Los republicanos no tienen un plan contra la inflación
A grandes rasgos, las medidas que proponen para Estados Unidos se parecen mucho a las que anunció Liz Truss
Pocas cosas que haya escrito en los últimos años han generado tanto correo hostil como un boletín relativamente informal y un tanto pedante que publiqué justo antes de que se dieran a conocer los datos sobre el PIB para el segundo trimestre de 2022. En esa publicación explicaba por qué, a pesar de toda la información errónea de los medios de comunicación, una recesión no se define como dos trimestres de descenso del PIB, así como las razones por las cuales era improbable que la primera mitad de 2022 cumpliera los criterios multidimensionales utilizados por la comisión que determina (a posteriori) si ha empezado una recesión. Por supuesto, la causa del correo hostil era que los republicanos se morían por proclamar la “recesión de Biden”, y acusaban falsamente al Gobierno de utilizar un doble rasero cuando afirmaba que, de hecho, no estábamos en recesión.
Pues bien, el avance del informe sobre el PIB para el tercer trimestre de 2022 del pasado jueves mostraba por qué el anuncio de un retroceso de la economía basado en dos trimestres de datos algo extraños habría sido totalmente equivocado. El crecimiento económico ha repuntado y vuelve a estar en un 2,6% anual, lo cual sitúa de nuevo al PIB en sintonía con el fuerte crecimiento del empleo que viene registrándose a lo largo del año. ¿De verdad dicen en serio que estuvimos en recesión desde enero hasta junio, pero que nos hemos recuperado milagrosamente?
Pronto volveré a escribir sobre las peculiaridades de las cifras económicas recientes, incluida la extraña desconexión entre empleo y PIB. Por ahora baste decir que a principios de año no estábamos en recesión, y que tampoco lo estamos ahora, aunque podríamos estarlo en el futuro a medida que se hagan sentir los efectos retardados de la subida de los tipos de interés.
No obstante, desde el punto de vista político podría no importar demasiado, porque los republicanos han renunciado en gran medida a la historia de la recesión. En lugar de ello sus ataques económicos, tanto en los debates como en la propaganda electoral, se han centrado sobre todo en la inflación, en particular en los precios de los carburantes. Por tanto, parece que vale la pena señalar que el Partido Republicano no tiene un plan para combatir la inflación. En realidad, no tiene ningún plan económico coherente. Pero, a juzgar por lo que sus políticos han explicado que intentarán hacer si ganan las elecciones de medio mandato, las medidas empeorarían la inflación, no la mejorarían.
Cuando se presiona a los republicanos para que digan cómo reducirían el alza de los precios, recurren a menudo a alguna versión de “la gasolina costaba solo 50 centavos cuando Trump era presidente”. Pues bien, vamos a hablar de esta comparación. En primer lugar, llama la atención la manera en que la derecha ha refigurado enero de 2021 como un momento dorado para Estados Unidos. En aquel entonces, 20.000 estadounidenses morían de covid cada semana, y seguía habiendo nueve millones menos de puestos de trabajo que antes de la pandemia. De hecho, el estado de depresión en el que todavía se encontraban las principales economías, incluida la estadounidense, era la razón fundamental de que los precios del petróleo estuvieran por debajo de lo habitual, lo cual, a su vez, era la razón fundamental de que la gasolina fuera barata.
Un año mejor a efectos de comparación sería 2019, el año anterior a la pandemia, cuando el precio medio de los carburantes era de unos 70 centavos el litro. Recordemos que el salario medio ha subido alrededor del 15% en los últimos tres años, de manera que la gasolina sería ahora tan asequible como en 2019 si su precio medio actual rondara los 80 centavos el litro. Desde el miércoles es de casi un dólar el litro, así que, efectivamente, la gasolina se ha vuelto menos asequible, pero ni mucho menos tanto como afirman los republicanos.
Y a pesar de la retórica del GOP, las políticas del Gobierno de Biden han tenido poco impacto en los precios en cuestión, que han estado determinados por acontecimientos que afectan a los mercados mundiales —en particular, la invasión de Ucrania por parte de Rusia—, y en cierta medida por los cuellos de botella en el refinado, que se agravaron durante varias semanas a partir de mediados de septiembre, pero que ahora han vuelto a atenuarse.
¿Cuál es entonces el plan republicano para hacer que bajen los precios de la gasolina? Ninguno. ¿Y qué pasa con la inflación en general? Se puede argumentar que el elevado déficit público al principio de la presidencia de Biden impulsó al alza los precios (aunque tuvo poco efecto en los más destacados desde el punto de vista político, los de la energía y los alimentos, que se han disparado en todo el mundo).
Sin embargo, si les preocupan las consecuencias para la inflación de los déficits presupuestarios, deberían saber que casi la única idea concreta sobre política económica que hemos oído a los republicanos es que quieren ampliar las rebajas de impuestos de Trump, lo cual, básicamente, aumentaría el déficit. Es verdad que muchos republicanos se adhieren a una ideología económica que considera que los déficits causados por las rebajas fiscales no son un problema, bien porque confían —contra toda evidencia— en que se amortizarán de alguna manera, o porque creen que lo que causa los problemas es el gasto público, y no los déficits en sí mismos. Pero si creen que rebajar impuestos sin ningún plan creíble para compensar el recorte del gasto no es un problema, incluso en época de inflación, los mercados no están de acuerdo con ustedes. Fíjense en lo que pasó con la libra y los tipos de interés británicos después de que Liz Truss, la primera ministra destituida rápidamente, anunciara un plan económico que, a grandes rasgos, se parece mucho a lo que los republicanos proponen para nuestro país.
La conclusión es que la estrategia electoral de los republicanos no consiste más que en culpar al Gobierno de Biden de la inflación y que el partido en realidad no tiene ningún plan económico para reducirla. Y en caso de que lo tuviera, la empeoraría.
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