Mamá, Pepito me ha pegado
Llanto. "Papá / Mamá, X me ha pegado". Es una frase que Carlos (nombre ficticio) pronuncia a menudo. También es habitual que acuda llorando o protestando a sus padres porque otro niño le ha arrebatado su juguete o se le ha impuesto en la lucha por un columpio o un balancín. Carlos no tiene un carácter fuerte, nunca lo ha tenido. Desde siempre, y ha cumplido tres años, suele ser el que acaba con lágrimas en las disputas, el que se queda sin juguete tras tímidas protestas.
Sus padres no tienen una idea clara de cómo afrontar estas situaciones. Por un lado, la respuesta más natural se traduce en ganas de reprender al pequeño agresor, pero no es fácil regañar al hijo de otro, más aún cuando sus papás están presentes. Son ellos quienes deben hacerlo, entienden, otra cosa es que lo hagan. Al final, la respuesta suele centrarse en el propio, al que se consuela y se le da o quita la razón, se le calma, se le repone el objeto perdido o se le sustituye por otro que lo distraiga y lo devuelva a su alegría.
Los padres de Carlos se resisten al clásico "si te pegan, pega" y parecen optar por un más moderado "si te pegan, dímelo o díselo a la profesora". Pero a veces preferirían que su hijo tuviera un poco más de carácter y defendiese con un poco más de ahínco sus cosas, en vez de rendirse a la primera y recurrir a la ayuda de un adulto.
Se preguntan a menudo cómo pueden reforzar el carácter de su hijo, para que sepa afrontar con más entereza ese tipo de situaciones. No es un trabajo fácil, de un solo día, admiten Javier Pizarro, educador infantil, y Darío Rico, psicólogo infantil. En primer término, ambos hablan de la importancia de prevenir el conflicto, tratar de evitarlo antes de que se produzca, pero todos sabemos que eso es imposible en muchísimas ocasiones, en las que nos percatamos del conflicto cuando uno de los pequeños rompe a llorar.
A partir de ahí, ambos coinciden en una palabra: "Estrategias". Opinan que hay que proporcionar a los niños estrategias para que resuelvan las disputas. Dado que serán muy pocas las ocasiones en que un niño de tres años se encuentre sin la compañía de un adulto, la participación de éste es esencial. Hay que procurar que el niño débil se sienta reforzado, hay que darle la razón cuando la tiene o reforzar su capacidad de decir no. También mencionan conceptos como la "negociación" o la "mediación": No puedes quitarle a Carlos su juguete -le damos así la razón a Carlos-, pero podríais compartirlo, o podrías esperar a que él juegue para que llegue tu turno. Si el quitante persiste en su actitud, entonces hay que trabajar con él, apartarle del juego, por ejemplo, y que Carlos lo vea, -"impedir que el brutote se salga siempre con la suya", dice Javier; "que Carlos sienta que no está solo", dice Darío-. Así, el débil se sentirá reforzado y verá que, si es él el que se comporta de esa manera, tendrá consecuencias. En última instancia, Javier no descarta el "si te pegan, pega".
Rico apunta también a los cuentos, escenarios donde plantear problemas como los que los pequeños se pueden encontrar. El cuento puede orientarle hacia una salida o él mismo puede imaginarla.
También ambos coinciden en que no se trata de una vez, ni de dos. La repetición de las ocasiones es la que va a dejar un poso en el niño, la que lo irá "modelando". "Se trata de dar a los niños estrategias para que luego las generalicen", aconseja Darío. "Hay que repetirlo constantemente; los resultados tardarán", dice Javier. Y también aconsejan que el adulto, una vez haya dado estas pautas, vaya retirándose, para que sea el niño el que ponga en práctica las estrategias que le van dando.
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