Buscando (desesperadamente) la cumbre
El domingo, al amanecer, salimos de la cabaña Turnuri (1.500 mts.) en busca de la cumbre del Moldoveanu (2.544 mts.), la cima más alta de Rumanía. En condiciones normales se tardan una siete horas desde el refugio hasta la cima, más las que te lleve luego el regreso. Así que partimos mentalizados de que iba a ser un día muuuuuuy largo.
Dos horas después se alcanza la cabaña Podragu, a 2.100 metros de altitud, el refugio más alto de esta vertiente, situado junto a una laguna (ahora helada), al pie de un hermoso circo de piedra. En verano este es el punto habitual desde el que se suele atacar la cumbre. Pero cierra el 1 de noviembre, así que en estas fechas hay que estirar la jornada desde Turnuri.
Hasta aquí todo iba bien. El día nublado, amenazando nieve... pero aguantaba. Luego viene un corredor de unos 40 grados entre paredes muy verticales que te coloca por fin en la arista cimera, ya a unos 2.350 metros de altura. Pero la cima no está cerca. El Moldoveanu no es una montaña aislada, es más bien la cresta que destaca sobre otras muchas cumbres de parecida altura a lo largo de una arista de varios kilómetros de longitud.
Empezamos a caminar por ella... hasta que la suerte cambio. O lo que es lo mismo, cambio el tiempo. Las nubes se cerraron, la nieve empezó a caer y nos vimos avanzando por el filo de una navaja en medio de una sopa de leche. No se veía nada. Hicimos tres o cuatro cumbres menores casi a ciegas. Hasta que la niebla se hizo tan espesa que si uno de adelantaba el otro lo perdía de vista. Calculo que llegamos a una antecumbre llamada Vistea Maris, muy cerca ya del pico final. Pero podíamos estar en lo alto de la Giralda que nos daba lo mismo: todo blanco alrededor (como podeis comprobar en la foto inferior).
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