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Análisis
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Es Nueva York tan mugriento como dicen los republicanos?

El motivo por el que la gente se quiere ir de la ciudad no son los impuestos ni la delicuencia. Es el precio de la vivienda

nueva york
Vista de Nueva York desde un edificio de Hudson Yards.Spencer Platt (Getty Images)
Paul Krugman

Meterse con Nueva York ha sido durante mucho tiempo un pasatiempo popular entre la derecha. Los conservadores suelen hablar de la Gran Manzana como de un páramo distópico. Y los ataques han alcanzado niveles frenéticos desde que Alvin Bragg, el fiscal del distrito de Manhattan, anunció la presentación de múltiples cargos contra Donald Trump. ¿Cómo se atreve Bragg a iniciar esos procesos, se preguntan los republicanos, cuando la delincuencia campa sin control en su propio cenagal?

Pero lo cierto es que la delincuencia en Nueva York no campa sin control. Como en muchos sitios, los actos delictivos se dispararon durante la pandemia, pero parece que están remitiendo. Aunque los republicanos se niegan a creerlo, la criminalidad en la gran ciudad más segura de Estados Unidos sigue siendo muy inferior, por ejemplo, a la de Miami o a la de Columbus, en Ohio.

A pesar de ello, incluso antes de la crisis sanitaria, se registraba un flujo constante, aunque no enorme, de personas que se marchaban de Nueva York. ¿Por qué se iban? Seguramente la causa no era la delincuencia, si bien las impresiones pueden no coincidir con la realidad. Tampoco parece probable que fueran los impuestos; en un momento llegaré a esto. El factor más importante, casi con toda seguridad, era y es el coste de la vivienda. Con respecto a las impresiones: desde principios de la década de 1990 hasta la pandemia, el gran descenso de la criminalidad estuvo acompañado por el convencimiento de la población de que la delincuencia estaba aumentando. Sin embargo, curiosamente, solo una minoría afirmaba que había aumentado en su zona. Al parecer, los estadounidenses creían que cada vez se cometían más delitos en algún sitio, pero no donde ellos vivían.

Y por si sirve de algo, a pesar de la proliferación de los actos delictivos, hay grandes zonas de Nueva York que no producen una sensación amenazadora en un observador ocasional. Sé que Marjorie Taylor Greene, tras una rápida visita, calificó a la ciudad de “asquerosa”, “mugrienta”, “repulsiva” y “lugar terrible”. Y, por supuesto, hay barrios malos, pero a la mayoría de los que residimos en la ciudad, la vida nos parece normal, y cuesta creer que la gente esté huyendo en masa de una pesadilla urbana. De hecho, en muchos sentidos, la calidad de vida en Nueva York es alta... si uno puede permitírselo.

Pero, ¿se lo puede permitir? Nueva York es un Estado con una fiscalidad elevada. Tiene que serlo si quiere pagar unos programas sociales relativamente generosos. Además, la ciudad de Nueva York impone gravámenes adicionales. Estos impuestos hacen que vivir en ella sea más caro. Sin embargo, aunque los tipos impositivos medios son más bajos en los Estados republicanos que en los demócratas, en los primeros la fiscalidad es muy regresiva: se recauda una parte mucho mayor de los ingresos de los pobres y de la clase media que del 1% más rico. Como consecuencia, las diferencias entre republicanos y demócratas en lo que a carga fiscal de las familias corrientes se refiere son menores de lo que cabría suponer.

Según el Instituto de Política Tributaria y Económica, el 60% de los contribuyentes de clase media de Texas pagan el 9,4% de sus ingresos en impuestos estatales y locales. La tasa es superior a la correspondiente a las familias de renta media de California. Los neoyorquinos pagan más —el 12,5%—, pero seguramente estos tres puntos más de impuestos no sean una razón de peso para marcharse. Las grandes diferencias fiscales afectan al 1% más rico: el 11,3% en Nueva York frente al 3,1% en Texas. Y, ciertamente, hay ricos que se mudan buscando impuestos más bajos. Pero los más acaudalados son también la clase de personas con más probabilidades de atribuir mucho valor a los servicios que ofrece una ciudad grande y sofisticada. Nueva York sigue siendo una de las residencias favoritas del mundo para los extremadamente pudientes.

Sin embargo, para la clase media es difícil costearse la vida en ella, no tanto por los impuestos como por el precio de la vivienda. Según Zillow, el alquiler medio de un piso en Nueva York asciende a 3.500 dólares, unos 1.500 dólares más que el alquiler medio en Dallas, por poner un ejemplo. Dado que la renta familiar media en la ciudad es de unos 70.000 dólares anuales, el “impuesto sobre la vivienda” que pagan los hogares de clase media por vivir en la Gran Manzana es del orden del 20% de sus ingresos, varias veces superior a la diferencia en impuestos reales. Y si se quiere comprar una casa, la distancia entre precios es similar: Dallas resulta un 40% más barata. Ah, y en cuanto a la cantidad de personas sin techo que se ve —un síntoma del desorden social en Nueva York—, vivir en la calle es en gran medida consecuencia de la escasez de viviendas y de su carestía. Por lo tanto, el coste de la vivienda, y no la delincuencia o los impuestos, es la razón principal por la que la gente posiblemente quiera irse de Nueva York. No sirve de mucho consuelo señalar que, en California, el problema de la inasequibilidad de este bien básico es incluso mayor.

La cuestión es que esto no tendría por qué ocurrir. El área metropolitana de Nueva York está mucho más densamente poblada que cualquier otro lugar de Estados Unidos, y el habitante medio vive en un distrito con unas 5.800 personas por kilómetro cuadrado. Aun así, se podrían construir muchas más viviendas. Yo vivo en un barrio con unos 23.000 habitantes por kilómetro cuadrado, y es más agradable y tranquilo de lo que uno probablemente se imagina; no, no es una pesadilla abarrotada de gente.

Una de las principales razones por las que los promotores no construyen más viviendas en la zona de Nueva York, y por lo tanto la causa de que vivir en la ciudad sea más caro, es que no pueden hacerlo debido a la zonificación, las restricciones al uso del suelo y, especialmente en los barrios residenciales, la oposición de sus habitantes. En otras palabras, las escabrosas fantasías de la derecha son lo de menos. El “Sí, pero no aquí”, y no la delincuencia o los impuestos, es el principal problema de Nueva York.

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