Errandonea, un preso discreto con una excarcelación ruidosa
Pese a ser uno de los históricos de ETA no tenía crímenes de sangre y ha pasado desapercibido durante su condena. Su gesto de ayer ha reavivado la polémica sobre Bildu
Ander Errandonea Arruti llevaba 25 años en la cárcel. Era uno de los presos históricos de ETA, el último de los cinco veteranos de la banda en salir en libertad tras cumplir íntegramente toda su condena. Pero apenas era conocido. A diferencia de Jose María Sagarduy, José María Mugica Pikabea, o Jon Agirre Agiriano, no tenía delitos de sangre a sus espaldas. Con la puesta en escena de su salida de la cárcel -la menos discreta de todas las de sus cuatro compañeros-, enarbolando una pancarta en la que pedía el voto para Bildu, Errandonea ha conseguido que su foto cope todas las portadas de la prensa.
Errandonea Arruti fue detenido por la Guardia Civil el 17 de mayo de 1986, un día antes de cumplir 23 años. Acababa de ametrallar un camión francés en la autopista Bilbao-Behobia, a ocho kilómetros de la frontera de Irún, junto con sus compañeros del comando Irrintzi, Estanis López Agiriano (que entonces tenía 19 años y también salió ayer), Joaquín Azpiroz Lecuona, de 23, y Vicente Balda Arruti, de 21. El grupo ya había disparado contra otros cuatro camioneros en la misma carretera y había intentado matar a los agentes que vigilaban un colegio electoral en el referéndum de la OTAN, de 12 de marzo de 1986. El grupo comando tenía previsto asesinar a un policía nacional adscrito a las oficinas del DNI en San Sebastián y atentar contra la Guardia Civil durante la jornada electoral del 22 de junio de ese mismo año.
El histórico etarra nació en Oiartzun (Guipuzcoa) en 1965. Ingresó en prisión en 1986 y ayer salió de la cárcel de Herrera de la Mancha (Ciudad Real) con 47 años. Es el primer preso de la banda que sale de ese centro penintenciario en 18 años. En sus tiempo entre rejas jamás se ha arrepentido de su pasado terrorista y ha defendido con tesón la "lucha armada". Errandonea, sin embargo, no se ha reconocido como el típico preso irredento de ETA. Siempre se ha mantenido en un discreto segundo plano. Eso sí, ha cumplido escrupulosamente con las consignas que la banda terrorista ha impartido tradicionalmente a ese colectivo. Ha participado en las protestas, se ha negado a abandonar su celda, ha observado la disciplina de los ayunos mensuales, se ha negado a solicitar trabajos remunerados en prisión... Un mako de manual.
Eso explica su periplo por diversas cárceles españolas a lo largo de sus 25 años de condena. Primero ingresó en la prisión madrileña de Carabanchel, luego pasó por la de Alcalá-Meco, Herrera de la Mancha o Ceuta, Salto del Negro en las Palmas de Gran Canaria, Huelva y de nuevo Herrera. Allí, en un principio debía terminar de cumplir los 30 años a los que fue condenado tras la aplicación de la doctina Parot por colaboración con banda armada y tenencia de armas y de explosivos. Errandonea pidió la revisión de la condena apelando al nuevo Código Penal para reducir en 10 años la pena. Finalmente el tribunal decidió imponerle 25 años sin redenciones.
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