Interiorismo para nuevos empresarios
FOTOS: SONIA HIRAI Y MERITXELL ARJALAGUER
Un antiguo almacén oscuro convertido en un edificio de oficinas dinámicas y luminosas. Un “vivero para nuevos empresarios”, una “incubadora de empresas” ideada por el Ayuntamiento de Barcelona en el distrito 22@ del barrio del Poble Nou. Donde había profundidad y oscuridad ahora hay luz y organización espacial. Las alturas dobles de la antigua nave han sido aprovechadas para multiplicar el espacio y para destacar las zonas de acceso y circulación. El recurso económico de emplear orden, color y luz como única decoración es la clave de esta intervención, realizada por el colectivo Lagranja con la colaboración de Jaume Sanmartí.
El proyecto era grande (5.500 metros cuadrados), por eso el presupuesto (600 euros por metro cuadrado) no se podía perder entre tantos ceros. Había que elegir. Y el dinero fue a parar a una estructura de cajas metálicas que hizo posible agujerear forjados y fachadas y llevar luz al antiguo almacén. Así, las cajas multiplicaron el espacio de la vieja nave industrial. Sin embargo para el suelo no quedó presupuesto, “de modo que decidimos pintar el pavimento existente con pintura de poliuretano amarilla”. Ese amarillo barato y brillante marca hoy las circulaciones del edificio (coloreando los pasillos y ascendiendo por los ascensores), llena de vida las zonas comunes e indica las áreas de conexión de las nuevas oficinas para jóvenes empresarios. También la barra de recepción –de DM negro y pino teñido- transmite la idea de que en ese lugar se despachan cosas: soluciones, ideas, inquietudes. La iluminación, subrayando la arquitectura y empotrada en los diversos paños, contribuye a potenciar una imagen dinámica, eficaz y sin embargo cálida en el centro. Tal vez por eso, la señalética es la única pieza no cartesiana que los diseñadores de Lagranja, y los del estudio de grafismo Supperstudio, han colado en un edificio que es de una funcionalidad amable.
El grafismo baraja la idea del graffiti urbano, por eso, además de indicar cómo llegar a los destinos y más allá de identificar las diversas plantas y estancias, les habla a los usuarios. Esos consejos escritos (“No hay ascensor al éxito. El único camino son las escaleras” o “Think Big”) estampados en las paredes se convierten en gestos peligrosos. La gráfica con mensaje de forma y de fondo puede contribuir a construir una imagen desenfadada e incluso relajar la pretensión del lugar, pero a veces podría producir el efecto contrario y aumentar la pretensión.
Con todo, más allá de la rapidez (el proyecto se levantó en un plazo de ocho meses) y el precio (600 euros por metro cuadrado, según los diseñadores) el principal mérito de la obra es la claridad de su concepto: mucha luz, orden y vitalidad. Eso, por la parte que se ve. No deja de ser importante la invisible: el revestimiento exterior de las cajas metálicas que contienen las oficinas está realizado con una suma de materiales (fieltros reutilizados y maderas de virutas recicladas) que favorecen la absorción acústica.
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