El desafío de ser pioneros universitarios: “Estudiad, que la vida va muy rápido”
El origen influye en el camino educativo y el apoyo de la familia es clave cuando cada vez se hace más difícil conseguir una plaza en la facultad

Carla Villanueva asegura que, en Bachillerato, era “la rara de las mates y física” y soñaba con estudiar Ciencia de Datos en la Universidad Politécnica de Valencia. Está por cumplir 18 años y además, su meta. Como Villanueva, miles de estudiantes han arrancado este curso sus carreras universitarias y, también como ella, algunos son la primera persona de su familia en ir a la universidad. “Desde pequeñas mi madre nos ha dicho: ‘Estudiad, que la vida va muy rápido’”, rememora. Entre los que se abren paso este nuevo ciclo están los 12 beneficiarios de las becas Jesús Serra de la Fundación Occident, que han sido elegidos de entre 100 candidatos de toda España por su trayectoria académica y por ser la primera generación de su familia en ir a la universidad, o las primeras mujeres en cursar una carrera de Ciencia, Tecnología, Ingeniería o Matemáticas.
Villanueva ha estado este viernes en Madrid para el acto de la entrega formal de las becas, junto a los otros becados y los padres, hermanos y amigos que han podido acompañarlos. Las ayudas cubren el costo de la matrícula, materiales y clases de refuerzo. Además, incluyen un programa de mentoría para los seleccionados, que son de 10 autonomías diferentes y se formarán en nueve universidades distintas.
Maite, la madre de la estudiante, recuerda el clima de la casa cuando esperaban la respuesta de la solicitud: “Pasó tanto tiempo que ella lo tenía descartado, pero yo no”. Emocionada por la selección de su hija, manifiesta: “Esta beca es una oportunidad, si estás en esta beca es porque no tienes suficientes recursos, estar aquí te garantiza que vas a poder terminarlo”.

Solo el 19% de los jóvenes que son pioneros universitarios en sus respectivas familias completan la formación, frente al 72% de los hijos de graduados, según el informe Education at a Glance 2024 de la OCDE. Los becados de Jesús Serra tienen en común el apoyo de su gente, que es de enorme influencia en las trayectorias educativas.
Para Lucía Pérez, que acaba de cumplir 18 y está cursando un grado en Bioquímica y Biología Molecular en la Universidad del País Vasco, su padre fue clave para lograr la ayuda mientras ella se preparaba para los exámenes. Joaquín sonríe con orgullo al hablar del logro de su hija y asegura que “ha sido una recompensa al trabajo que lleva haciendo desde que empezó, con pico y pala”.
Pérez se ha mudado de San Pedro del Pinatar, en la costa de Murcia, a una residencia de estudiantes y todo es nuevo. “He pasado de no tener ni autobús a una ciudad, entonces el cambio es bastante notorio”, se ríe. Ya está haciendo prácticas en el laboratorio y se imagina dedicándose al área sanitaria y de investigación. Comparte con el resto de los becados la dedicación y un rendimiento sobresaliente en los exámenes para poder lograr una plaza. El promedio de los becados es de 8,67. Pérez recuerda: “Para asegurarme poder entrar en la carrera que eligiese me apliqué mucho y ello conllevó estrés y reducir bastante mi vida social, dedicarme exclusivamente a estudiar”.

Los esfuerzos de estos jóvenes se han recompensado, aunque, como muchos otros alumnos, temían que las buenas notas no fueran garantía de entrar a la facultad que quisieran, en un contexto en el que las universidades públicas no tienen suficientes recursos para poder ofrecer más plazas y atender a la demanda. “Estamos dejando fuera a personas que creen en la universidad como lugar de oportunidades. Es una realidad”, lamentó hace unas semanas Eva Alcón, la presidenta de la conferencia de rectores (CRUE) y rectora de la pública Jaume I, en una entrevista en este periódico.
Joel Buendía, de 21 años, se mudó de Zaragoza a para empezar su grado de Genética en la universidad privada Francisco de Vitoria, en Madrid. Buendía afirma: “Tengo una familia muy trabajadora y no es algo malo, al revés, es lo que me ha permitido decir: ‘Vale, tengo que trabajar para conseguir esto y ganarme la vida por mí mismo’”. Para costearse los gastos y el piso compartido en la capital, enlaza trabajos cortos. El más curioso ha sido ser “modelo de corazón”, en el Congreso Internacional de Cardiología.
Le hicieron ecocardiogramas para exponer su corazón a tiempo real frente a los médicos y explicar cómo funciona una maquinaria nueva. Tiene claro que ha acertado en lo que ha escogido, le interesa aprender sobre “lo primero de todo, el nivel molecular” y las distintas ramas como agro tecnología, embriología o la medicina que analiza la genética para, ya no solo tratar, sino también prevenir a las personas de las posibles enfermedades que puedan tener.

Buendía es uno de los únicos dos hombres seleccionados. Una de las vías para aplicar era ser la primera mujer en una carrera STEM; la otra, ser la primera generación de universitarios, de estas, el 67,5% que aplicaron fueron chicas. Una de ellas es María Pérez, de 17 años, que está siguiendo la vocación que tiene clara hace años de formarse para ser maestra. Se quedó en su casa en Salamanca para hacer un doble grado en Educación Primaria e Infantil.
Además de a sus padres y a sus abuelos maternos, le debe la motivación a Rosa, una maestra que la marcó. En segundo de Bachillerato consiguió la matrícula de honor y recuerda: “Mis profesores me dijeron: ‘Con la matrícula te puedes pagar la universidad’”. Su madre, Ana Cristina, revela que ahora, al igual que para su hija, para ella y su marido Florentino, “todo es nuevo” y lo viven con emoción.

Según un análisis de Funcas, del pasado año, sobre los resultados de las pruebas PISA 2022, “el apoyo familiar presenta diferencias significativas que pueden ahondar aún más la desigualdad de oportunidades y recursos en la educación a la que se enfrenan los estudiantes de los hogares más desfavorecidos”. Este acompañamiento a veces solo es cenar juntos, o preguntarle al estudiante qué ha hecho ese día en el instituto.
Min Guan confiesa que sus padres le piden que aproveche la universidad, pero que no se ponga mucha presión, que vaya tranquila. Tiene 18 años y es la segunda vez que se muda. Ha viajado de Lanzarote (Canarias) a Madrid para cursar un doble grado en Matemáticas e Ingeniería Informática en la Universidad Complutense, pero en quinto de Primaria se mudó por primera vez, desde Fujian (China). “El primer día que pisé el territorio español no sabía qué significaba la palabra hola y ni cómo saludar a la gente, pero confiaba en que todo se logra con esfuerzo”.
Según el informe de la OCDE, los españoles con estudios superiores ganan un 49% más que aquellos que con nivel formativo medio y un 76% más que los de que han terminado, como máximo, la secundaria obligatoria. A Guan le interesa la inteligencia artificial y la robótica, que cree que es lo que más está cambiando en la actualidad, y a largo plazo le gustaría montar una empresa propia.

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