Anna Wintour invade el salón de tu casa
La directora de 'Vogue USA' volvió a demostrar su poder con su gran exposición anual en el Met A través del abrumador ‘glamour’ de la gala inaugural, penetró en televisiones de todo el mundo Aspira a icono masivo y a hacer de la moda una industria tan popular como la música o el cine
El baile que celebra la inauguración de la exposición de moda de primavera del Museo Metropolitano (Met) de Nueva York ha adquirido una escala global. Le interese o no, aspira a colarse en los salones de los telespectadores como antes lo hicieron la ceremonia de los Oscar o la Super Bowl. Ahora bien, para el sistema de la moda, la expectación que suscita esta fiesta ya no se parece a nada. Las comparaciones con otros eventos (Premios Grammy, MTV…) se han quedado pequeñas. Ahora mismo, la gala del Met es el momento del año favorito de la industria. Sin discusión. Varios factores se alían para ello: 1. Se fomenta la recuperación nostálgica del baile y, por tanto, es una ocasión para lucir vestidos espectaculares; 2. Se trata de una plataforma idónea para promocionar marcas de moda y accesorios; y 3. La organiza Anna Wintour.
Esta británica de 62 años, directora de la edición estadounidense de Vogue desde 1988, se ha tomado el baile como una cuestión personal. Ha trazado un plan estratégico para convertirlo en un motor de la moda como un espectáculo de masas y en un escaparate de su cabecera. En 1995, cuando se estrenó como anfitriona de la gala –la principal fuente de financiación de la división de indumentaria del Met–, su recaudación rondaba los 900.000 dólares anuales. Este año se han obtenido 11,5 millones (es decir, más de 8,8 millones de euros). Antes de que llegara Wintour, era una fiesta de la alta sociedad con una repercusión limitada fuera de Park Avenue. Pero, al igual que hizo con la revista, Wintour quiso que tuviera un alcance global y trascendiera las acotadas fronteras del sector. Hoy, sus dos criaturas se retroalimentan.
“Cuando empecé a ocuparme de la fiesta, traté de incorporar al mundo de la política, la literatura y la música para que no fuera un asunto puramente de moda. Es como producir un espectáculo”, explicaba en 2011 a The Wall Street Journal en un artículo significativamente titulado ‘Marca Anna’. Según este diario, solo la gala Robin Hood Foundation recauda en la actualidad más dinero que la del Met en el circuito social de Nueva York. En la última década, el baile ha reportado al museo unos 16 millones de dólares. Sin contar los patrocinios. Se calcula que este año Amazon habrá desembolsado un millón de dólares por ejercer de espónsor de la velada. “Anna hace magia con esta noche”, aseguraba el lunes Thomas P. Campell, director del museo. “Es una mujer remarcable”, señala el cineasta Baz Luhrmann. “Ha convertido Vogue en un concepto que trasciende con mucho al de una publicación, y lo mismo ha hecho con esta fiesta. La moda tiene hoy el poder que solía tener la música”. El director australiano, vecino de Wintour en Nueva York, ha sido captado este año como asesor creativo de la exposición. La protagonista de su próxima película, Carey Mulligan, ejerció como anfitriona junto a Prada; Jeff Bazos, fundador de Amazon; y, claro, Wintour.
La primera entrevista que Wintour mantuvo en Vogue se remonta a 1982. La entonces directora, Grace Mirabella, le preguntó qué trabajo le gustaría desempeñar en la revista. Cuenta la leyenda que ella no dudó: “El suyo”. Seis años después, Mirabella estaba fuera y Wintour ocupaba su lugar. Esta clase de anécdotas alimentan un mito capaz de sostener dos películas. En la primera, El diablo se viste de Prada (2006), Meryl Streep encarnaba a la tiránica directora de una revista de moda según la adaptación de la novela escrita por una antigua ayudante de Vogue. Al estreno, Wintour fue vestida de Prada. Tres años después se estrenó el documental The september issue, que seguía a la directora y su equipo durante el proceso de elaboración del mayor número publicado en la historia de Vogue.
Fue Wintour quien le sugirió a Bernard Arnault que contratara a Marc Jacobs para Louis Vuitton y a John Galliano para Dior. Y suya fue la idea de que el alcalde de Nueva York fomentara una noche de compras, Fashion’s Night Out, para sacar de la depresión económica a la industria de la ciudad. El próximo septiembre, el evento se celebrará en más de 20 países. Pero el escenario predilecto en el que mover sus tropas sigue siendo el Metropolitan. Ha conseguido que Lady Gaga y Oprah Winfrey rezaran juntas antes de que la primera actuara en la fiesta de 2010, y ha metido un globo gigante en el interior del centenario museo. Este año, para festejar la muestra Schiaparelli y Prada: conversaciones imposibles, convirtió el Templo de Dendur en una sala de conciertos para 800 personas. Bruno Mars subió al escenario y mantuvo un diálogo musical imposible –en honor al título de la exposición– con Michael Jackson. Pero el mayor acierto de esta edición ha sido emitir la llegada de los famosos a través de Internet. Elettra Wiedemann, hija de Isabella Rossellini, entrevistó a los protagonistas para las cámaras de Vogue.com y el acontecimiento tomó al asalto las redes sociales. Un paso definitivo para convertirlo en una cita del entretenimiento masivo. “El éxito y las amplias reverberaciones de la fiesta confirman el potencial de la moda para convertirse en un género de masas”, sostiene la web Business of Fashion.
Un dato relevante para esta tesis es que la exposición del año pasado, dedicada al fallecido Alexander McQueen, fue visitada por 661.509 personas. Se convirtió en la octava más vista en la historia del museo y ha sido uno de los pilares –junto al vestido de novia de Kate Middleton– de la expansión del negocio de McQueen. A escondidas, algunos diseñadores se quejan de que el nivel de control de Wintour es excesivo, pero la exposición y su gala interesan enormemente a las marcas. El lunes, el magnate italiano Diego della Valle –propietario de Tod’s– aprovechó la inauguración para anunciar que la casa Schiaparelli, que compró en 2006, volverá este año a la actividad con un director creativo desconocido. Tal es el poder que se esconde bajo esta hoguera de vanidades.
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