Familias y empresas siguen desendeudándose
Los hogares están destinando en parte su ahorro a continuar amortizando deuda y a adquirir activos financieros
En 2023, los hogares y empresas españolas volvieron a reducir su deuda sobre el PIB. De hecho, con la excepción del año de la pandemia, no dejan de hacerlo desde el 2009. Actualmente, definen una ratio que no solo se acerca a la mitad del máximo histórico alcanzado aquel año (204,2%), sino que se sitúa (111,6%) en los mínimos de hace más de dos décadas. La vulnerabilidad extrema por exceso de endeudamiento, que durante la crisis financiera internacional se llevó por delante a miles de hogares y empresas tras años de bum inmobiliario insostenible, se ha transformado en una cómoda posición financiera; mejor, al menos, que en la media de los países europeos.
En los hogares, la reducción de su apalancamiento financiero ha estado vinculado durante estos años a la contención de la inversión (fundamentalmente, vivienda) después de los excesos cometidos. También a la reducción de los costes financieros que soportaban, en el contexto de una política monetaria de tipos cero instrumentada por el BCE durante los años posteriores a la crisis. Todo ello en un marco de muy baja inflación y crecimiento moderado de la renta bruta disponible y del consumo.
Dejando al margen el anómalo comportamiento del periodo de la pandemia, el esquema se ha modificado parcialmente tras la brusca emergencia de la inflación y las rápidas subidas de tipos acometidas por el BCE para contener las subidas de los precios. Pero en este nuevo contexto, ni el proceso ni el ritmo de desendeudamiento de los hogares ha cesado. Ello es debido al sostenido crecimiento del PIB en España durante el periodo poscovid, que ha estado acompañado de una sólida expansión del empleo y del reciente aumento de los salarios a rebufo de la inflación, lo que ha impulsado sustancialmente la renta bruta disponible de los hogares. Desde luego, por encima del consumo, que se está mostrando contenido en un contexto de cierta ralentización y mayor incertidumbre futura, induciendo una mayor tasa de ahorro, ahora por encima de sus niveles medios históricos.
En esta situación, que además se combina con el difícil acceso a la adquisición de vivienda, las familias están destinando en parte su ahorro a continuar amortizando deuda. También, por otra parte, a adquirir activos financieros, desplazando además su riqueza financiera desde activos líquidos que no generan intereses, a depósitos a plazo, letras del tesoro o fondos de inversión.
El esfuerzo de desendeudamiento no está siendo menos intenso en el caso de las empresas. Su capacidad de financiación, por encima del más débil esfuerzo inversor, se está traduciendo también en la amortización de deuda. La incertidumbre pesa, como una losa, en las decisiones, de inversión, máxime, en un momento como el actual, en el que impera una buena dosis incertidumbre. Los balances bancarios no dejan de acusar esta ausencia de demanda crediticia, aunque soportan sus (buenos) resultados en los elevados tipos y la reducida morosidad.
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