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INMIGRACIÓN
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Si no fuera por todos nadie sería nada

Los inmigrantes complementan y rejuvenecen la fuerza de trabajo y elevan los ingresos fiscales

Negocios 25/09/22
Maravillas Delgado

El 30 de septiembre se cumplirán dos años desde el fallecimiento del humorista gráfico Quino, pero la filosofía vital de su fantástica y siempre aguda Mafalda sigue presente. ¨¿Pensaron alguna vez que si no fuera por todos, nadie sería nada?¨, se preguntaba en una ocasión. Según el informe La diversidad gana, elaborado por McKinsey en 2020, la diversidad étnica, cultural o de género en los grupos de trabajo guarda una fuerte relación con la rentabilidad y la creación de valor. Promover una mayor diversidad en el mercado de trabajo es uno de los objetivos que se derivan del nuevo reglamento de la Ley de Extranjería de España, aprobado en el Congreso de los Diputados y que, entre otras medidas, facilita la contratación de extranjeros y abre nuevas vías para la regularización de inmigrantes, de forma que puedan incorporarse legalmente al mercado laboral español.

El debate sobre política migratoria tiende a ser intenso y, en muchas ocasiones, visceral. Los críticos resaltan, entre otros, los efectos económicos negativos de la población inmigrante en el empleo y en los salarios, o la carga que suponen para el sistema del Estado del bienestar. Sin embargo, antes de acudir de nuevo a Mafalda y a su famoso ¨Paren el mundo, que me bajo¨, es importante analizar estos argumentos. En primer lugar, no existe un número predeterminado de empleos. De hecho, la incorporación masiva de las mujeres al mercado laboral, especialmente a partir de la II Guerra Mundial, no impidió a los hombres seguir trabajando. De forma similar, el mercado laboral continúa su evolución y lo cierto es que los inmigrantes no sólo consiguen empleos, sino que también los crean a través del gasto de sus sueldos, que aumenta la demanda de bienes y servicios.

Tampoco los salarios se ven directamente disminuidos por la incorporación de población inmigrante a los puestos laborales. En su mayoría los trabajadores extranjeros no sustituyen a los nacionales, sino que los complementan. Es decir, que contribuyen con diferentes habilidades y permiten aumentar la productividad y reforzar el empleo en sectores esenciales que la oferta nacional no está completando. Un buen ejemplo son los sectores agrícola, de distribución de alimentos o de los cuidados, que resultaron fundamentales para atender necesidades básicas de todos los ciudadanos durante la pandemia y en los que se emplean un gran número de trabajadores extranjeros. No es razonable, por tanto, culpar a la inmigración de las malas condiciones laborales, sino que es necesario solicitar a las Administraciones públicas unas condiciones dignas y el cumplimiento de las leyes laborales.

La complementariedad laboral no llega solo en competencias, también en juventud. Para afrontar los retos económicos y sociales, actuales y futuros, Europa necesita una población activa diversa, tanto en habilidades como en edad. Obviamente, España no es una excepción. Utilizando las estadísticas de población de las Naciones Unidas se calcula que, desde 1980 hasta ahora, la media de edad de la población ha pasado de 30 a 44 años y la población mayor de 80 años se duplicará en 2050, hasta alcanzar 5,6 millones de personas. La juventud de la población inmigrante en busca de un empleo, por tanto, ofrece una prima demográfica que el mercado nacional no está completando. Además, la población activa nacional es cada vez menor. Mientras que en 1980 había cinco personas entre 16 y 64 años por cada persona mayor de 65 años, en 2021 esta ratio disminuyó a tres. Según la OCDE, la contribución neta de los trabajadores inmigrantes a los impuestos en España es cercana al 0,5% del PIB y proporcionalmente mayor a lo que reciben en prestaciones. Una recaudación necesaria para mantener el gasto en pensiones y sostener las finanzas públicas de las que todos nos beneficiamos.

Los inmigrantes complementan y rejuvenecen la fuerza de trabajo y aumentan los ingresos fiscales. “¿Por dónde hay que empujar este país para llevarlo adelante?”, se preguntaba Mafalda. Las múltiples respuestas a esta pregunta no pueden olvidar que los trabajadores extranjeros no son números ni herramientas de política económica. Son personas. Amigos, familiares, compañeros de trabajo, padres y madres de los compañeros de nuestros hijos. Atraer y acoger a personas migrantes genera riqueza social, cultural y económica para todos los ciudadanos. La reforma del reglamento de la Ley de Extranjería, por tanto, es un paso necesario y positivo para que el sistema migratorio facilite la regularización y protección de quienes contribuyen al crecimiento del país.

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