Quizá aún se esté a tiempo
Aunque lo que concierne a la petición enviada a la Fiscalía Superior de Cataluña sobre el caso de Blanes de 1991 pueda parecer farragoso, en el fondo todo es bien simple. Hay unos delitos que no han prescrito, hay un sospechoso y hay medios para comprobar quien fue uno de los dos autores.
En principio, una violación cometida hace casi 20 años ya no es perseguible. Pero el plazo de prescripción puede alargarse hasta los 20 años bajo ciertas circunstancias que contempla la "letra pequeña" de la ley. En este caso: el hecho de que fueran dos los agresores y que estuvieran armados.
Dos asaltantes que hablan en "árabe" entre ellos, sin que uno de los dos hable español. Que abordan a las víctimas -una joven pareja- en despoblado, acusándolas de haber roto algo en las inmediaciones. Que agreden, maniatan y roban, armados con pistola y objetos contundentes. Que violan a la chica por turnos... Todo esto ocurre en Blanes en 1991.
Pero también en Olesa de Montserrat, veinte días antes. Uno de los agresores de Olesa pudo ser identificado y condenado: Antonio García Carbonell. A los desconocidos atacantes de Blanes se les oye decir "no matar" y repetir "Jeber, Jeber". En episodios similares que tendrán lugar en 1995, García Carbonell y su acompañante no identificado usarán expresiones como "harva" y "jara no matar".
Unos delitos no prescritos, un sospechoso y una prueba material que podría servir para acabar con la impunidad: los restos biológicos conservados en el Instituto Nacional de Toxicología. En su momento, la causa de Blanes fue archivada a falta de sospechosos. El ADN de la muestra no fue analizado, ni siquiera tras las condenas de Antonio García. Quizás aún se esté a tiempo.
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