No hay futuro sin agricultura familiar
Hoy se clausura en Bilbao la Conferencia Mundial de Agricultura Familiar, un espacio organizado por el excelenteForo Rural Mundial en el que representantes de organizaciones y movimientos sociales de 42 países discuten durante tres días los retos de un sector al que están ligadas de forma directa más de 3.000 millones de personas. De forma indirecta estamos ligados todos, porque de lo que se está hablando aquí es del futuro del medio rural, del modo en el que nos alimentaremos en las próximas décadas y de hasta qué punto el planeta podrá sostenerlo.
La agricultura familiar constituye la forma de organización predominante en los sectores rurales de todo el planeta. Solo en África hay 33 millones de explotaciones cuyo tamaño medio es de algo más de una hectárea. Sus propietarios sobreviven en contexto climático y económico profundamente hostil que les niega recursos tan elementales como las semillas, el agua, el crédito o el acceso a mercados donde vender sus productos.
El abandono de este modelo también se ha extendido a la Unión Europea, una región en donde el sector agrario se sienta sobre una fenomenal bolsa de subsidios y protección pública. Pero las explotaciones pequeñas, que en buena medida cargan sobre sus hombres el sostenimiento de las comunidades rurales, está marginadas frente a los grandes propietarios y compañías agroalimentarias. La Política Agraria Común (que según la OCDE costó la friolera de 77.000 millones de euros en 2010) constituye hoy uno de los mecanismos más eficaces de transferencia de recursos de los contribuyentes y consumidores a las clases más ricas y las explotaciones menos sostenibles. Como Robin Hood, pero al revés.
El mensaje fundamental de esta conferencia es que no existe un futuro para el sistema alimentario global sin una apuesta decidida por la agricultura familiar. Según las datos que la FAO presentará en pocas semanas y que fueron adelantados en una de las sesiones, el incremento de la población y de la demanda durante las cuatro próximas décadas exigirá elevar la producción global de alimentos en un 70%, muy particularmente en los países más pobres. Eso significa acelerar las medidas que pueden reducir la volatilidad de los mercados agroalimentarios y también aquellas que permitan a los productores más vulnerables hacer frente a ella. Se trata de una inversión rentable en equidad y sostenibilidad, pero también en eficiencia: al contrario de lo que uno podría pensar, se trata de agricultores altamente productivos, que con recursos muy escasos logran sacar adelante sus cosechas y rebaños.
Máximo Torero y Philippe Chalmin, dos autoridades mundiales en mercados agrarios, detallaron en la fascinante sesión de ayer algunas de las mejores ideas en este sentido:
- Poner a disposición de los productores herramientas financieras de mercado que les permitan hacer frente al riesgo. La reforma de los mercados de futuros -que ahora son parte del problema al acelerar los peores efectos de la especulación- puede ofrecer estabilidad frente a la variación extrema de los precios de mercado.
- Poner fin cuanto antes a las irresponsables políticas de biocombustibles en EEUU y la UE. Los mandatos de producción de esta energía suponen un mecanismo disfrazado de subsidios a los agricultores más ricos, así como una fuente permanente de inestabilidad. Aunque la UE publicará en breve un informe que abra la puerta a un cambio de dirección, no existen muchas posibilidades de que el gobierno de Obama introduzca grandes cambios en un año electoral.
- Constituir fondos regionales y globales de reservas de alimentos que permitan a la comunidad internacional intervenir en situaciones de escasez para estabilizar los precios y evitar escaladas de pánico en los mercados. Algunas regiones, como África occidental, ya han comenzado a desarrollar medidas de este tipo.
- Retomar las negociaciones de la Ronda de Doha en la Organización Mundial del Comercio, abandonadas desde hace años en una vía muerta. Más allá de los asuntos que ya estaban en la agenda, la OMC puede ser un espacio insustituible para introducir mecanismos de coordinación que eviten la restricción en cadena de las exportaciones, uno de los asuntos que más han influido en la volatilidad del precio de los alimentos.
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