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Universidad
Tribuna
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Al Estatuto del Estudiante Universitario no le han sentado bien los años

Tenemos una nueva Ley Orgánica del Sistema Universitario (2023) y una nueva Ley de Convivencia Universitaria (2022), pero no tenemos una nueva “carta magna” para el estudiantado.

Ambiente en la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid, el pasado enero.
Ambiente en la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid, el pasado enero.Mario Bermudo

Todo el mundo parece querer avanzar con nuestra educación, pero pocos preguntan al estudiantado qué necesita. El Real Decreto 1791/2010, más conocido como el Estatuto del Estudiante Universitario, está de aniversario. Hoy celebra su 13 cumpleaños, después de que un 30 de diciembre de 2010 se aprobara la ley que se convertiría en el texto de referencia para el estudiantado por su garantía a unos derechos que hasta la fecha no nos eran legalmente reconocidos. En su momento fue alabado por muchos y criticado por otros tantos, pero lo cierto es que ha pasado el tiempo y hoy en día ya no deja lugar a la duda: no le han sentado bien los años.

Las leyes envejecen mejor o peor, pero cuando se trata de algo tan cambiante como la educación, es necesario enmarcarlas en su contexto. Si nos remontamos al año 2010, en España se estaba llevando a cabo a contrarreloj y en plena crisis financiera una intensa reforma universitaria para la implantación del plan Bolonia. El prototipo del alumno pasivo y sumiso en el aula empezaba a quedarse anticuado para el nuevo modelo de universidades, desplazado por la figura del estudiante, que comenzaba a verse como un actor fundamental para el desarrollo de la universidad y la toma de decisiones en la misma. Consecuentemente, nacieron nuevas leyes para adaptar nuestros derechos a la “nueva universidad”, como fue el caso del Estatuto del Estudiante Universitario.

Parece impensable seguir sosteniendo que solo son válidas las viejas fórmulas universitarias

Hoy en día ese contexto ha cambiado y la legislación ha seguido avanzando de acuerdo con las necesidades contemporáneas de la universidad. Tenemos una nueva Ley Orgánica del Sistema Universitario (2023) y una nueva Ley de Convivencia Universitaria (2022), pero no tenemos una nueva “carta magna” para el estudiantado.

Últimamente, hemos escuchado hablar de que se está perdiendo el sentimiento de pertenencia a la universidad. Realmente, creo que lo justo sería preguntarnos: ¿a qué modelo de universidad? Tras la pandemia de covid, que nos forzó a asumir nuevas metodologías de la noche a la mañana, parece impensable seguir sosteniendo que solo son válidas las viejas fórmulas universitarias. Lo cierto es que la realidad del estudiantado es muy plural y diversa, y es una realidad que la ley vigente ya no es capaz de amparar. Por ejemplo, hay una gran carencia de medidas que faciliten la conciliación académica con la vida personal, cuando sabemos que uno de cada tres jóvenes estudia y trabaja a la vez (datos que según el Instituto Nacional de Estadística son los más altos desde el año 2008).

La mayor causa de preocupación del estudiantado son las limitaciones económicas que afrontan para pagar la universidad

Asimismo, de acuerdo con el último estudio realizado desde el Gobierno en colaboración con el Centro de Investigación Biomédica en Red - Salud Mental (CIBERSAM) y a la Cooperativa Aplica, el estudiantado percibe que los horarios de clases no permiten poder desarrollar otras actividades ajenas a la universidad (deporte, trabajo, ocio, etcétera). La parte académica de la universidad no debe monopolizar los años que duren los estudios de una persona. Creo que acierto si digo que hoy en día desde la comunidad universitaria entendemos nuestra institución como algo que va más allá, pero aún no hemos comenzado a articular mecanismos que garanticen esa nueva concepción.

Por otro lado, según también este estudio, la mayor causa de preocupación del estudiantado son las limitaciones económicas que afrontan para pagar la universidad. A día de hoy, el sistema de becas sigue sin dar salida a esta casuística, con una regulación aún reprochable en el Estatuto del Estudiante Universitario, que sigue manteniendo 13 años después los criterios económicos.

Por todo esto y mucho más, hoy el Estatuto del Estudiante Universitario sopla unas velas con aroma a libro viejo. Las leyes también envejecen y al igual que pasa con las personas, quien envejece sin madurar envejece mal. Cumple trece años sin cambios. Sin saber aún cuál es su lugar entre el resto de la legislación universitaria ya actualizada. ¿De qué nos sirve un Estatuto del Estudiante Universitario que ya no es útil para sus estudiantes?

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