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Innovación
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Democratizar la innovación

Negar oportunidades a jóvenes, mujeres, minorías e inmigrantes hace a España más pobre y menos próspera

Innovacion
Tomás Ondarra
Antón Costas

Uno de los mandamientos de la economía establece que, a largo plazo, la prosperidad de las naciones y el bienestar de sus ciudadanos dependen de la innovación y la productividad del conjunto de su población; ya sean innovaciones revolucionarias, como las vacunas contra la covid-19, o pequeñas innovaciones rutinarias que tienen lugar en el proceso de fabricación. A este tipo de innovaciones de base me referí en un artículo en esta columna al hablar de La paradoja de la innovación española (13-11-2022), donde señalaba que es necesario democratizar la innovación.

Nuestro país es menos próspero y más pobre debido a que no utilizamos el talento de muchas personas. Niños que crecen sin oportunidades, jóvenes sin empleo, parados de larga duración, mujeres que quieren trabajar y no pueden, inmigrantes sin permiso de trabajo son ejemplos de talento no utilizado. No es sólo una cuestión de justicia, es también una cuestión de prosperidad colectiva.

Esta pérdida de prosperidad debido al talento no utilizado también ocurre en otros países desarrollados. Una de las investigaciones que más me han gustado (Who Becomes an Inventor in America? The Importance of Exposure to Innovation) la ha llevado a cabo en Estados Unidos un grupo de investigadores dirigidos por Raj Chetty, profesor de la Universidad de Stanford, que lidera un proyecto sobre igualdad de oportunidades (The Equality of Opportunity Project). Esta investigación se conoce como Lost Einsteins, los innovadores que pierde un país por el hecho de no saber ofrecer oportunidades a todas las personas.

Chetty y sus colaboradores han tenido acceso a millones de datos sobre ciudadanos de su país, sobre sus familias y los barrios en que han nacido, las escuelas a las que han ido, sus trayectorias vitales y los ingresos a lo largo de su vida. Han pasado años analizando esa información para conocer las pautas de vida de más de un millón de inventores. Querían saber qué llevó a esas personas a transformarse en innovadores. Con ese conocimiento esperaban diseñar políticas con las que estimular la difusión de la innovación.

Para ello, miraron a los niños que en el inicio de la escolarización tenían las mismas habilidades en matemáticas y ciencias. Años después volvieron a comprobar cuántos de ellos se habían transformado en inventores. Lo que encontraron es que un niño nacido en una familia pobre tiene 10 veces menos probabilidad de ser un innovador que uno nacido en una familia rica. De la misma forma, un niño nacido en una comunidad pobre tiene 10 veces menos probabilidades de ser un innovador, aunque tenga las mismas capacidades en matemáticas y ciencias que los niños que nacieron en barrios ricos.

¿Qué políticas son las más adecuadas para evitar esta pérdida de innovadores? Lo habitual es pensar que son los estímulos fiscales y financieros, las inversiones en I+D y el fomento de los estudios de ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM, en sus siglas en inglés). Pero esta investigación descubrió algo inesperado: la mejor política para potenciar la innovación es aumentar las oportunidades para los niños y jóvenes desfavorecidos, exponiéndolos a la innovación. También nos demuestra que la creatividad y el talento innovador son cualidades de todas las personas, no de una élite nacida rica y educada en materias STEM.

Pero esto no es lo que se enseña en las facultades de Economía. De ahí que el premio Nobel de Economía 2006, Edmund Phelps, haya afirmado que una revolución pendiente es la de la teoría del dinamismo económico. Intentando explicar la pérdida de productividad que han experimentado las economías desarrolladas en las últimas décadas, algunos economistas han recurrido a la idea de la “destrucción creadora” y las innovaciones disruptivas de Schumpeter, en su libro clásico de 1911 Teoría del desarrollo económico.

Para muchos economistas lo que ha sucedido en las últimas décadas es que se ha reducido esa corriente de innovaciones disruptivas schumpeterianas. Esto explicaría el estancamiento de la innovación y de la productividad. Phelps aporta otra explicación. Señala que Schumpeter operaba sobre la premisa explícita de que la masa de personas en la economía carece de inventiva. Para Phelps, esta premisa es errónea. Para él, la pérdida de dinamismo de las economías occidentales viene del aumento de la desigualdad y de la pérdida de movilidad social que no permite aprovechar el talento del conjunto de la población.

Apoyándose en una larga tradición de pensadores que han señalado la importancia de valores como el individualismo, el vitalismo, la curiosidad, la imaginación, la aceptación de lo desconocido y el disfrute de lo nuevo, Phelps argumenta con convicción en su libro de 2013 Mass Flourishing que toda la humanidad posee creatividad. Y que el cultivo de estos valores viene más del contacto con las humanidades que de las materias STEM. Estos valores producen innovación autóctona en toda la fuerza laboral. Este fenómeno de la innovación de base por parte de prácticamente todo tipo de personas que trabajan en todo tipo de industrias ya había sido percibido por el historiador económico estadounidense Walt Rostow en 1952. Pero fue olvidado por la adhesión de muchos economistas y tecnólogos a la tesis elitista de Schumpeter sobre la innovación.

En mi opinión, estas dos aportaciones son válidas para diseñar políticas que democraticen la innovación en nuestro país. Algunos ejemplos son la escolarización universal y gratuita entre 0 a 3 años; la generalización de la formación profesional dual, que al permitir a los jóvenes adquirir conocimientos en la escuela y entrar en contacto con la innovación en las empresas actúa como “celestina” para casar las ofertas con las demandas de trabajo; la formación dual también universitaria; políticas activas de empleo eficaces, diseñadas en contacto con las empresas, o la alfabetización digital básica del conjunto de la población. Necesitamos construir un contrato social basado en políticas que den oportunidades a los que más las necesitan y que permitan aprovechar el talento no utilizado de jóvenes, mujeres, desempleados, minorías e inmigrantes. Denegar oportunidades al talento de todas esas personas hace que nuestro país sea más pobre y menos próspero.


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