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Los toros, según Manuel Vicent

Lea las columnas publicadas por el autor sobre la llamada fiesta nacional

Más toros

Muchos admiradores de Joaquín Sabina y de Joan Manuel Serrat quedaron pasmados al verlos una tarde sentados en una barrera de la plaza de toros de Barcelona durante una corrida. En esta vida hay cosas que no encajan por muchas vueltas que les des. Uno puede imaginar a Serrat aplaudiendo a Pau Gasol o a Rafa Nadal y oír a continuación Paraules d'amor sin que se te rompa ningún esquema. Pero la profunda sensibilidad de esa canción está a mil años luz de un puyazo que hace correr la sangre del toro hasta la pezuña....

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Perdedor

Frente al nuevo diseño de los jóvenes españoles que estudian en las universidades de Europa y Norteamérica, que viajan por todo el mundo e imponen la evidencia de pertenecer a un país moderno y lleno de vitalidad, existen actitudes castizas, que le dan a España un aire rancio todavía. Esa dicotomía se ha visto muy clara entre los hinchas del equipo nacional en el Mundial de fútbol en Alemania. Esta vez la bandera española, cuya asta ha servido en muchas ocasiones para aplastar el cráneo de los demócratas, ha cohesionado el entusiamo general en los momentos de triunfo....

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Ya están de nuevo aquí los puyazos, las estocadas, los descabellos, los vómitos de sangre, donde abrevarán las moscas bajo el flamear de la bandera de España; ha comenzado la temporada taurina en las Ventas, el rito brutal y a la vez manierista, que convertirá la tortura y la muerte en un espectáculo moral. Lo menos que se puede decir de la fiesta degradante de los toros es que está fuera de época. Éste ya no es el país de gente desdentada y patilluda que alcanzaba la gloria metiéndose entre pecho y espalda vino de bota mientras un torero, a cuchillada limpia, hacía un estofado sobre un animal para solazarle y afirmar al mismo tiempo los valores de la raza....

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Dijo el matador de toros Rafael El Gallo: " No sé qué es peor, que te arrojen almohadillas en la plaza de Las Ventas o que te saquen a hombros en la Monumental de Barcelona". Ese torero tenía psicología. Imaginaba que un catalán aficionado a la fiesta nacional era como un extraño ser disfrazado de castizo. Si este impostor te concedía dos orejas y rabo, había que hacer todo lo posible para que no se enteraran en Sevilla, porque ese éxito podía arruinar tu carrera....

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