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Invertir en la Bolsa china: entre el convencimiento y el auto de fe

Las recientes alzas de la Bolsa asiática tras varios años de decepciones se apoyan en la mejora de los datos económicos, pero también en el temor de los grandes fondos internacionales a quedarse fuera de un ‘rally’ que pudiera hacerse sostenible en el tiempo

Inversiones China
Caminantes pasan sobre un puente en Shanghái, del que cuelga un cartel con las cotizaciones de la Bolsa.Costfoto (NurPhoto/Getty Images)

Algo ha cambiado en China. Si la Bolsa de este país y los fondos de inversión a ella vinculados no habían dado otra cosa que disgustos en forma de pérdidas relevantes en los tres últimos años, desde hace unos meses, multiplican las alegrías, con rendimientos superiores al 10% en muchos casos. El gigante asiático vuelve a estar en el punto de mira de todas las casas de valores internacionales, cuyos analistas se debaten entre un moderado optimismo en torno a los datos económicos del país y sus compañías, una cierta prudencia sobre la sostenibilidad de su recuperación, y el síndrome FOMO. Este último es el acrónimo de su expresión original en inglés: Fear of missing out. En el entorno bursátil, el miedo a perderse algo; el temor a que otros pudieran estar tomando posiciones en un mercado que podría ser más que rentable a largo plazo.

Desde Goldman Sachs Asset Management recuerdan que el crecimiento del PIB “ha sido sin duda un punto brillante para China”, al alcanzar su objetivo del 5% el año pasado y mantener la senda en este primer trimestre de 2024, tras aumentar un 5,3% interanual. En Generali Investments, creen que es necesario no olvidar que el país sigue albergando un tercio de la capacidad manufacturera mundial y que aporta el 18% del PIB global. Evelyn Huang, gestora de fondos de Fidelity International, explica que los beneficios empresariales siguen siendo sólidos; que la dinámica es positiva en la mayoría de los sectores, exceptuando los servicios financieros. Para Allianz GI, es también relevante el hecho de que los responsables políticos hayan intensificado sus esfuerzos para ayudar a estabilizar el sector inmobiliario, con medidas para abordar tanto la falta de demanda como el exceso de oferta.

Pero no todas son visiones positivas, entre los analistas también hay muchos que llaman a la cautela. John Woods, jefe de inversión en Asia de Lombard Odier, opina que si bien es cierto que el crecimiento del PIB en los primeros tres meses de 2024 superó las estimaciones, “los datos económicos publicados desde marzo han sido decepcionantes, incluido el descenso del crecimiento de las ventas minoristas y la producción”. Y, añade que el sector inmobiliario “muestra pocos signos de vitalidad y sigue registrando caídas en los precios y volúmenes de ventas en las principales ciudades”. Álvaro Antón Luna, responsable de Abrdn en España, reconoce que, en términos generales, desearían ver señales más concretas que apuntasen a una recuperación sostenible de la economía. A su juicio, es necesario mejorar la confianza en China y para ello, “sería de gran ayuda un mayor apoyo político sustancial, a través de un gasto fiscal mayor de lo previsto, y un mayor respaldo al mercado inmobiliario”.

Tensiones geopolíticas

El último de los “peros” en este terreno lo pone Axel Botte, jefe de estrategia de mercados de Ostrum quien cree que existe un cierto regreso al proteccionismo; que las relaciones internacionales actuales son cada vez más tensas, tanto en el plano comercial como en el geopolítico y que el exceso de capacidad de China supone una amenaza existencial para la industria de las economías occidentales.

Al margen de los pros y los contras macro, está el debate sobre si las acciones chinas están caras o baratas. En palabras de Andrés Allende, gestor del fondo Paradigma Value Catalyst de A&G, la renta variable local tiene un enorme potencial de revalorización, con más de un 30% de descuento respecto a otros mercados emergentes. Aunque la valoración es importante no sería en sí misma suficiente, matiza, si no fuera porque muchas de las cotizadas son compañías “realmente buenas que presentan crecimientos sostenidos tanto en ventas como en beneficios; muy por encima de los dos dígitos, pagando además dividendos”.

Mariano Guerenstein, de J. Safra Sarasin Sustainable AM, tampoco tiene dudas de que “China está barata”. En su opinión, a corto plazo es, sin duda, un mercado atractivo, a pesar de su posible alta volatilidad, pero aún “lo es más a largo plazo; es decir de manera estructural”. A su juicio, no sólo se trata de que su economía crece y que el Gobierno parece decidido a crear unas condiciones favorables para recuperar la confianza sino también de que la inversión internacional en este mercado está infraponderada y esto “debe tender a corregirse”.

Según Fidelity, si bien las valoraciones son atractivas, comparadas tanto con otras regiones como con la media histórica de la Bolsa china, la inversión en renta variable china no está exenta de riesgos. “El sector inmobiliario es un lastre que sigue luchando para asentar el nuevo enfoque del crecimiento. Además, el paro, especialmente entre los jóvenes, es demasiado alto. Por último, la deflación es un riesgo real en China”.

Desde Lombard Odier creen incluso que se puede dar una explicación más pesimista para el rally vivido estos meses. La explicación sería que “la economía de China se está debilitando hasta el punto en que los inversores locales ven una devaluación del yuan como inevitable y, por lo tanto, están tratando de convertir su moneda local en dólares de Hong Kong y/ en oro.”

El sentimiento de que, tras años de sequía de rentabilidades, ha llegado el momento de la recuperación está extendido entre los profesionales de la inversión a pesar de su actitud aún cauta. Prima, de fondo, para una gran mayoría de ellos, el mencionado síndrome de FOMO o el temor a estar perdiéndose un maná de rentabilidad. En palabras de los responsables de Schroders, con el repunte reciente en los mercados locales, “parece que las salidas de capital indiscriminadas pueden estar llegando a su fin y el mercado finalmente está comenzando a diferenciar más claramente entre empresas más fuertes y más débiles, premiando a aquellas que pueden seguir ofreciendo crecimiento y dividendos para los accionistas”.

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