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Ninguna quiere ser primera dama

El recuerdo de los excesos de Suzanne Mubarak ahuyenta a las esposas de los candidatos en las primeras elecciones presidenciales libres en Egipto

Hosni Mubarak junto a su mujer, Suzanne.
Hosni Mubarak junto a su mujer, Suzanne.ECO CLEMENT (UPI /Landov)

Cuando deposite su papeleta en la urna, la mayoría de ciudadanos egipcios lo hará sin saber quién se convertirá en la primera dama del país en caso de que su candidato favorito resulte vencedor en las primeras elecciones presidenciales libres de la historia. Y es que las esposas de los aspirantes han sido prácticamente invisibles durante las tres semanas de campaña electoral. Apenas si han aparecido alguna vez en el estrado durante los mítines, y sus declaraciones a la prensa han sido una excepción. Más que al conservadurismo de la sociedad egipcia, este hecho se debe al pésimo recuerdo que los egipcios aún conservan en su retina de la última mujer que ostentó esta posición, Suzanne Mubarak.

“La gente estaba insatisfecha con Mubarak, entre otros motivos, por la actuación de su mujer en los asuntos públicos”, declaró recientemente Amr Musa, exlíder de la Liga Árabe. “Suzanne”, no solo se dedicaba a realizar obras de caridad, sino que también había llegado a impulsar leyes en el Parlamento. Sin embargo, la inquina de los egipcios se debe a su apego al lujo. Tras la revolución no solo se supo de sus cuentas multimillonarias en Suiza, sino que sus guardaespaldas tuvieron que sacarla a rastras del palacio presidencial, pues era incapaz de asumir su nuevo estatus.

Así pues, no es de extrañar que todos los candidatos hayan dejado claro que sus respectivas esposas se ceñirán al más estricto protocolo en los casos de las visitas de Estado, sin buscar un rol público prominente. De las aspirantes a primera dama, Leila Badaui, la mujer de Musa, es quizás la que se ajusta mejor a los cánones clásicos. Bella, elegante y de buena familia, Badaui ha posado en más de una ocasión para magazines graduada en Ingeniería, y madre de dos hijas, participa a menudo en actividades caritativas.

Amani al-Ashmani, la segunda esposa del islamista Mohamed Selim al-Awa, es la que posee un perfil público más conocido al ser escritora de éxito para niños. Ganadora de numerosos premios literarios, al-Ashmani ha escrito más de 40 libros. En su única entrevista durante la campaña, al-Ashmani quiso marcar una distancias con Suzanne. “Desempeñaré mi labor de esposa del presidente, pero no de primera dama del país. Ni en la Constitución egipcia, ni en ninguna ley, existe tal cargo”, dijo la escritora, que señaló como referente a la esposa del primer ministro turco, Recep Tayip Erdogan. “Es una esposa musulmana que desarrolla su papel sin inmiscuirse en actividades sociales o políticas”.

Nagla Mahmud, la siempre discreta cónyuge de Mohamed Morsi, el candidato de movimiento conservador de los Hermanos Musulmanes, mantiene una postura parecida. “El título de primera dama es una innovación, y por eso debe ser rechazado”, dijo al periódico al Ahram. Madre de dos hijos, cursó estudios de Traducción e Interpretación en EE UU, donde nacieron sus dos hijos, Ahmed y Shaimaa.

Las aspirantes a primera dama con un perfil más activista corresponden a las esposas de los dos candidatos más progresistas. Naglaa Hashim, preja del abogado laboralista Jaled Alí, nacida en 1977, es la más joven de las futuribles y trabaja como activista de Derechos Humanos en el Nadeem Center, uno de los más prestigiosos del Mundo Árabe. Sheham Negem, cónyuge del nasserista Hamdin Sabahi, es la fundadora de una ONG que vela por los derechos de las mujeres, y trabaja como consultora de la UNESCO La lista se completa con la esposa del islamista moderado Abdel Moneim Abulfutú, la ginecóloga Aliaa Jalil, de la se sabe poca cosa. El otro favorito en liza, Ahmed Shafik, enviudó durante la campaña electoral.

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