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Reportaje:CRÍMENES Y CRIMINALES | el asesinato de Santamaría Garraleta

La muerte esperaba tras el mitin

El funcionario del Ministerio de Trabajo José Luis Santamaría Garraleta, de 52 años, murió apuñalado en julio de 1987 cuando regresaba de un acto de Alianza Popular

"Lo que está claro es que la policía no se lo tomó en serio. Lo consideró otro crimen más y no lo trabajó a fondo". Así de rotundo se muestra Pablo, el hermano mayor de José Luis Santamaría Garraleta. Han pasado 22 años desde que este funcionario del Ministerio de Trabajo muriera apuñalado cuando acudía junto a un amigo a un mitin en el conocido parque del Retiro. Más de dos décadas y no se sabe si tras el homicidio hubo un intento de atraco o algún fin político, ya que la víctima era un fiel simpatizante del Centro Democrático y Social (CDS) de Adolfo Suárez. La exigua declaración de su acompañante no sirvió a los investigadores para capturar a los dos hombres que le abordaron y le pidieron un cigarrillo. Ahora ya es un caso cerrado.

La víctima recibió la puñalada mortal por la espalda cuando intentaba huir de sus atacantes
La policía de Madrid sólo guarda dos folios de la denuncia del amigo del fallecido en sus archivos

Corría el 8 de junio de 1987 y en Madrid se celebraba el cierre de la campaña electoral de los comicios municipales. Santamaría Garraleta, un hombre de 52 años inquieto y enamorado de la política, quedó con su amigo José María S. B. Su previsión era acudir al mitin que iba a pronunciar Adolfo Suárez en el teatro Monumental. Pero sus planes fallaron. El local estaba tan abarrotado que resultaba imposible franquear la puerta.

Ante este contratiempo, los dos improvisaron sobre la marcha y cambiaron de planes. A pocas calles, Manuel Fraga cerraba la campaña electoral de Alianza Popular (AP) en un acto junto al Retiro. Santamaría y su amigo escucharon a los intervinientes durante un rato, pero luego decidieron dar una vuelta por el famoso parque madrileño. Eran aproximadamente las 22.30 cuando les salieron al encuentro dos jóvenes, cerca de la calle de Antonio Maura. "¿Podéis darnos un pitillo?", le preguntó uno a los amigos. Santamaría les alargó el paquete y murmuró al oído de su amigo que se tenían que marchar, porque aquellos tenían mala pinta. José María echó a correr para pedir ayuda. Se fue directamente hacia los policías municipales que vigilaban en el mitin de AP.

"No me extraña nada que mi hermano les plantara cara a sus atacantes. Era una persona de sangre muy caliente y que no soportaba la injusticia. De ahí que se enfrentara a ellos", afirma Pablo.

Cuando llegaron los agentes, Santamaría estaba tirado en el suelo, con un hálito de vida. Sus ropas estaban empapadas en sangre. "Le rasgaron la yugular ascendente y se desangró rápidamente", recuerda el hermano. Pero hubo un detalle importante en el caso. La puñalada se la asestaron por la espalda, como si Santamaría quisiera huir al verse en una situación de peligro. Eso le impidió cualquier maniobra defensiva.

Poco pudieron hacer por él en el hospital, pese a que estaba muy cerca. "Madrid. 9 de junio de 1987. Hora: 2.15. Paciente: José Luis Santamaría Garraleta. 52 años. Hijo de Victorino y María. Causa de la muerte: shock hemorrágico agudo por herida penetrante en tórax por arma blanca. Juzgado 33 de Madrid. Diligencias 2.232/87 M". Así reza el certificado de defunción que firmaron los médicos en el hospital Provincial de Madrid -actual Gregorio Marañón- por la muerte del funcionario de Trabajo.

"A mí me llamó Luis, un amigo de mi hermano, y me dijo que fuera de inmediato a Madrid porque habían apuñalado a José Luis. 'No corras mucho, porque te vas a encontrar un cadáver' me dijo de manera muy gráfica", rememora Pablo en su domicilio de Burgos. "Cuando llegué a la capital, ya estaba embalsamado y casi no tuve tiempo de hacer nada", añade. Desde entonces, sólo fueron palos de ciego por parte de la policía, según protesta el hermano.

La declaración del amigo que acompañaba al funcionario del Ministerio de Trabajo de poco sirvió para localizar a los autores. Tan sólo se limitó a dar la descripción física de los asaltantes: "Un hombre joven, de unos 20 años, de complexión fuerte y vestido con unos pantalones vaqueros". Con esa descripción resultaba casi imposible detener a alguien. Al no haber relación entre la víctima y su homicida -lo que ocurre en un altísimo porcentaje de los asesinatos-, había que buscar una aguja en un pajar. Tampoco se disponía de los medios tecnológicos que hay en la actualidad, como cámaras de videovigilancia o posicionamiento de los teléfonos móviles, entre otros. "El amigo que lo acompañaba, José María, estaba tan acojonado, tan asustado de que luego fueran a por él, que no se le podía preguntar ni por ello. Desde luego, si sabía algo, se lo debió callar por el miedo que tenía", añade Pablo, que recuerda que entre ambos había muy buena amistad.

En aquel entonces no existía la sección de homicidios en la policía madrileña. Hubo que esperar unos dos años para crear un grupo de especialistas en la materia. Por eso, de la muerte se hizo cargo el grupo antiatracos de la Brigada Judicial de Madrid. "Los policías registraron la casa en la que vivía mi hermano, en la calle de Abtao, cerca de la avenida del Mediterráneo. Buscaron de todo, pero no hallaron nada especial que les permitiera dar con la solución. José Luis estaba soltero y no había cosas raras en su apartamento", explica Pablo.

El cuerpo de Santamaría fue enterrado en su pueblo natal, en Cervera del Río Alhama, un municipio riojano situado muy cerca del límite con Navarra. Acudieron bastantes personalidades, entre ellas algún ministro, dado los conocidos que tenía el fallecido. "Han pasado 22 años y los recuerdos ya están muy borrosos. Hubo mucha gente, pero no me acuerdo de los que acudieron exactamente", reconoce Pablo.

Pero ¿qué hubo realmente tras la muerte de Santamaría? Ahora resulta muy difícil determinar un móvil para este crimen. Los agentes de entonces, según recuerda la familia, se centraron en yonquis que querían dinero para su dosis diaria. La versión parece factible, sobre todo si se tiene en cuenta que ambos asaltantes levantaron ciertas sospechas en su víctima. Además, Madrid vivió una oleada de muertes violentas durante aquel 1987. A la muerte del farmacéutico Agustín Arce Molina, ocurrida el 31 de enero, se unieron otras, como policías, estudiantes, un vigilante de seguridad, el bailarín Enrique Esteve (hermano de Antonio Gades) y el industrial naviero Joaquín Menéndez Ponte, de 59 años. Ocurrió sólo ocho días antes, el 1 de junio, cerca del paseo de La Habana, cuando salió en defensa de su cuñado, el marqués de Feria.

"¿Móvil político? No lo creo. Mi hermano era un asiduo de la política, pero no tanto como para que se fijaran en él. No era un cabeza visible de algún movimiento, como podrían ser otros", reconoce Pablo. Efectivamente, la víctima tenía un amplio currículo vinculado a la política. Santamaría estudió Derecho en Deusto y después en Valladolid. Funcionario de carrera, trabajó 12 años en el Instituto de Inmigración. También fue el agregado cultural en la Embajada de España en Francia durante dos años. Después regresó a Madrid, donde su destino fue el Ministerio de Trabajo. Este puesto lo compatibilizaba como profesor asociado por las tardes en la Universidad San Pablo-CEU. Allí impartía clases de historia del derecho en la cátedra del profesor Escudero.

La policía llamó en varias ocasiones a la familia para decirles que estaba investigando el caso. Les habló un inspector llamado Velayos, según recuerda Pablo. Pero de repente, y tras unos meses, los agentes dejaron de comunicarse con los allegados. Y en los archivos de la policía no consta prácticamente nada del caso. En los sótanos de la Comisaría General de Policía Judicial -la central para los crímenes de toda España- sólo se guardan dos folios de este caso. Es la denuncia que presentó José María en la comisaría de Retiro, con la ya citada exigua declaración. El resto está perdido o destruido. En 1987, la Brigada de Policía Judicial se encontraba en la plaza de Pontejos, a escasos 50 metros de la Puerta del Sol. Unos años más tarde se trasladó a su sede actual, cerca de la glorieta de Cuatro Caminos. "Seguro que en el traslado se perdió lo que hubiera del caso. A algunos policías que llevan más tiempo les suena el caso, pero tienen ideas muy vagas", reconoce una portavoz de la Jefatura Superior de Policía de Madrid. En el edificio actual no hay ni rastro de aquel crimen. Como si no existiera ni hubiera existido para los investigadores de la capital. Todo un misterio.

Pero algunos históricos de la Brigada de Policía Judicial sí recuerdan algunas cosas. Hablan incluso de que se investigó si hubo un trasfondo sexual. Pero de nuevo se entró en una vía muerta que no llevó a ningún lado. "Como se hace siempre, se miró todo, pero nos dedicamos a la más factible: el robo. La cartera del fallecido no apareció por ningún lado. Lo más lógico es que se la llevaran los que le atacaron", recuerda este investigador. Lo que no fue hallado por ningún lado, ni en las papeleras o contenedores cercanos, fue el cuchillo que emplearon los asesinos. "Seguro que lo tiraron en cualquier lado para que no pudiéramos recuperarlo", añade este agente.

Otro punto que investigó la policía fue un altercado que tuvo Santamaría en una cafetería cercana a su domicilio. Cuando fue al servicio, le abordó un hombre que le quiso robar, según recuerda su familia. El funcionario no lo dudó un momento y la emprendió a golpes con su atacante. "Me he liado a hostias con uno que me quería atracar", subió diciendo a los que le acompañaban. Le llenó de golpes y hematomas. El caso no llegó a más. Y tampoco sirvió para esclarecer su muerte. "Siempre fue muy echado para adelante, quizá hasta un poco inconsciente. Nunca veía el peligro ni le tenía miedo a nada. Si en el Retiro le pidieron el dinero, seguro que se resistió y por eso terminó como terminó", resume Pablo.

En el piso de la calle de Abtao quedaron los centenares de notas que Santamaría había preparado para su tesis doctoral. Su especialidad era la Inquisición, y más concretamente en Navarra. De hecho, había empezado a escribir a máquina parte del trabajo doctoral, pero no llegó más que a unos folios. Eso sí, atrás quedaban los libros que sobre la materia había publicado con los historiadores Pérez Villanueva y José Antonio Escudero López. El fallecido era íntimo de este último. Las tías de Escudero eran farmacéuticas en Cervera del Río Alhama -el pueblo natal de Santamaría-, lo que facilitó la amistad entre ambos. "Mi hermano era una persona muy abierta. Le encantaban las fiestas y estar con los amigos. Además, siempre era muy activo. Escribía muy bien y, junto con su don de gentes, le permitía dar muchas charlas sobre historia. Algunas las dio incluso en el Casino de Madrid", describe su hermano. Su último puesto fue jefe de sección en el Ministerio de Trabajo, lo que le dio oportunidad de organizar concursos de pintura, literatura... "Tenía el despacho lleno de cuadros", resume Pablo.

"Ahora ya sólo quedan hipótesis y alguien que sabe la verdad y que no ha tenido el suficiente remordimiento para declararse culpable", afirma Pablo con la mirada perdida en el horizonte. Otra hipótesis que manejó la familia es que, si se trataba de yonquis, murieran al poco y que la policía se olvidara del homicidio. Como cualquier otro crimen que prescribe. En este caso, a los 20 años. "Ya no se puede hacer nada. Son como tantas historias que desaparecieron en el olvido. Ya me gustaría saber a mí quién le acuchilló y que hubiera pagado por ello", concluye el hermano con cierta resignación.

Mitin de cierre de campaña de las elecciones municipales de AP en el parque del Retiro, el 8 de junio de 1987, 
al que acudió Santamaría Garraleta.
Mitin de cierre de campaña de las elecciones municipales de AP en el parque del Retiro, el 8 de junio de 1987, al que acudió Santamaría Garraleta.MARISA FLÓREZ
El fallecido, junto a una amiga, disfrazado de la popular pareja Tip y Coll. Imagen cedida por la familia.
El fallecido, junto a una amiga, disfrazado de la popular pareja Tip y Coll. Imagen cedida por la familia.Imagen cedida por la familia.
José Luis Santamaría Garraleta, durante una visita a los cursos de verano de la Universidad Menéndez Pelayo, en Santander.
José Luis Santamaría Garraleta, durante una visita a los cursos de verano de la Universidad Menéndez Pelayo, en Santander.Imagen cedida por la familia.

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