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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Apertura en Birmania

Las elecciones de abril serán la piedra de toque del proceso reformista del régimen militar

La hasta ayer impenetrable dictadura birmana ha emprendido un proceso de reformas sorprendente por su alcance y rapidez. Su epítome podría ser el hecho de que la histórica líder opositora y bestia negra de sucesivas juntas militares durante décadas, Aung San Suu Kyi, haga estos días campaña entre multitudes para concurrir a las elecciones legislativas parciales de abril próximo.

En pocos meses, tras medio siglo de represión, el Gobierno nominalmente civil del exgeneral Thein Sein ha liberado a centenares de presos políticos (quedan probablemente más de 1.000), semidesarbolado la censura y acordado treguas con varios de los grupos étnicos que le combaten en las fronteras. Los inversores extranjeros comienzan a llegar a Rangún al reclamo de un Estado paria en vías de convertirse en imán regional.

La prueba de fuego del proceso aperturista se producirá el 1 de abril, cuando Suu Kyi, Nobel de la Paz, hasta hace un año en interminable arresto domiciliario y con indiscutida autoridad moral a los ojos de sus conciudadanos, se presente a unas elecciones parlamentarias al frente de la Liga Nacional para la Democracia, prohibida hasta hace poco. Unos comicios de alcance muy limitado (se renuevan 48 escaños sobre más de 600) pero con el enorme valor simbólico de que podrían sentar a los proscritos junto a sus opresores. Y cuya transparencia será el rasero con el que EE UU y la UE midan el cambio en Birmania y, en su caso, la normalización diplomática y el final de las sanciones que pesan sobre el país del sudeste asiático desde mediados de los noventa.

La sintonía aparente entre Suu Kyi y el presidente Shein, que en agosto mantuvieron un encuentro a todas luces crucial, no es ajena a la apertura, como tampoco el lejano ejemplo, solo geográficamente, de las revueltas árabes. Pero el argumento fundamental que empuja al pragmatismo al régimen militar es económico, el imparable declive de un país aislado y asfixiado por el fracaso de la planificación socialista, aunque rico en gas, petróleo o madera; un empobrecimiento que no frena la cooperación con China. Birmania, 50 millones de habitantes, con enorme potencial agrícola o turístico, ha visto despegar imparables a sus vecinos y no puede permitirse su apartamiento de los canales internacionales de financiación. El final de las sanciones llevaría el dinero a uno de los últimos mercados vírgenes de Asia.

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