Así es Inelcom, la empresa valenciana que tiene una de las mayores colecciones de arte
La firma de tecnología valenciana prevé alcanzar este año una facturación de 61 millones de euros mientras crece en el exterior
Si un escritor es quien apaga la luz de la habitación de un niño tras leerle un cuento, un ingeniero debería ser quien la enciende.
En las afueras de Madrid, en Pozuelo de Alarcón, la denominada Ciudad de la Imagen es un desafinado karaoke de franquicias de comida “chatarra”, el edificio de Telemadrid, cuya arquitectura provoca espejismos, y una algarabía de empresas que buscan un diseño que resulta tan prefabricado que parece ensamblado en una línea de montajes de coches. En este espacio, donde olvidaron que la arquitectura debe ser funcional y bella, y nunca una sucesión de extraviadas calles y obras intrascendentes, tiene desde 2008 su sede la ingeniería de origen valenciano Inelcom (Ingeniería Electrónica Comercial, SA). Un edificio racional, creado por Carmel Gradolí y Arturo Sanz, en forma de prisma, que alterna líneas verticales y horizontales. Son cuatro plantas revestidas de hormigón visto.
Una excepción en el paisaje. En la sala de juntas se reúnen Javier Quilis, de 33 años, presidente de la compañía, y su padre, Vicente, de 76 años, quien la fundó el 23 de abril de 2000. Ingeniero de Telecomunicaciones, como su hijo, llegó a Madrid en 1967. En los comienzos, la firma tenía dos espacios. Uno en Xàtiva (donde continúa la factoría principal “por motivos sentimentales y calidad de los trabajadores”) y otro era un dúplex de 500 metros cuadrados en la madrileña calle de las Infantas. Atravesábamos 1974. La especulación inmobiliaria aún tardaría en llegar. También los 2.200 trabajadores (1.500 en Europa y 700 en América) y los cerca de 61 millones de euros de ingresos que prevén generar este año en Inelcom, en línea con años anteriores. Si se suman otros negocios de la familia, la facturación total estará cerca de los 100 millones.. La dictadura se apagaba, pero la casa aún no estaba encendida.
—¿Le importa que mantenga la mascarilla y la puerta abierta? Llevo 26 años operado del corazón —pide el fundador.
Difícil de creer, delgado, atento, lúcido; y con la memoria intacta. Todo sucede en el pasado.
Crear tecnología de vanguardia en Xàtiva (Valencia) era dialogar con un crupier tacaño. Pocos daban crédito. “Recuerdo que fabricamos, sin espacio ni nada, en casa de nuestros padres, y lugares así, un millón de circuitos para jugueteras”, apunta Vicente. “Pero en 1982 aparecieron los taiwaneses y lo que a nosotros nos costaba una peseta a ellos 10 céntimos. Les aconsejé a las jugueteras que cerraran y buscaron otras opciones”. Es uno de los recuerdos. Aparecen más. Una planta en Alzira (Valencia) para calibrar las naranjas o un sistema de clasificación de los tomates según su color. De un verde profundo a un rojo intenso. “Todo se puede cacharrear”, ironiza Javier. “Y solo patentamos aquello que creemos que quizás nos copien. No estamos muy pendientes”, admite.
Desde entonces, muchas cosas han sucedido, y ya tienen claro quiénes son. Tocaron con las manos la tierra de Xàtiva. “Consultoría, fabricación, diseño, servicios y operación de equipos electrónicos”, resume Javier Quilis. “Ese es nuestro camino”. Trabajan en el nuevo sistema electrónico del estadio Santiago Bernabéu (Madrid), iluminaron el Valencia Basket (el primer pabellón de Europa con luces led), han colaborado con el Centro HangarBicocca de Pirelli (Milán), tienen complejos sistemas de regadío y participarán en la gigafactoría de baterías eléctricas a la que aspira la Generalitat Valenciana. En Alemania, junto a Telefónica, instalarán fibra óptica (proyecto Beethoven) en más de dos millones de hogares a través de una red neutra, es decir, abierta a cualquier operador.
Problemas de suministro
Hay encargos, hay trabajos; hay desafíos. “La carencia de chips nos está afectando”, reconoce el fundador. “Pero”, aclara su hijo, “somos diseñadores, así que si nos falta algún componente lo creamos, aunque nos genere un coste de rediseño”. La vida ha dejado de ser hace tiempo como la carrera de Alicia en el país de las maravillas: no hay premios para todos. Al igual que la mayor de las ingenierías, las mujeres (38%) están aún lejos de la igualdad. Y la geografía exterior del mundo cambia con el tiempo y la economía. “En Argentina llevamos 32 años, pero es un desastre de país; Chile, en cambio, va muy bien, es una nación seria, al igual que Brasil, Colombia y Perú”, desgrana Vicente Quilis. Desde esas tierras llegan hasta México y Estados Unidos. En el reparto, el 30% de la facturación procede de América y un 70% de Europa.
Este “Steve Jobs valenciano” tiene (“en reestructuración”) también inversiones inmobiliarias, un hotel en Montsant (donde en 2017 le denegaron los permisos para construir un museo subterráneo de arte contemporáneo, Montsant, Centre d’Art i Arqueologia, aunque mantiene una arqueóloga en plantilla para cuidar del patrimonio antiguo) y activos agrarios. Son “intereses” familiares. Ajenos al grupo industrial.
A veces se apaga la luz, otras se enciende. Aunque existen algunos aspectos por donde nunca circula la corriente. “Nos han intentado comprar, pero no vendemos. Y punto”, zanja el fundador de Inelcom. Su corazón parece un encofrado de madera de boj y hormigón.
Una gran colección de arte
En la primera planta de la sede madrileña están las joyas de Inelcom. Vicente Quilis viajó a principios de siglo varias veces con amigos empresarios enamorados del arte. Y una vez que ese veneno entra en el torrente sanguíneo, carece de vuelta atrás. La colección suma 354 obras (38% por mujeres) repartidas en 4.000 metros cuadrados, y son los propios ingenieros quienes se ocupan de enseñar las piezas. Hay una rareza en una época en la que todo es pintura y pintura: el vídeo. Vicente Quilis es un amante del cine y se nota. Rosa Barba, Candice Breitz, Willie Doherty, Anthony McCall, Steve McQueen…
“El gran valor es que no queremos que se parezca a una colección corporativa, a un catálogo de Sotheby’s”, desgrana Vicente Todolí, antiguo director de la Tate Modern de Londres y responsable de la colección. ¿Y qué pinta el arte en una “fabrica” de luces? “Es exactamente lo que nosotros hacemos: creatividad, innovación, tecnología”, subraya Javier Quilis, presidente de Inelcom. Construyen obras de artistas, las reparan, las iluminan, las diseñan. “No queríamos un contenedor blanco”, reflexiona Quilis. Y añade: “Queremos participar”.
La colección sigue una serie de líneas de trabajo: Comunicación e incomunicación, La energía, La memoria frente al olvido, Fuerza, medio y paisaje… Todas trenzadas con las actividades de la empresa. Y la especulación, en época de precios inalcanzables para el arte, no entra por la puerta. Cuando en 2011 Todolí se hizo cargo de la colección, la premisa fue innegociable: “No se vende nada”. Y así ha sido. Ahora la idea es ampliar el espacio de la colección en unos 4.000 metros cuadrados que lindan con la empresa. El plan de expansión está pendiente del visto bueno por parte de los responsables de urbanismo de Pozuelo, donde se ubica la sede de Inelcom.
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