El césped de Monipodio
La expansión imparable de la deuda retrata el fracaso del modelo de las sociedades anónimas
El fútbol español es un patio (césped) de Monipodio en el que se multiplican las deudas, crecen los impagos, florece la especulación inmobiliaria y se desparraman ayudas encubiertas desde las autonomías y Diputaciones. Al mismo ritmo que aumentan los ingresos televisivos que perciben los clubes, sube el endeudamiento como la espuma. Es un misterio tan insondable que solo puede explicarse por la corrupción inherente a toda burbuja económica. Entiéndanse por corrupción las compras galácticas, los salarios desorbitados y las comisiones indecentes a intermediarios y agentes. El fútbol español, capaz de pagar hasta 95 millones por un jugador, soporta una deuda de más de 4.000 millones de euros y debe a Hacienda 752 millones (enero de 2012), 145 millones más que en 2008. Con la falta que le hace ese dinero a Montoro. Por curiosidad ¿cómo es posible que a un ciudadano no se le permita prolongar los plazos a Hacienda si en tal demora aumenta su deuda y a los clubes de fútbol sí se les permite hacerlo? ¿Acaso son un servicio público?
Pues no lo son. La expansión imparable de la deuda retrata el fracaso del modelo de las sociedades anónimas en el fútbol y un desbarajuste financiero del que son culpables los gestores de los clubes y responsables la Liga de Fútbol Profesional y la Federación Española de Fútbol. Oblíguese a los clubes a pagar lo que deben a Hacienda, impóngase un tope salarial a jugadores y entrenadores, limítese el volumen de la deuda en términos absolutos e impídase cualquier operación inmobiliaria. Pero las instituciones que deben hacerlo están capturadas por los clubes y, en algunos casos, directamente amedrentadas.
Tanto ridículo tenía que traspasar fronteras. Uli Hoeness, presidente del Bayern de Múnich, se ha puesto la careta merkeliana, ha calzado las chanclas con calcetines blancos del votante medio alemán y ha bramado una invectiva: “Les sacamos de la mierda y los clubes no pagan”. No es ese el camino, Uli. Hubiera quedado más intelectual que aludieses a las ventajas competitivas de los clubes que no pagan y lo indecente que resulta competir por jugadores con las plusvalías del ladrillo. Tal como lo has expuesto solo es un desahogo más en la fiesta de la cerveza en Múnich.
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