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Blogs / Cultura
Del tirador a la ciudad
Coordinado por Anatxu Zabalbeascoa

La curva de Grcic

Anatxu Zabalbeascoa
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BUTACA MONZA (PLANK)

El alemán Konstantin Grcic (1965) fue carpintero antes de estudiar diseño en Londres. Esa formación paciente, la decisión de concentrarse en pocos proyectos y la necesidad de aportar con cada novedad, le llevó directamente al grupo de diseñadores que se disputan los fabricantes. Con 30 años y poco más de 10 piezas ya había conseguido que su silla Chair One (Magis) y su lámpara Mayday (Flos) pasaran a formar parte de la historia del diseño reciente. La editorial Phaidon recogió aquellos años en un libro. No juzgó oportuno esperar a que el alemán pudiera mostrar más obra. Y las grandes productoras, de Vitra a Established Sons o Muji, se pusieron a sus pies. ¿Cómo respondería un tipo concienzudo, analítico y lento a toda esa demanda? Tras el éxito de su silla de plástico Myto (apilable, calada, impermeable y basculante) este año ha presentado dos butacas de respaldo curvo. ¿Puede un tipo con fama de pulcro y exclusivo aprovechar una idea desarrollando dos productos con un nexo común para empresas distintas?

Grcic lo ha hecho. También ha multiplicado su producción en el último lustro. ¿Quiere eso decir que ha triunfado, que aprovecha mejor su experiencia o que ha puesto el piloto automático? Para no hacer conjeturas, centrémonos en dos sillas recientes: las dos piezas de respaldo curvo. El parentesco está en la curva. Y se deduce, observándolas y probándolas, que Grcic no está dispuesto a ceder el terreno conquistado. Se entiende. Si su taburete Miura y su silla Myto (ambas producidas por Plank) sumaban muchas virtudes, la comodidad no era el fuerte de esos icónicos asientos de plástico. Con la curva que recoge en el respaldo cualquier tipo de espalda (ancha o estrecha, larga o corta) Grcic ha dado con una solución a una de sus carencias. ¿Usted que hubiera hecho? ¿Para qué buscar más? Lo que ha hecho el diseñador con esa pieza ergonómica ha sido ensayarla en diversos materiales y colocarla en distintas ideas de asiento. Una hazaña en un tiempo en el que casi todos los fabricantes de sillas buscan lo mismo, la silla comodín: resistente, cómoda, apilable o plegable, con personalidad pero de fácil convivencia, de aire doméstico pero capaz de amueblar un restaurante.

Así las cosas, lo que ha hecho Grcic con su curva ha sido destacarla, en el caso de la butaca Monza de Plank. En esa silla, una pieza de madera apilable de aire nórdico, el respaldo curvo –que también hace de brazos- es el único elemento de plástico. Por el contrario, el diseñador muniqués decidió disimular la curva en la silla B que ha firmado para BD. Esta pieza de madera, de producción española, consigue, de nuevo, un acabado artesanal, pero cuenta con piezas de aluminio en su estructura. Plegable y con patas en forma de X, su expresión se concentra en un punto tradicionalmente olvidado por los tapiceros (el bajo del asiento). Sólo cuando la silla B se pliega aparece el color que pinta su estructura de aluminio. En un país de fiesta y griterío como el nuestro, sólo cuando termina la fiesta se decide el tímido Konstantin a desvelar sus secretos. Y eso que cada vez tiene más.

88  90

SILLA B DE BD

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