Violencia
Las palabras de Gallardón son un insulto a la inteligencia

Violencia es no llegar a fin de mes. Violencia es soportar que las instituciones celebren el 8 de marzo con una bonita foto de los cargos públicos y sus secretarias, en un país donde se incumple el principio de igualdad en los salarios. Violencia es que los equipos de selección de personal pregunten a las solicitantes femeninas en edad fértil si tienen previsto quedarse embarazadas. Violencia es una reforma laboral que flexibiliza unos criterios de despido que discriminarán, con toda seguridad, a las trabajadoras que osen quedarse embarazadas. Violencia es que en España no exista una red suficiente de guarderías públicas, y que las privadas no desgraven en el IRPF. Violencia es la asfixiante presión mediática que soportan unas adolescentes abocadas a identificar su éxito personal con un peso, una talla y un aspecto físico determinado. Violencia es que los recortes priven de recursos a los centros de acogida de mujeres maltratadas, mientras la violencia machista desangra poco a poco este país. Violencia es que permanezcan en su cargo los jueces que culpabilizan a las víctimas de agresiones sexuales por provocar a sus agresores. Violencia es la trata de mujeres esclavas, que ejercen la prostitución en la vía pública y a la vista de todos, sin que la policía detenga a los chulos que las vigilan desde las esquinas. Violencia es que las jóvenes españolas mejor formadas de la Historia no encuentren un empleo que esté a la altura de sus capacidades.
La suma de todas estas violencias limita estructuralmente el ejercicio de la maternidad de las mujeres paradas, mal pagadas, sin familiares que puedan cuidar de sus bebés, con empleos precarios, maltratada, prostituídas y muertas.
Esto es tan evidente como que las palabras de Gallardón son un insulto a la inteligencia de todas las mujeres. También a la de los hombres, por cierto.
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