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Ofensiva de Rusia en Ucrania
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Inciertos paralelismos

En un entorno tan volátil como el actual, las comparaciones históricas son útiles pero no definitivas. No precipitarnos y prepararnos para un escenario con mayor inflación y unos tipos de interés más elevados sigue siendo lo más adecuado

Corredor de Bolsa en el mercado de Nueva York (NYSE) el pasado 17 de marzo.
Corredor de Bolsa en el mercado de Nueva York (NYSE) el pasado 17 de marzo.BRENDAN MCDERMID (REUTERS)

Atravesamos tiempos difíciles. La invasión de Ucrania ha sumido al continente europeo en una tragedia humana. En lo económico, la importancia de Rusia como productor de petróleo, gas y otras muchas materias primas será una nueva perturbación que afectará negativamente a la combinación de crecimiento e inflación mundial.

Ante un evento tan incierto, el análisis económico habitualmente busca paralelismos en el pasado que nos puedan ayudar a vislumbrar las consecuencias futuras. En la historia económica, las subidas de los costes energéticos en raras ocasiones han sido buenos presagios: fuertes incrementos del precio del petróleo acaban normalmente frenando el crecimiento. Por otro lado, este encarecimiento de los costes de producción empujará al alza la inflación. Este movimiento en direcciones opuestas del binomio crecimiento e inflación es uno de los escenarios más temidos: la estanflación, término que vuelve a ganar protagonismo y que ahora inevitablemente nos lleva a comparativas con lo ocurrido en los años 70 y las crisis del petróleo.

Como ahora, en aquella década abandonábamos una recesión y la inflación se aceleraba. Pero este incremento cíclico de la inflación se vio exacerbado por el embargo de las exportaciones de petróleo decretado por los países árabes por el conflicto del Yom Kippur, provocando la primera crisis del petróleo.

Más allá de estas similitudes, también es cierto que han pasado casi 50 años y que la economía mundial ha sufrido importantes transformaciones que no debemos obviar. En primer lugar, dependemos menos del petróleo. En 1973 para generar $1.000 de PIB global necesitábamos 152 litros de crudo, mientras que ahora requerimos menos de la mitad. Por otro lado, el peso de Rusia y su capacidad de influenciar los precios en los mercados internacionales no es comparable al que detentaban los países que decretaron el embargo: controlaban más del 30% de la oferta mundial de crudo frente al 12% actual de Rusia.

La reacción inicial al conflicto en Ucrania llevó al precio del Brent por encima de 130$. Sin embargo, esta semana hemos visto una acelerada caída del precio del barril, debido en gran parte a los nuevos confinamientos en China que frenarán la demanda del segundo mayor consumidor de crudo.

En momentos de elevada incertidumbre, los paralelismos históricos son útiles pero no definitivos. Si como todos deseamos se logra una solución “negociada” a este triste conflicto y el precio del crudo se estabiliza en niveles cercanos a los 100$, los efectos sobre el crecimiento e inflación de este “shock” energético serán manejables y evitaríamos las consecuencias más negativas del pasado.

Como inversores no debemos precipitarnos. Pensamos que la estrategia más adecuada es mantener los niveles de exposición y prepararnos para un escenario con mayor inflación, así como unos tipos de interés más elevados. A nivel regional, la economía estadounidense está menos expuesta a los riesgos, lo que aumenta el atractivo relativo de sus bolsas. En Europa, por su parte, surgen oportunidades en sectores ligados a la transición energética, que se verán favorecidos por la necesaria reducción de la dependencia de importaciones de energías fósiles.

Paulo Gonçalves Campos es analista sénior de Estrategia de Mercados de Banca March

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