La City de Londres sufre un lento drenaje
La ruptura con Europa no ha provocado de momento un éxodo de firmas financieras, pero sus efectos ya se dejan ver
En la larga y agotadora negociación del acuerdo comercial entre el Reino Unido y la Unión Europea, las partes decidieron dejar al margen de las conversaciones todo lo que hacía referencia a los servicios financieros, que suponen casi un 7% del PIB, dan empleo a un millón de personas y aportan más de 80.000 millones de euros a la recaudación fiscal británica.
Mientras el Reino Unido ha pertenecido al club comunitario, sus entidades financieras han podido operar libremente en todo el territorio de la UE bajo el denominado “pasaporte financiero”. Las entidades podían solicitarlo a sus respectivas autoridades nacionales, bajo la premisa de que todos los países miembros habían acordado unas normas regulatorias y de supervisión comunes de los mercados. El sistema facilitaba el establecimiento de sucursales y el libre intercambio con un escrutinio mínimo. Todo eso desapareció el 1 de enero. Pero tanto Londres como Bruselas se han mostrado mucho más flexibles en sus prórrogas y cesiones para que la City siguiera funcionando sin problemas.
No se ha producido la devastación posterior al Brexit que los más pesimistas vaticinaban, en la que cientos de miles de trabajos se perderían y la mayoría de las entidades financieras desertarían de la orilla del río Támesis. De hecho, según el informe elaborado a principios de año por New Financial, el número total de empleos perdidos ha sido de 7.500, y cerca de 440 instituciones han trasladado a territorio de la UE parte de su negocio o han abierto sedes en la eurozona. Un 10% de todos los activos del sistema bancario del Reino Unido, poco más de un billón de euros, se ha desplazado al continente europeo.
“A nadie le han gustado esos movimientos, y en un mundo ideal habría sido fantástico que todos esos activos y todos esos puestos de trabajo permanecieran en la City”, aseguraba a principios de diciembre Vincent Keaveny, el nuevo Lord Mayor of London (presidente de la Corporación de Londres) a EL PAÍS. “La realidad es que el número de empleos, en términos absolutos, ha crecido. Aunque, por razones legales, muchas instituciones financieras hayan tenido que sacar de Londres parte de sus infraestructuras, y han desplazado fuera activos y personal, el impacto neto sobre la City no ha sido tan importante”. Keaveny, que elegía Madrid como su primera visita internacional, es el representante ante el mundo del sector financiero y de servicios del Reino Unido, concentrado en su mayor parte en la llamada City de Londres. “Si observamos hacia atrás el mundo de los servicios financieros, dentro de 20 años, el Brexit será importante, sí, pero no pasará de una nota a pie de página. El verdadero motor del cambio ha sido la tecnología. Lo vemos cada día. Las empresas cambian, desarrollan nuevas ideas y nuevos puestos de trabajo, y todo lo impulsa la tecnología”, defendía con entusiasmo Keaveny.
La realidad puede ser eso, y lo contrario. Es verdad que Londres sigue teniendo una posición muy ventajosa y atractiva para las grandes firmas financieras y de servicios: el idioma inglés, la oferta de ocio e infraestructuras que ofrece la ciudad, y una regulación muy favorable. De hecho, según anunció hace un par de semanas el grupo de lobby TheCityUK, un 34% de los servicios exportados de bancos y compañías financieras instalados en la capital británica tuvieron como destino Estados Unidos, frente a un 30% cuyo destino fue la UE. Era la primera vez que se producía este sorpasso, que fue celebrado con vítores nacionalistas por la prensa tabloide británica y por los medios más cercanos al Gobierno conservador.
Pero los reguladores de Bruselas lanzan cada vez más cantos de sirena para atraer hacia su orilla a bancos y firmas establecidos hoy en Londres. Preparan acuerdos ajustados a las necesidades de cada empresa, o facilitan las condiciones de una relocalización que ya se decidió en los albores del Brexit. La Comisión Europea ha decido otorgar “equivalencia” (reconocimiento mutuo de la similitud del régimen regulatorio) a las cámaras de compensación británicas (clearing houses), con lo que siguen pudiendo introducirse sin problemas los derivados en el mercado de la UE. Pero eso no quiere decir que Bruselas no siga trabajando en la creación de cámaras de compensación con denominación en euros y localizadas en la eurozona. Y cambios futuros en la regulación de los bonos o del mercado de derivados, así como en la gestión de activos, podrían impulsar más y más migraciones hacia la UE.
El Gobierno británico decidió unilateralmente mantener el fácil acceso a sus mercados a las firmas comunitarias, pero no ha obtenido fácilmente una reciprocidad por parte de la UE. “En ausencia de la necesaria claridad por parte de la UE, hemos decidido actuar unilateralmente para asegurar la certidumbre necesaria a las empresas que operan aquí y en Europa”, anunciaba ante la Cámara de los Comunes el ministro británico de Economía, Rishi Sunak, el pasado 20 de noviembre de 2020. “Nuestro planteamiento a este respecto es simple: otorgaremos la equivalencia cuando hacerlo favorezca a los intereses económicos del Reino Unido, desde un análisis técnico y basado en resultados, que priorice la estabilidad, la apertura y la transparencia”, aseguraba Sunak. Ese planteamiento pragmático, sin embargo, no ha encontrado equivalencia al otro lado del canal, donde la estrategia política también tiene peso.
Los banqueros de inversión de la City han comenzado a buscar oportunidades globales más allá de la UE, y de ese modo a distanciarse más y más del cuerpo normativo comunitario. Da la impresión de que, en lo que a banca y servicios financieros se refiere, Londres y Bruselas se encaminan hacia un Brexit duro, con escasos términos acordados. “Puede acabar resultando que la suma de las partes sea inferior al total actual, en el caso de que haya divergencias entre el Reino Unido y la UE”, advertía a este periódico el consultor Nacho Morais, dueño de Frank Consulting y basado en Londres, en las horas finales del periodo de transición del Brexit. “Pero también puede ocurrir lo contrario, si se establece algún tipo de cooperación que posibilite, por ejemplo, que Londres sea el trampolín de acceso a otros mercados como África o Latinoamérica”. Un año después, hay más de rivalidad que de cooperación entre los dos bloques.
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