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Reportaje:

"Mi padre hoy podría ser mi hijo"

Entregados a sus familiares los restos de 44 fusilados del franquismo

"Mi padre hoy podría ser mi hijo. Lo mataron cuando tenía 36 años y yo tengo ahora 78. Estoy muy contento de haberlo recuperado, he cumplido un sueño". Ampelio Antón ha recibido esta mañana un pequeño cofre con los restos de su padre, fusilado y enterrado en una fosa común con otras 28 personas en 1936. Ampelio ha dedicado su vida entera a buscar, en cada una de las cuatro fosas del monte de La Andaya (Lerma, Burgos) un esqueleto con un reloj.

Los arqueólogos rescataron 85 esqueletos en dos veranos en este paraje. El reloj no apareció, pero el análisis de ADN permitió identificar a uno de ellos como su padre. "Debieron de quitárselo antes de asesinarle. Los forenses me han enseñado el cráneo y las balas que le mataron ", ha explicado Ampelio antes de enterrar a su padre bajo una lápida que se ha hecho construir en su jardín "con una piedra especial encargada en Zamora y letras de bronce".

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La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica y la Sociedad de Ciencias Aranzadi han entregado esta mañana a 44 familias los restos identificados de los suyos en un acto cargado de emoción en la Casa de la Cultura de Aranda de Duero. Algunos de ellos habían hecho muchos kilómetros, desde Brasil o Francia para asistir a la ceremonia. Todos habían esperado más de 70 años para recuperar los restos de sus seres queridos.

"Soy Santiago Revilla, el hijo mayor de Pedro Revilla Barbero, alcalde de Nebrera. No me separé ni un minuto de él hasta que se lo llevaron...". "Soy Máximo, el hijo pequeño, aún no había nacido cuando lo mataron", han dicho al recoger su cofre. José Ignacio Casado y José María Rojas, investigadores, casi tan emocionados como los propios familiares, han ido llamando a los descendientes de las víctimas para entregarles los restos después de recordar en voz alta la breve biografía de cada uno. Hay chicos de 17 años, muchos maestros, corporaciones casi enteras de los pequeños ayuntamientos de la zona o parejas de hermanos que fueron fusilados juntos.

Han sido identificados gracias al trabajo de dos años de Aranzadi que realizó la exhumación arqueológica y el análisis de ADN, pero también gracias a la investigación en archivos penitenciarios y al hallazgo de los objetos que portaban las víctimas en sus últimas horas: la alianza de casado de Tomás Requejo con el nombre grabado de su esposa Benita, o los botones del uniforme de un empleado del Patronato Nacional de Turismo.

El forense Francisco Etxeberría, que ha dirigido con el arqueólogo Luis Ríos las exhumaciones, ha asegurado que no va a poder rescatar a todas las víctimas que aún yacen en las cunetas, pero que "cada uno de los que rescatamos es el padre de todos". También ha explicado que el trabajo a pie de fosa le ha servido para darse cuenta de que víctimas no son solo los dueños de los huesos atravesados por las balas que él examina en el laboratorio, "sino también sus familias, sus viudas, sus hijas".

El presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, Emilio Silva, ha querido recordar a Toru Arakawa, un japonés que cruzó el mundo dos veces para ayudar a encontrar los restos entregados esta mañana y que falleció el año pasado. Silva ha lamentado que el trabajo de búsqueda de desaparecidos sigan haciéndolo "voluntarios y no funcionarios" y que el único juez que se atrevió a investigar los crímenes del franquismo "haya terminado exiliado en La Haya".

"Esto que estamos haciendo hoy debería ser un funeral de Estado", ha añadido. "Me parece imperdonable que la historia de estas 44 personas no esté en los libros de texto y que en cambio todos tengamos que pagar con nuestros impuestos la tumba del dictador [en referencia al Valle de los Caídos], es un insulto para las víctimas.

Miembros de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica trabajan en una de las fosas comunes en La Andaya, cerca del municipio burgalés de Lerma.
Miembros de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica trabajan en una de las fosas comunes en La Andaya, cerca del municipio burgalés de Lerma.EFE

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