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Cuánto me cuesta un policía

Quienes deben proveer la seguridad, son quienes producen inseguridad en México

Las historias sobre la realidad mexicana que circulan en el mundo hoy en día están teñidas de rojo por la violencia derivada de la guerra contra el narcotráfico. Paradójicamente, lo que se ve es menos grave de lo que sucede. Los delitos federales derivados de la lucha contra los cárteles de la droga representan apenas el 8% del total nacional; los delitos del fuero común suman el 92% restante. Pero estos delitos, precisamente, son los que padecen cotidianamente los ciudadanos ordinarios, que muy rara vez quedan en medio de enfrentamientos entre policías y narcotraficantes, pero que todos los días están expuestos a robos, secuestros y muertes derivadas de actos de violencia.

¿Quiénes son los responsables de cuidar y proteger a los mexicanos de estos delitos? Las policías estatales y las municipales. Hay poco más de 2.000 corporaciones de su tipo que funcionan en todo el país, y que pese a lo abultado de su número sirven poco. Se les teme, se les desprecia y no se quiere saber nada de ellos. Quienes deben proveer la seguridad, son quienes producen inseguridad. Aunque parece un contrasentido y generalizar lleva regularmente a equivocaciones, en el mundo de la realidad y la percepción de los mexicanos, la policía es su principal enemigo, y símbolo de corrupción y crimen.

Aunque esta discusión volvió a aparecer en el paisaje nacional como consecuencia del debate público sobre la posible utilización de mercenarios para combatir a los criminales, el tema de la seguridad pública no deja de ser el que más aprisiona el corazón mexicano, que se siente totalmente inseguro. Es un problema vivo sobre la epidermis ciudadana, que a veces parece huir hacia la deshumanización cuando los muertos en una guerra contra el narcotráfico se convierten en una estadística deportiva donde cada día se rompe un nuevo récord. Pero no hay nada, de acuerdo con las encuestas, que genere más miedo entre los mexicanos. Estos temores se dan sin siquiera saber la mayoría de los mexicanos que el estado de cosas, de por sí muy graves, peor se pueden poner.

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Por ejemplo, ignora la mayoría que hay un mercado abierto donde se puede alquilar a un policía para cometer un ilícito. En la tarifa de los trabajos inverosímiles que existen en el mercado de la muerte, cuesta alrededor de 220 dólares contratar a un policía para que le de una "calentadita" a quien uno desee. "Calentadita" es un eufemismo policial que significa dar una paliza a una persona. Matar a alguien es, por supuesto, más costoso. En la tabla clandestina de precios y servicios, asesinar a una persona ordinaria puede cotizarse desde 400 dólares, o llegar a casi siete mil, que es lo que se pagó por el asesinato de Édgar Millán, el coodinador de la División Antidrogas de la Policía Federal en 2008.

Entonces, ¿cuánto cuesta comprar un policía? La Secretaría de Seguridad Pública Federal tiene un peculiar índice de corrupción policial que utiliza para demostrar las enormes deficiencias estructurales en las policías mexicanas, y que ha servido como uno de los argumentos para que se pida reiteradamente la creación de una policía nacional en lugar de las 2 mil 200 policías estatales y municipales que están totalmente rebasadas. En esa tabla se puede apreciar cuáles son las plazas donde la delincuencia organizada tiene más competencia -las bandas de criminales rivales-, por lo cual tiene que invertir más dinero en la compra de protección.

Los datos fríos de ese estudio no permiten ver en toda su dimensión el impacto de esta compra de policías. Pero como una pequeña ilustración está el caso de un discreto y humilde operador de la planta de radio de la policía de Monterrey, la capital financiera del país, en el norteño estado de Nuevo León. El operador de la planta juega un papel central en la forma como se mueven las patrullas por la ciudad. Uno de ellos, reclutado por un cártel de drogas, le pagaba 110 dólares al mes para que cuando le dijeran por qué avenidas iba a pasar uno de sus cargamentos, se encargara de enviar a las patrullas lejos de esa ruta, con cualquier pretexto, para evitar un enfrentamiento. Con ese dinero complementaba sus ingresos mensuales. Parece nada, pero cuando tres de cada cinco policías en México ganan menos de 300 dólares mensuales, esas cifras dejan de ser absurdas y transfieren lo absurdo a la realidad.

En el índice de la corrupción, sólo tres de las 32 entidades en el país pagan a sus policías ligeramente arriba de lo que llaman "el nivel mínimo de subsistencia". En el resto, las diferencias entre los salarios reales y los mínimos básicos juegan como en un carrusel. La mayoría de las entidades cubren apenas dos terceras partes del salario que necesitarían en ese "nivel mínimo" establecido a partir del per cápita de cada entidad sobre la media salarial. Pero hay otras que apenas cubren la mitad o hasta un 40 por ciento de lo que necesitaría un policía para vivir.

Se han dado casos donde hay policías que trabajan para criminales por una cuota de 25 dólares al mes, lo que subraya el dramatismo de la disfuncionalidad en la que viven las corporaciones policiales. Hay otros casos de cuerpos de élite que desertaron del Ejército por razones meramente económicas. Sus sueldos empiezan ligeramente arriba de los 500 dólares mensuales, pero un cártel de drogas paga 800 dólares al mes a los reclutas con tres meses de preparación, y tres veces más que lo que gana el militar, para aquellos con seis meses de permanencia en la organización criminal. Un oficial de un cuerpo de élite, con conocimiento en tareas de inteligencia o telecomunicaciones, o diestro en el manejo de armas, puede comenzar a ganar con los narcotraficantes hasta dos mil 500 dólares mensuales.

Las policías estatales y municipales se han convertido en el principal grupo de apoyo de las grandes bandas criminales. Bajo el amparo de su placa y sus pistolas, son los operadores de campo en extorsiones y secuestros, quien proveen seguridad y protegen a los capos de la mafia mexicana. Participan en levantones, como se le llama a las acciones donde secuestran a una persona para torturarla, y son copartícipes de ejecuciones. Sin ellos, el trabajo de las organizaciones delictivas sería más costoso y más difícil. Con lo policías de su lado, el negocio del crimen y la muerte se vuelve menos complicado y más seguro.

Se han dado casos donde todas las estructuras de jefes en departamentos de policías estaban al servicio de los narcotraficantes, y dejó de ser una excepción que el Ejército o la Policía Federal tome las instalaciones de una policía estatal o municipal, desarme a sus elementos y los meta en la cárcel. Es totalmente normal que se descubra que los jefes visibles de los cárteles del narcotráfico haya sido policías en sus orígenes, y sus brazos armados controlados y dirigidos por ex militares de los cuerpos de élite.

Afirmar que todos los policías mexicanos son un subproducto del quiebre institucional en el modelo de policía mexicano y que al amparo de las sombra son delincuentes, sería injusto para aquellos que se han mantenido al margen de la delincuencia. Pero lo que sí se puede afirmar sin márgenes de equivocación, es que hay suficientes policías que trabajan del lado del mal para hacer de este fenómeno, una pesadilla nacional.

Raymundo Riva Palacio dirige ejecentral.com.mx

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