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El rey de los frutos rojos busca dueño

Cinven analiza opciones de venta para Planasa, el gigante de la huerta que produce 1.000 millones de plantas

Planasa
Planasa vende más de 1.000 millones de plantas salidas de sus invernaderos.

El mundo se está quedando sin plantas. De las más de 7.000 especies que había hace medio siglo, ahora solo quedan 4.000, según la FAO, el organismo para la alimentación de Naciones Unidas. La biodiversidad es la gran perdedora, aunque la despensa de los seres humanos no corre (por el momento) peligro: para atender sus necesidades alimentarias básicas solo se utilizan 200 especies y el 60% de la oferta nutritiva lo aportan cuatro plantas: trigo, maíz, arroz y soja.

La reducción de variedades de plantas —que obedece sobre todo a sus rendimientos, cambios en la demanda o el impacto del cambio climático— parece que no va con una empresa nacida en la ribera navarra del río Ebro y que avanza en la dirección contraria al poner en el mercado cientos de nuevas plantas: Planasa. Fundada a principios de los años setenta del siglo XX en Valtierra por la familia francesa Darbonne, junto a la Caja de Ahorros de Navarra, se especializó inicialmente en plantas y semillas locales como el ajo y el espárrago. Actualmente, produce 1.000 millones de plantas al año de 250 variedades distintas y se ha especializado en los frutos rojos (moras, arándanos, fresas y frambuesas). Tiene 4.000 empleados.

En 2017, Planasa vivió un cambio de propiedad al ser adquirida por Cinven (la familia fundadora conserva una participación minoritaria). La operación valoró la compañía en 450 millones de euros. Desde entonces, Planasa ha pegado un estirón importante, internacionalizándose y apostando por la innovación. Han pasado seis años desde la entrada del nuevo dueño, un tiempo en el que las participaciones empiezan a quemar a los fondos de capital riesgo. Por eso, Cinven está dispuesto a escuchar ofertas. El cuaderno de venta ya se habría distribuido entre los posibles interesados, fundamentalmente otras gestoras de private ­equity. El precio de la transacción, que se podría acelerar a partir del mes de julio, todavía es una incógnita, aunque en el mercado creen que podría rondar los 1.000 millones.

El principal negocio de la empresa es la venta de plantas a los agricultores y el cobro de los royalties correspondientes en una doble modalidad. En unos casos y para determinadas variedades, los agricultores pagan en función de los kilos obtenidos. En otros, abonan los royalties y las licencias sin techos de producción. A diferencia de otros grupos, Planasa da libertad a los agricultores a la hora de comercializar sus producciones, si bien se trata de lograr la máxima simbiosis con ellos para intentar llegar a los mayores grupos de la distribución de Europa y de Estados Unidos. Junto a estas dos fuentes de ingresos, el grupo tiene una tercera vía menos importante en su cuenta de resultados, consistente en la producción y comercialización de sus propias producciones de ajos, endivias y espárragos.

Cambio climático

La filosofía de la empresa se ha basado históricamente en un doble eje: la sostenibilidad para luchar contra el cambio climático y la adaptación de la actividad agraria al calentamiento global a través de la innovación. “Planasa está comprometida con el cambio mediante el desarrollo de nuevas variedades que requieran menos agua y otros recursos”, explica su consejero delegado, Michael Brinkmann. “El objetivo es proteger la diversidad con plantas que requieran menos agua, menos fertilizantes y pesticidas y contribuir al avance económico de las zonas rurales proporcionando a los agricultores cultivos más eficientes y sostenibles, es decir, dar al agricultor una solución para producir más con menos. Esta política se ha traducido para la empresa en un crecimiento anual de la demanda del 20%”, añade el directivo.

En esta línea, Planasa tiene cuatro centros de investigación, en España, Francia, México y Estados Unidos, siendo el situado en la provincia de Huelva el más importante. En los últimos meses, la compañía inauguró un nuevo centro de I+D+i en México con el objetivo de reforzar su liderazgo en Estados Unidos y en Latinoamérica.

Para la obtención de una nueva varietal, Planasa se diferencia de la competencia porque no ha querido entrar hasta el momento en modificaciones genéticas. Su apuesta es el breeding, es decir, los procesos de investigación por los que en un periodo de hasta 10 años se llegan a realizar entre 8.000 y 15.000 cruces, según variedad, para finalizar el ciclo seleccionando solamente un 2% de las plantas que pasan a las producciones ya en invernadero, tras un gasto aproximado de unos dos millones de euros por variedad.

Desde la empresa reconocen que existen otras tecnologías que permiten acortar los tipos de investigación y la localización más temprana del gen clave en el proceso, pero señalan que la investigación requiere tiempo, además de un equipo de trabajo de más de un centenar de personas. “La innovación es parte fundamental de nuestro ADN y por ello dedicamos una importante cantidad de recursos económicos y humanos. No hacemos modificaciones genéticas, sino que, partiendo de un número determinado de plantas, se realiza un análisis molecular y un fenotipado a partir del cual seleccionamos ejemplares para su cruce entre ellos”, explica Michael Fourneau, directivo encargado del breeding.

En los últimos años, las inversiones realizadas por la compañía para financiar estos procesos fueron de 25 millones de euros. Además de las investigaciones propias de grupo, Planasa colabora y tiene alianzas estratégicas con diferentes universidades, como UCLA en California, la Universidad de Florida, Universidad de Barcelona o el Instituto de Investigación y Tecnología Agro­alimentaria.

La firma navarra dispone para el desarrollo de su actividad productiva de una superficie de más de 1.500 hectáreas de viveros en diferentes países. En la última década, ha evolucionado de ser un jugador regional en el mercado de los frutos rojos, hasta convertirse en un referente global no solo por los territorios donde desarrolla sus investigaciones, sino por la extensión de sus mercados. En Europa sus principales clientes son el Reino Unido y Países Bajos. También tienen intereses en África, Oriente Próximo y Estados Unidos, sobre todo Florida y California. En el caso de Latinoamérica, sus principales mercados son México y Perú, países con gran tradición en la producción de frutos rojos.

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