Sin retratos de Clara Campoamor, Rosa Chacel y Carmen Martín Gaite en el Ateneo

Fue un foro de discusión febril. Una apuesta por la libertad y el valor de la palabra. El Ateneo científico, literario y artístico de Madrid ha sido –y sigue siendo- un símbolo de tolerancia y de fe en la cultura. Mariano José de Larra fue su primer socio de número. Concepción Arenal, Emilia Pardo Bazán y Rosario Acuña, algunas de las primeras asociadas conocidas. Se creó en 1836 (aunque ya antes había habido un precedente) y tras ocupar varias sedes, permanece desde 1884 en la más emblemática, la de la calle Prado de Madrid. La instiutción nació con vocación universal, abierto a hombres y mujeres. Cuando ellas no tenían aún el derecho al voto, ya podían ejercerlo en el Ateneo al elegir a sus gestores. Lo extraño es que en su Galería de retratos no se encuentra el de Clara Campoamor, a pesar de que la diputada formó parte de lajunta de gobierno en 1931. Ni los de Rosa Chacel, Carmen de Burgos, Victoria Kent, o Carmen Martín Gaite. Ninguna tiene retrato, sencillamente porque los sucesivas juntas de gobiernono apreciaron en ellas méritos suficientes. De los 188 retratos de socios insignes que ha reunido el Ateneo durante su fructífera historia, solo dos corresponden a mujeres: Concepción Arenal y Emilia Pardo Bazán.

La reciente recreación de los más importantes rostros del Ateneo parte de los alumnos de la Escuela de Arte 10 de Madrid, ha revelado que apenas hay mujeres en la Galería de socios ilustres. Los alumnos han reinterpretado a Concepción Arenal, pero no han podido ir mucho más lejos. No todos los 188 retratos reunidos en los últimos siglos pueden mostrarse en la galería: parte de ellos están despachos o en depósitos, y el de Emilia Pardo Bazán se encuentra en ese segundo grupo. Con los avatares del tiempo, además, tres de los retratos de la espléndida colección se han perdido, pero ninguno de los desaparecidos encarnaba a una mujer. Las dos retratos femeninos que se conservan, son sencillamente, los únicos. Es lógico que el número de hombres representados sea mayor que el de sus compañeras por razones sociológicas e históricas conocidas, pero la desproporción resulta notable.

Emilia Pardo Bazán (1851-1921) ejerció una fecunda actividad en el Ateneo e incluso contó con cátedra propia. La novelista seencontraba en el centro de todas las disputas culturales y filosóficas y puso de manifiestomás de una vez su socarronería. En medio de las pasiones de la época,se dirigió así en cierta ocasión aAzorín y a los miembros de su tertulia, denominada la de los “intelectuales”: “¡Pero qué modestos sois, os llamáis intelectuales porque no os atrevéis a llamaros inteligentes!”. Logró retrato, pero no está expuesta.

No solo la vozde Pardo Bazán se oyó con claridad entre aquellas paredes. Rosa Chacel (1898-1994) y Carmen de Burgos fueron ateneístas activas. Además de María Teresa León (1903-1988) o la pintora Elena Verdes-Montenegro. Para Rosa Chacel, estudiante de la Academia Superior de Bellas Artes de San Fernando y autodidacta en otras áreas del saber, el Ateneo fue un revulsivo, una ventana a la libertad de pensamiento. Allí se estrenócon una conferencia que no dejó indiferente: La mujer y sus posibilidades. Iba para pintora ultraísta y decidió pasarse a la escritura al calor de aquellos encendidos debates. La atmósfera orteguiana había calado también en aquella instituciónycoincidía con sus propios presupuestos culturales. Era la suya.

La historia del Ateneo no puede entenderse sin la presencia de artistas plásticas como Madame Anselma (Alejandrina Aurora Anselma Gessler de Lacroix) Academia: Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1832-1901). Gaditana de nacimiento, de origen ruso y residente en París por matrimonio, su pasión por el museo del Prado la llevaba a viajar a menudo a Madrid. De esa afición nacieron sus contactos con Federico de Madrazo y otros pintores próximos al Ateneo. Allí, la pintora dejó su impronta. Madame Anselma es la autora de las pinturas que muestran a la diosa Juno en el techo de la popular sala de La Cacharrería. Para recrear a Juno desnuda, contó con la colaboración de Eugenia Leroux como modelo. Su seudónimo fue tan popular, que no hacía faltaba aludir a sus apellidos: Con Madame Anselma era suficiente.

Otra ateneísta brillante fue Hidelgart Rodríguez Carballeira (1914-1933), secretaria de la Liga Española por la Reforma Sexual que presidía Gregorio Marañón y una de las mujeres mejor preparadas de la época. Hildelgart Rodríguez impartió por primera vez en el Ateneo la conferencia sobre la revolución sexual que atrajo diversas invitaciones de otros foros europeos. Su trágico final es conocido: su desequilibrada madre, que tanto empeño puso en su formación, acabó con su vida cuando Hildegart quiso volar por su cuenta.

Más allá de su Galería de retratos, el Ateneo guarda en sus muros fotografías y documentos de inapreciable valor. Entre otras imágenes, se conserva una de Antonia Mercé, La argentina, (1890-1936) firmada entre otros por Jacinto Benavente y Luis Bello, que la artista donó al Ateneo, según explica el experto Alfonso Herrán Acebes. Se cuenta que Antonia Mercé fue una de las primeras víctimas civiles del golpe militar de 1936. Aunque se encontraba delicada de salud, el 18 de julio acudió a un espectáculo de danzas vascas en San Sebastián. De vuelta a casa, se enteró de la sublevación militar y el disgusto le hizo empeorar y fallecer poco después, relata Antonina Rodrigo.

En 1946 el Ateneo empezó a recuperar su antiguo papel. La vuelta a España de Ortega y de otras figuras del republicanismo moderado revitalizó su entonces menguada identidad. Años después, en una etapa un tanto convulsa, lo presidió la historiadora Carmen Llorca. Fue la única presidenta que ha tenido el Ateneo. Lo sorprendente es que Carmen Llorca (1921-1998) tampoco tiene retrato. Todos los presidentes del Ateneo de cualquier época lo tienen, salvo el actual, Carlos Paris, y a excepción de la única mujer que lo ha presidido.

En la Galería de retratos del Ateneo están sin duda los más ilustres científicos, intelectuales y políticos españoles. Pero no están Clara Campoamor (1888-1972), ni Rosa Chacel, ni Madame Anselma, ni Carmen Laforet ni Carmen Martín Gaite. Como su nombre indica, la Galería recoge las imágenes de sus hombres más ilustres. No es probable, sin embargo, que sus mentores utilizaran ese término en sentido restrictivo, sino plural. Los retratos de Concepción Arenal y Emilia Pardo Bazán lo confirman