Ir al contenido
_
_
_
_

El reto laboral de los refugiados en España: “Ya no tengo miedo, este trabajo ha cambiado mi vida”

En el último año, 535 personas han sido contratadas a través de las iniciativas de colaboración público-privada gestionadas por la Secretaría de Estado de Migraciones

Kawthar Jadalhaq, a Palestinian worker at Ineco's facilities in Madrid
Luis Paz Villa

Kawthar Jadalhaq, arquitecta palestina de 33 años, llegó a España en 2020 como solicitante de asilo. Desde entonces, ha vivido en centros de acogida y en casa de amigas, también ha trabajado temporalmente como cajera, almacenera, y ha acudido a varias entrevistas para puestos afines a su área de formación sin éxito. La rechazaban por no tener un castellano perfecto. “Cuando vine aquí todo el mundo me decía que me olvide de ser arquitecta, de seguir mi camino”, recuerda. Sin embargo, en mayo del año pasado se incorporó a la ingeniería pública Ineco, donde desarrolla trabajos relacionados con proyectos de edificación y le dan la oportunidad de comunicarse en inglés. Ahora tiene una habitación propia e incluso se plantea pedir un préstamo para comprar una vivienda. “Alguna vez pensé que me iba a quedar en la calle, pero ya no tengo miedo, este trabajo ha cambiado mi vida”, relata.

España repitió el segundo puesto entre los países de la Unión Europea que más solicitudes de asilo recibieron en 2024 — con el 18% del total y un máximo histórico de 164.000 peticiones—, según Focus on Spanish Society, una publicación editada por Funcas. La legislación española otorga una autorización para trabajar, la llamada tarjeta roja, al haber transcurrido seis meses desde la formalización de la solicitud. Además, si la resolución es favorable, la persona adquiere autorización permanente para residir y trabajar en el país.

Sin embargo, la titular de la Secretaría de Estado de Migraciones, Pilar Cancela, advierte de que “las personas con protección internacional son uno de los colectivos más vulnerables dentro de la población migrante”. Por eso, se ha optado por impulsar programas de formación y empleo para este colectivo desarrollados por la Dirección General de Atención Humanitaria y del Sistema de Acogida de Protección Internacional. En los últimos doce meses, 535 personas han sido contratadas a través de estas iniciativas.

Jaime Mendoza, colombiano de 34 años, estaba en el octavo semestre de la carrera de derecho cuando recibió una amenaza de muerte debido al vínculo de su familia con la política. “Yo no iba a correr el riesgo, entonces puse la denuncia y decidí venirme para acá”, explica. Llegó a España en octubre de 2019 y sus ahorros no bastaron para sostenerlo hasta recibir su permiso de trabajo. Por ello, relata, se vio obligado a buscar un empleo en negro. Ya con la tarjeta roja, se percató de que “muchas empresas desconocen este documento y les da miedo contratar”.

Mientras tanto, Mendoza realizó cursos de formación con ayuda de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR). Esta organización le asistía en su proceso y le ofreció una experiencia práctica de dos meses en Ikea, donde finalmente fue contratado. “En todo momento me he sentido respaldado por la compañía, no como un número más”, comenta, y expresa su deseo de hacer carrera allí. “Quisiera estudiar algo que me lleve a recursos humanos que es lo que me gusta”, dice.

Las actuaciones centralizadas desde el Ministerio han impulsado iniciativas en colaboración con entidades y empresas del sector privado para fomentar la inclusión laboral. Ikea, Amazon, Cooperativas Agroalimentarias, la Asociación de Jóvenes Agricultores de Huelva, y muchas otras, se han convertido en socios clave en la implementación de proyectos de inserción. Por otra parte, con determinadas empresas se han puesto en marcha bases de datos con candidaturas específicas, algunas de ellas con una cualificación muy alta. Ese es el caso de Ineco, donde trabaja Kawthar.

Jaime Mendoza, trabajador colombiano, en el IKEA de San Sebastian de los Reyes, el pasado 21 de mayo.

Carmen Benayas, responsable del Programa PROA de esta compañía, que tiene como objetivo incorporar a personas del colectivo de refugiados, explica que los candidatos se apuntan como cualquier otro y pasan por el mismo proceso de selección. “Si creas puestos para un colectivo en concreto, al final eso está condenado a la temporalidad. Y en este caso no es así“, explica. Añade que para la empresa —que ya ha integrado a 20 profesionales de esta manera— este tipo de iniciativas son fundamentales. “Más allá de traer diversidad, traen experiencia en su país de origen, y nosotros le ofrecemos desarrollar su carrera profesional; además, desde el primer momento, les hacemos un acompañamiento y mentoría”, subraya.

En la Secretaría de Estado de Migraciones señalan que tras poco más de un año implementando estos programas específicos de empleo el reto es ampliarlos. “Los resultados son, a todas luces, positivos, pero seguiremos reforzando líneas de actuación para que el máximo número de personas que se encuentran en nuestro sistema de acogida de protección internacional puedan acceder a un puesto de trabajo, desarrollar su proyecto de vida y establecerse en nuestro país”, afirma Cancela.

Itinerarios de inserción

Detrás de los datos oficiales está el trabajo coordinado junto a varias entidades sociales como CEAR o Accem. Estas intervienen en el desarrollo de itinerarios individualizados de inserción que incluyen tareas de información, asesoramiento, intervención y seguimiento con las personas beneficiarias. Sus actuaciones incluyen el diagnóstico, el desarrollo de capacidades de base (como la alfabetización digital, contextualización cultural o aprendizaje del idioma), orientación sociolaboral y formación ocupacional. Carmen Ruiz, coordinadora de Inclusión de CEAR, detalla que la inserción inmediata no siempre es el camino más adecuado. “En muchos casos, primero se les ayuda a formarse o adquirir habilidades para que no terminen en trabajos precarios o en sectores donde finalmente no quieren trabajar”, explica.

El proceso de acompañamiento fue crucial para Gerardo Cedeño, venezolano de 38 años. Llegó a España en 2023, como solicitante de asilo humanitario, en busca de una mejor atención en salud. Tras recibir un trasplante de parte de la tibia derecha, Cedeño necesita cuidado especial y tiene algunas limitaciones. Eso no evitó que intentase trabajar durante sus primeros meses de estancia en Barcelona: ”Estuve de vendedor ambulante para una empresa, pero básicamente era como una estafa”, explica. Tras contactar con el servicio Atención al Migrante de Cataluña recibió el apoyo integral de CEAR. “Ellos me explicaron cómo es el mercado laboral acá, desde las leyes y los pasos que normalmente las personas locales dan por hecho; mientras que cuando uno llega hay que aprenderlos”, relata.

Diana Tarasiuk, en su peluquería en Burgos, en una imagen cedida.

Con ayuda de los orientadores Cedeño, —que solo había concluido el bachillerato en su país de origen— estudió un curso de formación profesional de Administración y Finanzas de Comercio Internacional. De este modo, encontró un trabajo como administrativo. Pero las entidades no se limitan a atender a los beneficiarios, explica Ruiz, también tienen un rol crucial en la sensibilización y apertura del tejido empresarial. “Las primeras sesiones de acercamiento a las empresas que contactamos son para explicarles en qué consiste la documentación que tienen estas personas, a qué les da acceso, a qué tienen derecho, y cómo funciona”, apunta.

Reaprender el oficio

El estallido de la guerra en Ucrania en febrero de 2022 obligó a Diana Tarasiuk, de 37 años, a salir de su país de la noche a la mañana acompañada de sus dos hijos. Trajo consigo a España lo más esencial: “Cogí una mochila con documentación y tres tijeras”, relata. Tuvo que rogar en la puerta de embarque del vuelo para ingresar éstas últimas porque tras trece años como peluquera, no estaba dispuesta a dejarlas.

Para lograr que los refugiados sean empleables es crucial adquirir nuevas competencias o aprovechar las existentes, explica Germán Hurtado, responsable de programas de Empleo de Accem. Si bien muchos llegan capacitados desde sus países de origen, muchas veces hace falta que entiendan cómo se desarrolla su actividad en España. “No es lo mismo trabajar en una agricultura más tecnificada como la nuestra que en el mismo sector en el norte de África, o pasar de la pesca tradicional a trabajar en un barco mercante en Galicia; hace falta reciclar esas competencias o validarlas”, añade Hurtado.

En el caso de Tarasiuk, Accem le facilitó un techo, cursos de castellano y de su oficio. Secadora o cepillo fueron algunas de las primeras palabras que integró en su léxico. Tras trabajar en salones ajenos, logró —con ayuda de sus amigas— abrir el suyo propio. “A mí me gusta trabajar como mi propia jefa, como en Ucrania”, afirma. Pero reconoce que esta nueva etapa no está exenta de desafíos: “La gente aquí tiene su peluquera desde hace muchos años, aunque poco a poco tengo más clientes, ucranianos y españoles”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_