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LA OFENSIVA TERRORISTA

'El Diario Vasco', objetivo de ETA

ETA ha asesinado ya a tres personas vinculadas al Grupo Correo, al que pertenece el diario.- Los trabajadores del periódico manifiestan en un comunicado su repulsa por el atentado

La primera víctima mortal vinculada al Grupo Correo que asesinó ETA se remonta al 22 de junio de 1977. El consejero delegado de los diarios El Correo Español-El Pueblo Vasco, de San Sebastián, Javier de Ibarra y Berges, de 63 años, fue asesinado por miembros del comando Zaharra de ETA p-m tras permanecer secuestrado durante un mes.

Apenas siete meses después, el 17 de enero de 1978, el propio director del mismo periódico, Antonio Barrera Ballarín, fue apaleado por dos individuos que le provocaron la pérdida del ojo derecho; y el 12 de noviembre de 1979 se producía la segunda víctima mortal vinculada al grupo empresarial, al ser asesinado el guarda forestal y colaborador de El Diario Vasco, Fernando Rodríguez Espínola, en el interior de un bar de Oyarzun (Guipúzcoa).

Más información
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Volar el edificio

El pasado mes de febrero, la captura del comando Tttotto reveló que la dirección de la organización terrorista había dado instrucciones a este grupo para penetrar en el edificio del periódico en San Sebastián y dinamitarlo. Los etarras habían estudiado los movimientos de las furgonetas de reparto y los sistemas de seguridad del diario para determinar la forma de introducirse en el edificio burlando la vigilancia.

Un mes más tarde, la captura del comando Gaua permitió conocer que sus miembros habían recogido informaciones sobre el director de El Diario Vasco para atentar contra él. Durante cinco semanas, los terroristas estuvieron vigilando los movimientos del responsable del periódico. Los datos recopilados fueron pasados posteriormente a un miembro liberado de ETA.

Este mismo grupo es el que había vigilado a la periodista de EL PAÍS Aurora Intxausti y a su marido Juan Francisco Palomo, de Antena 3, informaciones que sirvieron para preparar el atentado que resultó fallido.

Además, el periódico guipuzcoano ha sufrido en los últimos años varios atentados contra sus sedes, perpetrados por los grupos que practican la violencia callejera. Sólo el pasado año, sus oficinas fueron objetivo de cinco ataques.

Ataques contra el Grupo Correo

Otros medios de comunicación del grupo también han sufrido amenazas, ataques y sabotajes, que se han recrudecido especialmente tras la ruptura de la tregua.

En mayo de 1997 el colectivo de presos etarras remitió a varios medios de comunicación un escrito en que les acusaba de "amparar a los torturadores" con su "silencio" y calificó a determinados periodistas "mercenarios al servicio de los gobiernos de Madrid y París".

Estos ataques verbales fueron precedidos por diversos actos de sabotaje como el registrado en diciembre de 1995, cuando 3.500 ejemplares de El Correo Español en Deusto fueron destruidos a consecuencia del lanzamiento de un artefacto incendiario. Además en septiembre de 1996, miembros de Jarrai lanzaron huevos contra la delegación de El Correo en Eibar ocasionando algunos desperfectos en ordenadores, paredes y material de redacción.

A comienzos de 1999, militantes de Jarrai colocaron durante días carteles amenazantes en calles de Ansoain (navarra) contra periodistas de diversos medios entre ellos de periódicos del Grupo Correo que incluían frases como "perros con micrófono y pluma" en alusión a los periodistas que acusan de ser "enemigos de Euskal Herria".

A partir del 2000, los incidentes violentos dirigidos contra bienes se sucedieron en las delegaciones del diario El Correo de Getxo, Vitoria, Baracaldo, incluso fue amenazado un distribuidor de prensa de Bermeo con quemarle su furgoneta si no entregaba los ejemplares que transportaba.

A su vez, las dependencias del grupo empresarial también han sido utilizadas por los violentos para expresar sus reivindicaciones como ocurrió el 1 de abril de aquél año en Bilbao. Simpatizantes de ETA se encadenaron el 1 de abril en la sede del periódico, y dos de ellos, enmascarados se encaramaron a un cornisa del edificio para desplegar una pancarta que exigía el reagrupamiento de los presos vascos en Euskadi.

Tras el anuncio de la ruptura de la tregua, un artefacto de fabricación casera compuesto por dos bombonas de cámping gas hizo explosión el 21 de marzo de 2000 en la puerta del domicilio de los padres de Pedro Briongos, redactor jefe del diario El Correo en Bilbao.

Además, el 7 de julio de 2000, la sede de la delegación del rotativo El Correo en Vitoria fue atacada con una bomba que destrozó la entrada pero no causó daños personales. Se trataba de un artefacto pirotécnico oculto en el interior de una mochila de color gris que despertó las sospechas de un colaborador del periódico cuando acudía a los servicios.

Los trabajadores de <i>El Diario Vasco</i>, ante la sede del periódico en San Sebastián durante la concentración en protesta por el asesinato de Santiago Oleaga.
Los trabajadores de El Diario Vasco, ante la sede del periódico en San Sebastián durante la concentración en protesta por el asesinato de Santiago Oleaga.JESÚS URIARTE

Comunicado de 'El Diario Vasco'

Comunicado íntegro leído por el consejero delegado de El Diario Vasco, don José María Bergareche, en las instalaciones del periódico a las 13.30:

"Ante el asesinato de Santiago Oleaga Elejabarrieta

En estos momentos de inmenso dolor, desde la más firme repulsa ante tan odioso crimen, los responsables de El Diario Vasco y de todo el Grupo Correo, los compañeros de Santiago, queremos estar al lado de sus seres más queridos, en un acto solidario con quienes más sufren su pérdida. Esta misma mañana, muy cerca de donde nos encontramos, unos asesinos sin alma le han arrancado el corazón a Amaia y han dejado sin padre a Jon y a Oihana. Y a todos nosotros nos han arrebatado un amigo irremplazable. Los asesinos de ETA han segado otra vida. Hoy nos toca de lleno a nosotros, a cuantas mujeres y hombres hemos contraído un compromiso con la sociedad vasca: servir a su convivencia y a su progreso haciendo posible que cada día fluyan libres la información y el pensamiento.

Por eso han asesinado a Santiago. Porque Santiago había asumido ese mismo compromiso que, cinco horas después de su muerte, tras estas cinco horas de conmoción y desgarro, nos ha convocado aquí para mantener su pálpito y renovar la promesa que, como profesionales de un medio de comunicación, nos hemos hecho a nosotros mismos y a la ciudadanía entera.

Por oficio y vocación nuestro cometido es relatar con rigor y solvencia los acontecimientos. Pero hoy nuestra tarea se vuelve terriblemente difícil: tenemos la obligación de relatar al mundo que en una de las ciudades más maravillosas de la Europa democrática un grupo de fanáticos liberticidas han asesinado a un profesional de la comunicación, y que esa persona era nuestro Santi. Nuestro oficio es la palabra, y por eso sabemos que no hay palabras que puedan llenar -si quiera por un momento- el enorme vacío que deja la irreversible muerte de un ser humano a manos de otro.

No, no podemos llenar el vacío que el asesinato de Santiago ha dejado en todos nosotros. Lo que sí podemos, lo que sí debemos, es continuar con nuestra tarea, que era la tarea de Santi. Matándole a él sus asesinos han pretendido matarnos un poco a todos nosotros. Han pretendido matarnos en nuestra dignidad como seres humanos, en nuestra profesionalidad como periodistas, en nuestro ánimo como ciudadanos vascos. Por eso mismo, porque somos ciudadanos vascos y periodistas, es por lo que nuestro compromiso con esta tierra y con la verdad de la vida frente a la muerte es hoy más firme que nunca.

Tenemos el deber de recordar, hoy y aquí, que el silencio es cómplice del terror, y que por eso mismo no lograrán callarnos. Y, tras el asesinato de Santiago, tenemos el derecho de denunciar que las armas con que en este país se dispara contra la libertad de expresión y contra el derecho a la información las cargan todos aquellos que, de una forma u otra, jalean la coacción o pretenden que la opinión pública permanezca neutral ante el combate que la vida ha de librar contra la muerte. En medio de este dolor, en medio del llanto y entre emociones que necesitamos exteriorizar, debemos estar seguros de que la razón prevalecerá al final. Ese es nuestro compromiso".

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