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El sentido de "culpabilidad" del guardia civil que simuló un atentado

Reconoció los hechos y pidió perdón por su actuación además de dar por hecha su expulsión de la Guardia Civil

"Quería vivir lo mismo que mi compañero", "lo único que buscaba era acabar con todo y descansar". Salvador Meléndez Ortigosa, el guardia civil que se hizo pasar por víctima de un atentado terrorista cuando prestaba sus servicios en el cuartel de Leitza, explicó ayer con estas palabras su actuación en la madrugada del 30 de noviembre de 2009 cuando se disparó en el antebrazo izquierdo y colocó además un artefacto cerca del cuartel, que tuvo que ser desalojado, para simular la existencia de una bomba. En su intervención en el juicio, visiblemente afectado en todo momento, aludió al atentado de 2002 en el que murió en esa misma localidad navarra Juan Carlos Beirio y reconoció sentirse "culpable" de su muerte.

El agente, que reconoció los hechos y pidió perdón por su actuación además de dar por hecha su expulsión de la Guardia Civil, está acusado de simulación de delito y desórdenes públicos. El fiscal, que asume la atenuante de alteración psíquica de carácter leve, solicita en total ocho meses de prisión y una multa de 2.400 euros, mientras que su defensa pide la absolución.

En su intervención, el acusado, de 36 años, explicó que el atentado en el que el 24 de septiembre de 2002 murió su compañero Juan Carlos Berio, al estallar una bomba trampa colocada en una pancarta que ambos procedían a retirar, le cambió la vida y le hizo además sentirse culpable al pensar que le tendría que haber pasado a él, que no tenía hijos.

Quizás suicidarse

Según su abogado, que reconoció que es "muy difícil" saber cual era la finalidad de sus actos, "probablemente suicidarse", se mostró convencido de la existencia de un trastorno psíquico: "Yo no sé cómo se llama, pero cuando a un compañero le explota una bomba y se muere en tus brazos eso tienen que tener un nombre". La defensa se refería así a las palabras del médico forense que dudó en su intervención de que el acusado sufriera una situación de estrés prostraumático.

La fiscal sostuvo que los diez agentes de la Guardia Civil que declararon como testigos aseguraron que dieron en su momento como "cierto, real y seguro" que se trataba de un atentado y así se montó el operativo. "Generó en todo ellos la alarma y la certeza absoluta de que había sido víctima de un atentado".

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