es lo mejor para el pueblo esta intervención irreversible sobre el paisaje? ¿Lo más ventajoso para Tarifa es cederle el beneficio a un constructor? ¿No resultaría mejor, para el medio y el largo plazo, permitir solo la apertura progresiva de pequeños negocios hoteleros a gente del pueblo?— Pablo Montesinos.