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Alumnos de una escuela de París, el pasado 1 de septiembre.
Alumnos de una escuela de París, el pasado 1 de septiembre.Martin BUREAU / AFP

La escuela en la era covid: cómo sacar adelante a la generación que deberá pagar las deudas de la pandemia

Expertos, alumnos y profesores de todo el mundo cuentan su experiencia y esbozan los retos a los que se enfrenta el sistema educativo

J. A. Aunión

Millones de profesores de todo el mundo se han afanado y siguen haciéndolo para atender a millones de alumnos que se juegan su futuro. Las situaciones, evidentemente, son muy distintas en cada zona y cada país del planeta: desde España, que ahora pelea por tratar de reabrir las aulas con seguridad, pasando por Senegal, donde la joven Ramatoulaye Diallo, de 13 años, ha estado meses conectada a la escuela únicamente a través del móvil de su madre; por Líbano, con constantes cortes de luz que hacen todavía más complicado a Maha Katerji enseñar inglés a distancia; hasta la escuela de Estados Unidos en la que el maestro Daniel Herrero está preocupado especialmente por cómo evaluar la enseñanza online; desde China, donde Li Zonghou, de 11 años, ha pasado el verano haciendo deberes para recuperar el tiempo perdido, hasta Francia, donde la profesora de infantil Emilie Trouvé celebra el vínculo que ha logrado crear con las familias de sus alumnos durante el confinamiento… Sin embargo, a pesar de todas las diferencias, se trata de un desafío global para el que muchas de las soluciones están interconectadas y que, además, ya ha dejado enseñanzas que pueden servir para todos.

Desigualdad creciente

Por ejemplo, que la desigualdad, exacerbada durante la pandemia, es el gran enemigo al que combatir, tanto en los países pobres como en los ricos; que la tecnología es el gran aliado de los profesores y de las familias para hacerlo; y que nunca más una situación como esta debería coger al sistema tan desprevenido. “Se necesitan planes de contingencia para garantizar la continuidad educativa en situaciones de crisis. Hay bastantes indicadores que sugieren que vamos a tener que convivir con esta pandemia durante un cierto tiempo y tal vez con otras en el futuro. Es importante que los sistemas escolares cuenten, por consiguiente, con planes de contingencia que contribuyan a que los sistemas educativos ganen en resiliencia”, defiende Francesc Pedró, director del Instituto Internacional de la Unesco para la Educación Superior en América Latina y el Caribe, anteriormente responsable de la sección de Políticas Educativas del organismo.

“Es importante que los sistemas escolares cuenten con planes de contingencia”
Francesc Pedró, director del Instituto Internacional de la Unesco para la Educación Superior en América Latina y el Caribe

Será un esfuerzo ingente de adaptación a un contexto de pandemia que pondrá en tensión los presupuestos educativos: no solo es posible que no se invierta el dinero extra necesario para las mejoras, sino que se acabe recortando para atender cuestiones que pueden parecer (y en ocasiones tal vez lo sean) más urgentes. Pero, si se da con las soluciones adecuadas, coinciden numerosos especialistas, podrían cambiar para siempre los sistemas escolares, con impactos mayores sobre la relación de la sociedad con la educación, al romper por la vía tecnológica los límites físicos de las escuelas y también los tiempos de presencia en ellas de los alumnos. Las familias, en este camino, serían una pieza fundamental, no solo en lo que respecta a la adaptación en términos de conciliación, sino por las exigencias de apoyo que requieren los contextos híbridos de enseñanza, lo que obliga a incluirles en cualquier plan de mejora futura si se pretende mitigar, ahora y en el futuro, las crecientes desigualdades sociales que está provocando la pandemia.

Y, si se da con las respuestas adecuadas ―sobre todo en lo que tiene que ver con la personalización de las necesidades de enseñanza de cada país, cada centro, cada alumno―, “no solamente compensar los retrasos, sino lograr un nuevo sistema educativo que sea un poco más resiliente, más equitativo”, aporta Saavedra durante una entrevista por videoconferencia.

Resistencias y oportunidades

Otros expertos, sin embargo, no son demasiado optimistas al respecto. “Es inevitable pensar que tanto los docentes como las familias querrán volver a la situación de febrero, porque todos estaban en ese momento en una situación de equilibrio en sus respectivas zonas de confort. Ahora estos equilibrios se han roto”, afirma el especialista de la Unesco Francesc Pedró. Augura, eso sí, “una transformación lenta pero profunda” en aquellos países “donde los docentes cuentan con una cultura profesional proclive a prestar atención a los resultados de la investigación empírica”.

Por eso, asegura que el primer paso de cualquier mejora es investigar qué ha pasado en estos últimos meses, qué ha funcionado y qué no y por qué. Se trata de aprovechar este gigantesco experimento “sobre las ventajas de la atención individualizada y sobre el papel de la tecnología”. Un experimento que, por ejemplo, ha puesto a prueba “la capacidad de las escuelas de seguir manteniendo estándares altos en términos de logros de aprendizaje con menos horas de instrucción, con tamaños de grupos más reducidos. Cuánto de esto se conserve, o no, podrá ser considerado una prueba de fuego acerca de la capacidad de los sistemas, no de innovar puntualmente, sino de avanzar hacia una verdadera transformación”, añade el experto.

“No podemos volver a lo mismo de antes. Esta es una tendencia a largo plazo”
Wenge Guo, profesora de Tecnologías de la Educación de la Universidad de Pekín

El experimento, sin duda, no tiene precedentes, con uno de cada nueve profesores dando clase a distancia a la vez en todo el mundo. En Europa, para dos tercios de los docentes, la de los últimos meses ha sido su primera experiencia de enseñanza a distancia, según una encuesta del pasado mayo hecha por la Comisión Europea a más de 4.000 profesionales de la educación. “No podemos volver a lo mismo de antes. La nueva división social del trabajo en la era de Internet está rediseñando la cooperación social y mundial; este proceso se ha visto ahora impulsado por la covid-19. Esta es una tendencia a largo plazo”, asegura Wenge Guo, profesora de Tecnologías de la Educación de la Universidad de Pekín.

Así, esa colosal experiencia docente puede servir para sortear las dificultades más inminentes, preparar esos planes de contingencia para el futuro de los que hablaba Pedró y ver cómo la enseñanza online podría completar de una manera eficaz en el futuro y de forma permanente a la presencial. Sobre todo, en primaria y los primeros cursos de secundaria, etapas en las que “es poco probable que el aprendizaje a distancia y en línea sea muy eficaz a menos que esté cuidadosamente diseñado”, explica Giorgio di Pietro, especialista del Joint Research Centre (JRC), órgano científico que asesora a la Comisión Europea.

La hora de los profesores

Saavedra insiste en que “ni todo es malo en la educación en línea, ni todo es bueno en la presencial, ni lo uno es de buena calidad y lo otro no... Cada uno puede servir mejor en unas materias que en otras, o para unos alumnos que para otros, que pueden sentirse más motivados en su casa que en la clase”. Pero manejar esa diversidad será harto complicado y requerirá, como siempre, de buenos maestros. “La educación es una experiencia social. Si alguna vez se pensó que, con la inteligencia artificial, con la tecnología y el machine learning, los maestros podrían ser reemplazados, ahora ha quedado claro que eso no va a ser cierto”, añade Saavedra.

“Si alguna vez se pensó que, con la inteligencia artificial y la tecnología, los maestros podrían ser reemplazados, ahora ha quedado claro que eso no va a ser cierto”
Jaime Saavedra, máximo responsable para el ámbito educativo del Banco Mundial

Profesores que necesitan apoyo y que necesitan, por supuesto, formación para aprovechar mejor las tecnologías, tanto en la enseñanza presencial como en las modalidades híbridas, destaca Di Pietro, que además recuerda que la Comisión está culminando la actualización de su Plan de Acción de Educación Digital para ayudar a los países miembros a abordar todos estos desafíos. “La enseñanza en línea es algo nuevo, que puede aumentar la carga de trabajo de los profesores. Las escuelas deben establecer un sistema de apoyo a la enseñanza en línea para ayudar a los profesores a superar los obstáculos”, destaca la profesora Wenge Guo.

“Necesitamos reabrir las escuelas de forma segura. Pero necesitamos las herramientas y la formación para conectar e involucrar a profesores y estudiantes en cualquier circunstancia”, aporta David Edwards, secretario general de la Internacional de la Educación, organización sindical que aglutina a organizaciones de todo el mundo de maestros y empleados del sector. Edwards reclama consensos sociales amplios en ese camino —"las escuelas no son supermercados ni salas de hospital; son espacios únicos"— y pide apoyo y respeto para unos profesionales que en algunos momentos de la pandemia han sido cuestionados: “Al igual que millones de trabajadores en todo el mundo, los educadores se han mantenido en el trabajo siempre que ha sido posible: dando lecciones a través de aplicaciones de vídeo en Bélgica, grabando transmisiones de radio en la República del Congo, conduciendo autobuses escolares con wifi móvil para proporcionar puntos de acceso en ubicaciones remotas de Estados Unidos...”.

LÍBANO Maha Katerji (40 años). Profesora: “Esta crisis es un desafío y una frustración”

Maha Katerji, profesora de secundaria en Líbano
Maha Katerji, profesora de secundaria en LíbanoNatalia Sancha García

Hace casi dos décadas que Maha Katerji enseña inglés como lengua extranjera. La última, en la escuela pública de secundaria de Ras Beirut, en la capital libanesa. A sus 40 años, la pandemia ha resultado ser “tanto un desafío como una frustración”. La frustración pesa más en un país donde se superpone la crisis sanitaria a la económica y a la política y social, y donde ni los docentes están formados en técnicas digitales ni los estudiantes disponen de medios.

Por eso, a esta profesora le preocupa enormemente que la enseñanza en línea dispare la desigualdad educativa entre sus alumnos. Las endebles infraestructuras del país, con hasta 22 horas de cortes diarios de electricidad, complica el uso de Internet “para aquellos ya pocos hogares que se pueden costear el acceso y un ordenador en el que han de turnarse todos los hermanos”, explica. / NATALIA SANCHA

Colombia. Juliana Abello (8 años): “Siento que aprendo menos"

Jualiana Abello, estudiante colombiana de 8 años.
Jualiana Abello, estudiante colombiana de 8 años.

“He extrañado el colegio, ver a mis amigos y a mis profesores. Almorzar con mis amigas. Quiero volver a la vida normal”, cuenta Juliana Abello Zúñiga, estudiante de ocho años del liceo francés de Bogotá. Todos los días se reúne temprano por videollamada durante una hora con su profesora y algunos de sus compañeros, después le mandan tareas que imprime y estudia. “Siento que aprendo menos. Es diferente”, valora sobre el último semestre, marcado por las cuarentenas y medidas de confinamiento que en Bogotá apenas se acaban de levantar. “Lo que sé es que vamos a comenzar virtual, y no me emociona mucho”, dice sobre el tercer grado que está a punto de iniciar. “Espero que sea este año que pueda volver al colegio, porque no me parece muy ‘chévere’ conocer a mis profesores y a mis compañeros por una llamada”, apunta.

En Colombia, los colegios privados, como el francés, están atentos a las líneas del Ministerio de Educación y de los colegios públicos, que todavía no retoman las clases presenciales en un país que acaba de pasar en agosto el mes más crítico de la pandemia, de acuerdo con las proyecciones de las autoridades sanitarias. / SANTIAGO TORRADO

Países Bajos. Xaime Slingerland Rodal (14 años): "Espero que los profesores sean comprensivos"

Xaime Slingerland Rodal, alumno holandés de 14 años.
Xaime Slingerland Rodal, alumno holandés de 14 años.

“En marzo, todo cambió de un día para otro”, reflexiona Xaime Slingerland Rodal, de 14 años, que acaba de empezar tercero de la secundaria en el Stedelijk Gymnasium de Leiden. “Al final, te acostumbras, aunque prefiero la disciplina de ir al colegio”, dice. Xaime vive con sus padres y su hermana menor, Noa, y admite que tuvo que hacer más preguntas de lo habitual a los profesores porque la concentración no es la misma a distancia.

Ahora regresa ilusionado a las aulas y espera que dure: “Otro año así no sería bueno, en la clase aprendo mejor”. Entiende que los profesores quieran abordar el nuevo temario, pero también espera que sean “comprensivos”: “Todos tenemos lagunas en lo que aprendimos desde casa”. A pesar de la distancia obligada, cree que las amistades se han reforzado: “Nos ha pasado lo mismo y nos entendemos”. / ISABEL FERRER

Rusia: Lilia Sazónova (51 años), profesora de artes visuales: "He aprendido lo importante que es ver los ojos de los niños"

La profesora rusa Lilia Sazónova.
La profesora rusa Lilia Sazónova.

Lilia Sazónova, de 51 años, enseña artes visuales desde hace más de tres décadas en un instituto de la república de Mari-El, en el Volga. Cuando en abril se suspendieron las clases presenciales, no pudo enseñar su asignatura en línea, en tiempo real, sino que publicaba los materiales en la web del centro. Lo más difícil ha sido llevar una buena organización del tiempo; "también he aprendido lo importante que es ver los ojos de los niños”, resume.

“Muchos niños, sobre todo en las familias numerosas, tenían problemas para acceder a la Red o no tenían un ordenador disponible para seguir las clases”, comenta la profesora, que tiene unos 1.000 alumnos cada curso. La profesora explica que trató de poner pautas a los alumnos también para que hicieran ejercicio físico, pausas para escuchar música y otras actividades. / MARÍA R. SAHUQUILLO

Senegal. Ramatoulaye Diallo (13 años): “No quiero que ningún hombre me mantenga”

Ramatoulaye Diallo, 13 años en su casa en un barrio popular de Dakar.
Ramatoulaye Diallo, 13 años en su casa en un barrio popular de Dakar.SYLVAIN CHERKAOUI (Sylvain Cherkaoui)

Cuando le dijeron que se suspendían las clases, a Ramatoulaye Diallo, de 13 años, se le vino el mundo encima. “Estaba desesperada, muy triste”, asegura sentada en el pequeño y austero salón de su casa del barrio de Medina, en Dakar, la capital senegalesa. “Tenía miedo a perder todo el año”, añade. Pero el profesor Kane se puso manos a la obra. Como la niña, la menor de siete hermanos, no tiene ordenador, cada día le mandaba y le corregía los deberes por WhatsApp a través del teléfono de su madre. El próximo curso, que empezará en noviembre con un mes de retraso, su clase ya no será de 50 alumnos, sino de 18, y la mascarilla será tan obligatoria como los libros de texto que alquila en el cole por un euro y medio al año. Todo sea por alcanzar su sueño: ser arquitecta; o azafata de vuelo; o agente secreto “como en las pelis”. “No quiero que ningún hombre me mantenga”, concluye. / JOSÉ NARANJO / SYLVAIN CHERKAOUI (Fotografía)

Francia. Emilie Trouvé (40 años), profesora de infantil: "Voy a potenciar los vínculos con las familias por Internet"

La profesora francesa Emilie Trouvé.
La profesora francesa Emilie Trouvé.

Cuando comenzó el confinamiento y dejó de ver a sus alumnos de infantil de una escuela de Burdeos, uno de los miedos de Emilie Trouvé era perder el vínculo que tenían en clase. Por eso, se dedicó a enviales fotos y vídeos. “Les preguntaba cómo les iba y les pedía que me mandaran también imágenes del trabajo que estaban haciendo, para ver si avanzaban bien y para motivarles, porque tras 15 días estaban hartos”. El reencuentro físico con sus alumnos no le preocupa, porque en Francia el curso pasado ya acabó de forma presencial. “Pese a todo, vivimos un buen fin de curso, así que incluso con mascarilla estoy contenta de volver a clase”. De lo bueno que se lleva del confinamiento es el mayor contacto con los padres. “Se ha creado un vínculo. Voy a potenciar esas relaciones por Internet que nos permiten estar en contacto”. / SILVIA AYUSO

Estados Unidos. Daniel Herrero (39 años), profesor de primaria: “Algunos docentes no están preparados para los dispositivos"

Daniel Herrero, profesor de primaria en Delaware (EEUU)
Daniel Herrero, profesor de primaria en Delaware (EEUU)Sonia Corona

Daniel Herrero, profesor español en Delaware, pasó la mitad del curso pasado dando clase por Internet a través de Zoom. Y al menos durante las primeras seis semanas de este curso también serán por videoconferencia. Él lo lleva bien, pero algunos compañeros, generalmente más mayores, no. “Algunos profesores están agobiados porque no están preparados para los dispositivos tecnológicos”, dice. Herrero echa de menos las clases presenciales, pero está entusiasmado por el nuevo curso. Cada día ve a sus alumnos durante cuatro horas. Ha notado que es más complejo evaluar a los alumnos y que los resultados de sus exámenes han cambiado. “Sin la presencia, hay algo que se escapa”, dice. Pero también ha encontrado ventajas en la educación a distancia: “Los niños no se pueden distraer con otros compañeros”. / SONIA CORONA

China. Li Zonghou (11 años): "Con las clases 'online' hay menos deberes"

Li Zonghou, estudiante chino de 11 años.
Li Zonghou, estudiante chino de 11 años.Jaime Santirso

Li Zonghou tiene 11 años y acaba de comenzar el equivalente a 2º de ESO. Vive con sus padres en una zona residencial al norte de Pekín, no muy lejos de su colegio. El curso pasado, tras varias semanas de clases online, los estudiantes regresaron a las aulas a finales de abril, aunque un rebrote en la capital los devolvió a sus casas en junio. Zonghou prefiere la educación digital: “Porque así tenemos menos deberes”. No le importa que eso le impida pasar menos tiempo con sus compañeros. “Todavía podemos charlar por Internet”, explicaba cuando todavía estaba en sus vacaciones de verano, un periodo en el que, en cualquier caso, no dejo de trabajar.

Zonghou tenía una lista de actividades diarias organizadas por el colegio para preparar la vuelta a clase; las tres más importantes eran chino, inglés y matemáticas. También había espacio para el deporte y ocupaciones elegidas entre él y sus padres. Otros idiomas, por ejemplo. Zonghou estudia español, por lo que también responde al nombre de Carlos, y hebreo, ya que “se quedó fascinado por el alfabeto tras un viaje familiar a Israel”, rememora su padre. Su auténtica pasión, no obstante, es la aviación. En su escritorio hay una reproducción a escala de una nave de Air China. Ante la pregunta de su futura profesión, exclama en español sin dudar: “¡Piloto!”. / JAIME SANTIRSO

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Sobre la firma

J. A. Aunión
Reportero de El País Semanal. Especializado en información educativa durante más de una década, también ha trabajado para las secciones de Local-Madrid, Reportajes, Cultura y EL PAÍS_LAB, el equipo del diario dedicado a experimentar con nuevos formatos.

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