Mensaje S.O.S
Tengo a un cliente sentado en mi mesa esperando que le ampliemos el plazo de la hipoteca, puesto que se le acaba el paro y no puede asumirla. La desesperación frente a frente a la desesperación
Lo estoy redactando disimuladamente desde el ordenador de mi oficina. En secreto os describo lo que veo. Levanto la vista por encima del monitor y hecho una ojeada a mis compañeros de oficina. Es la desolación de una batalla perdida. Veo estrés, caras largas, miradas en el vacío, teléfonos sonando. Veo la desesperación ante el seguro cierre por parte de la empresa y nuestro ineludible despido. Es una situación de emergencia, rogamos, a quien competa, manden ayuda urgente.
Cuando empezó todo y eramos simples aprendices, siempre nos decían nuestros instructores cosas como; "No conocéis el mundo laboral, es muy duro, es una guerra". "Debéis estar muy formados para optar a un elevado estatus económico y laboral". "Elegid carreras universitarias con grandes posibilidades laborales". Durante el periodo universitario las expectativas de victoria eran muy altas. Diferentes mensajes nos hacían optimistas. Unos políticos se endiosaban hablando de su milagro económico español. Otros que llegaron mas tarde al poder dijeron: "Estamos en la Champions League de la economía mundial". Muchos de mis compañeros de facultad no se conformaron con la licenciatura y continuaron con su hiperformación, en pos de un horizonte laboral lleno de expectativas. Mi caso fue algo peculiar, ya que me surgió el empleo antes de terminar la carrera. Para mi todo iba sobre ruedas. Me lance prematuramente a la guerra y a pesar de todo estaba vivo.
Pasaron unos pocos años. La guerra de la vida laboral había hecho estragos entre mis compañeros de facultad. Cerca de la mitad de los licenciados no obtuvo un trabajo acorde con su formación. De hecho varias veces me encontré con mas de uno en los bares de copas o restaurantes de la ciudad trabajando de camareros. Muchos se fueron a buscar fortuna a guerras extranjeras. Del resto, puedo calcular aproximadamente que solo uno de cada cinco tiene a día de hoy contrato fijo y casualmente no suele corresponder al grupo de los mas formados.
Claro, hace ya un tiempo descubrí que la guerra no entiende de formaciones. El resto, si tienen suerte, llevan años realizando practicas o sustituciones. Desolados por una constante inestabilidad, regada alternativamente con un infrasueldo y con la prestación del paro (si la hay). Ya se ríen al oír la palabra mileurista. Sin un futuro, sin perspectivas y absolutamente decepcionados. Pero al echar un vistazo fuera de mis contactos de Facebook, uno fácilmente comprueba como el paro, los infratrabajos con sus infrasueldos y la desesperación no solo atañe a los que realizamos mayor esfuerzo en nuestra formación, si no que afecta a todos por igual. Son todos los abatidos de la batalla y se cuentan por millones. Muchos, muchos millones ya que ellos también están derrotados, no solo los parados. Pero estas estadísticas no se consideran. ¿Que hay de aquellos que nos prometieron la victoria?.
Yo era un privilegiado. Era indefinido. Pero una sombra se ha cernido sobre nuestro batallón. La empresa, para mantener los beneficios pactados a los accionistas debe reducir gastos, cerrando nuestra oficina (entre otras muchas) y produciendo despidos masivos. Es la crónica de una muerte anunciada y la desesperación aun es mas latente. Para la estocada final solo esperamos la entrada en vigor de la reforma laboral.
Esa que elimina de facto el concepto de contrato indefinido, para convertirlo en contrato "a la calle cuando se quiera y gratis". La guerra, gracias a los mismos políticos que se creían dioses de la economía o los que decían encontrarse en la Champions League, arrasara también a los hasta ahora afortunados indefinidos.
Este es un mensaje S.O.S, por favor estamos desesperados. Manden ayuda urgente. Pero me dirijo a usted. Si usted, el lector. Es a usted y a mi a quien compete. No exclusivamente votando cada cuatro años y delegando responsabilidades. Levántese por favor de su sillón y salga a la calle.
Acaben con una guerra cruel, despidan a sus representantes (estén pintados de azul o rojo descolorido, vienen a ser las caras de la misma moneda) y exija un cambio, un nuevo modelo que no tienda a convertir a la fuerza productiva asalariada en un mero in-put. Un cambio hacia la esperanza.
Pongo fin al mensaje. Tengo a un cliente sentado en mi mesa esperando que le ampliemos el plazo de la hipoteca, puesto que se le acaba el paro y no puede asumirla. La desesperación frente a frente a la desesperación.
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