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productividad
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Una brújula para la productividad basada en la evidencia?

Han proliferado reformas educativas que duran poco y mejoran escasamente las competencias de los empleados

La modesta mejora de la productividad frena desde hace años el crecimiento de buen número de países que basan su avance en las contribuciones del trabajo y el capital. El problema es acuciante en la UE, pues la aleja de EE UU y China, líderes indiscutibles de la tecnología y el escenario geopolítico actual. Un proyecto del The Productivity Institute –bajo la dirección de Van Ark y Pilat- identifica las políticas pro-productividad más exitosas revisando la evidencia de 17 países. La trayectoria española desde 1960, analizada por el Ivie, ofrece un ejemplo de crecimiento basado en la acumulación de factores, cuya productividad apenas progresa debido al bajo aprovechamiento del esfuerzo inversor y una ineficiente asignación de recursos entre activos y sectores.

Pese al nacionalismo económico tan en boga, las políticas promotoras de la internacionalización muestran impactos claramente positivos sobre la productividad en España. El Plan de Estabilización (1959) nos sacó de la autarquía y abrió la puerta al milagro económico de los sesenta y setenta. En los ochenta, la entrada en la UE impulsó la competitividad, aportando financiación para importantes infraestructuras. En los noventa se priorizó la entrada en el euro y el rápido crecimiento durante este periodo estuvo cerca de lograr la convergencia en renta real con la UE. El aumento de la inmigración ha tenido efectos positivos sobre la competitividad en el siglo XXI, pero también ha apuntalado sectores con bajos costes y escasa productividad.

De las políticas orientadas a la acumulación de capital destacan tres resultados positivos: incorporación del progreso técnico vía inversión en maquinaria y equipamiento importado; construcción de vivienda, que facilitó la migración de población rural a zonas más dinámicas; y desarrollo de una ambiciosa red de infraestructuras. Pero las debilidades abundan: alta concentración en activos inmobiliarios; infrautilización de la capacidad instalada; niveles bajos de inversión en TIC, I+D y otros activos intangibles, especialmente en capital organizativo; deficiente política de I+D: bajo gasto, escasa participación privada, insuficiente coordinación entre actores clave, amplia brecha entre investigación académica y aplicada a la empresa. Recientemente, el maná de los Fondos Next Generation ve limitado su impacto en la productividad porque se orientan menos que en otros países a los activos intangibles y al uso de la IA. Ello es en gran medida consecuencia de la excesiva absorción de los fondos por sectores tradicionales y la falta de formación digital de empleadores y trabajadores.

Las políticas de capital humano impulsaron mejoras sustanciales mediante la ampliación de la educación obligatoria gratuita y el aumento del gasto público en formación. Las reformas iniciales estuvieron bien planteadas, como lo está el impulso reciente a una formación profesional orientada al empleo. En cambio, desde los 80s han proliferado reformas educativas que duran poco y mejoran escasamente las competencias básicas de los trabajadores. Y las tasas de abandono escolar temprano se reducen, pero siguen elevadas, persistiendo desajustes considerables entre competencias de los trabajadores y necesidades ocupacionales.

Las rigideces de la normativa laboral y la negociación colectiva tampoco contribuyen a mejorar la productividad. Las reformas desde 2012 han incrementado la flexibilidad, pero las regulaciones del despido y las prestaciones por desempleo dificultan la reasignación del trabajo dentro de las empresas y entre sectores. Las políticas activas de empleo priorizan las prestaciones y subsidios en lugar de la formación, la recualificación y la orientación laboral.

Por último, las políticas para mejorar el funcionamiento de los mercados y la asignación de recursos han tenido resultados limitados. Desde el 2000 se enfocan a fomentar la competencia, especialmente en los servicios, impulsar el dinamismo empresarial, apoyar la internacionalización y facilitar la financiación. Pero la economía es dual y el dinamismo empresarial en creación y cierre de empresas es limitado: existen compañías muy potentes y competitivas, pero pesan mucho más las de menor tamaño. Las barreras al crecimiento empresarial son fundamentalmente legales y administrativas, de acceso a la financiación y derivadas de la fragmentación del mercado interior.

La buena noticia es que desde la pandemia el patrón de crecimiento español se apoya más en la productividad. Las palancas del avance son el mejor aprovechamiento del capital humano y la mayor inversión en activos intangibles, las mismas que la evidencia internacional avala.

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