Ana y los 40
"Tico Chao le saca a la Obregón un titular que me trae loca: 'Entiendo que a las cuarentonas se nos acerquen los veinteañeros'. Cincuenta y siete cumple en marzo según fuentes piadosas"
Ni Ariana Huffington ni Anne Sinclair ni Oriana Fallaci, que en gloria esté. Que me perdonen las vacas sagradas del oficio, pero yo de mayor quiero ser Tico Chao. Sí, hombre, Escolástico Medina Chao, reportero estrella de ¡Hola!, fuente inagotable de inspiración para los colegas. Tengo sus entrevistas en facsímil en un atril como otros el Beato de Liébana para cuando me entra la crisis del folio en blanco. Es releerlo y venirme arriba. Esa perspicacia, ese rigor periodístico, ese verbo fluido. No es que trate de tú a tú a los famosos, es que les da sopas con honda. A fin de cuentas son casi de la familia, para eso a muchos los ha criado a sus pechos papá Tico Medina. Esta semana publica una cumbre con Ana Obregón en La Moraleja que ríete tú de la de Jordi Évole y Jaume Matas en La Sexta. Un duelo dialéctico con menos tensión, ni sexual ni de la otra, que Nadal y Bar Refaeli en Sports Illustrated.
Un figura, Tico. Y un innovador del género. Ni una interrogación le he contado en todo el careo. Él no pregunta, sentencia. Les pone la soga al cuello en forma de muletilla en plan colega y ya se ahorcan ellos solos. La cosa es que, con la excusa de enseñarnos el reformón de su casa, Ana calienta motores con vistas a la publicación de sus memorias. Que si ha tirado unos tabiques, que si ha cambiado los muebles, lo de siempre pero a lo bestia. Que está en fase zen, dice, con todos esos cojines y trofeos y cachivaches: antes debía de tener síndrome de Diógenes. Que lo ha puesto todo blanco y nude –vulgo, color carne– porque le relaja. Que el suelo lo trajo de EE UU porque aquí no lo encuentra, no sé en qué está pensando Manuel Colonques, de Porcelanosa, que no lo produce echando leches. Y, sobre todo, que babea a chorro por su hijo Álex, como atestiguan cientos de fotos por los rincones.
Otra cosa no, pero Ana es una madre coraje. Se ha mudado a Miami para echarle un ojo al niño, veinte añitos le cumple en junio. Además de una lumbrera con los libros, el chico es una eminencia del rap: tiembla, Eminem. “Escribe muy bien, dicho por muchísima gente”, presume su progenitora sin dar nombres. Mira, por lo menos el chiquillo no le da un disgusto. No como otros cachorros de su círculo: el sobrino de su ex Alberto de Mónaco, sin ir más lejos. A Pierre Casiraghi y Stavros Niarchos III les han partido la cara en un garito de Manhattan por mirar a las chicas de otros, lo de siempre pero en megapijo. Nada que ver con el pluscuamperfecto niño Lecquio. Pero aquí el que se sale es Tico.
Él le dice a Ana a todo que sí y sigue dándole coba hasta sacarle el titular que me trae loca. “Entiendo que a las cuarentonas se nos acerquen los veinteañeros. Una mujer hecha y derecha tiene que gustarle a un hombre”, suelta la Obregón por esa boca. Cuarentona, se autoproclama, ahí queda eso. Cincuenta y siete cumple en marzo según las fuentes más piadosas. Ana, estás estupenda para tu edad, pero quitándote décadas no engañas a nadie, y menos a Wikipedia. Ahora que, para modesto, el autor de la entrevista. Con esa bomba informativa y no se da ni pizca de pisto, no como una tal García Pelayo, que vendió su vídeo de Iñaki saliendo por patas como si hubiera desactivado un campo de minas en Somalia. Lo dicho, Tico: a tus pies, maestro.
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