Masacre en Siria

Son once meses de masacres en suelo sirio, de exterminio de un pueblo indefenso por parte del ejército de un déspota que ha decidido aferrarse al poder sin importarle lo más mínimo el precio a pagar, el cual se está traduciendo en ríos de sangre de aquellas personas por las que debería velar, es decir, sus conciudadanos. Pero a estas alturas de la película la actitud del dictador no me sorprende.

Distinto es lo que siento al ver como reaccionan dos potencias emergentes como Rusia y China, naciones que desde su posición de miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas están siendo cómplices de la política de plomo y acero aplicada por Damasco. Y es que, vetando las medidas (de carácter pacífico) que la ONU quiere adoptar no hacen más que impedir que se le ponga fin a esta orgía de violencia y sangre.

Dichos países están demostrando que les importan más sus intereses geoestratégicos y/o económicos que los Derechos humanos; y no está demás recordar que los Gobiernos de estos países siempre han acusado a EE UU violar los mismos cuando ha actuado en Afganistán o Irak. Parece, no obstante, que las violaciones de los derechos fundamentales de las personas valen más o menos depende de quien sea el verdugo y quien la víctima.