Jaime Botín, el banquero culto y liberal
Creó Bankinter bajo su sello personal y fue un intelectual de amplios intereses en el ámbito de las ciencias sociales
El pasado día 15 de agosto falleció en Santander Jaime Botín a los 88 años. He ido a despedirlo a su añorada Cantabria con la cercanía de su familia y ahora durante mi regreso escribo estas líneas sobre algunos rasgos de su inabarcable personalidad. Fue un banquero y un intelectual de amplios intereses en el ámbito de las ciencias sociales, con especial incidencia en los problemas de nuestro país, y también, en algunas de sus seleccionadas lecturas, en el terreno de las ciencias de la naturaleza.
Dos ejemplos de esta afirmación me vienen a la memoria. Tuve la suerte de conocerlo a finales de la década de los ochenta, cuando uno y otro éramos presidentes ejecutivos de dos relevantes instituciones financieras. Ambas tenían ciertas ventajas comparativas en sus mercados de actuación que bien hubieran merecido aquellos días una reflexión conjunta, dada la índole de nuestras ocupaciones principales.
Sin embargo, nuestro primer tema de conversación fueron asuntos relacionados con el desarrollo y la fabricación de algunos modelos de aviones utilizados en la segunda guerra mundial. Jaime era propietario de una Bücker ─conocido biplano construido en Alemania con dos cabinas abiertas─ que volaba con cierta frecuencia y conocimiento, hasta tal punto que era consciente de la necesidad de sustituir una determinada pieza que el paso del tiempo había deteriorado. Los hábiles y competentes mecánicos de la entonces Construcciones Aeronáuticas pronto la pusieron a punto. Pocas semanas después lo comprobábamos empíricamente al alimón en los repetidos vuelos que hicimos sobrevolando Castilla.
Solo fue a partir de entonces cuando intercambiamos opiniones sobre el sistema financiero. Al echar la vista atrás, tengo que decir que también en esta materia es uno de mis acreedores preferentes. Pienso que algo insuficientemente conocido es el papel que algunos banqueros españoles jugaron en lo más temprano de nuestra transición política. Valga como ejemplo la época dorada del periódico Informaciones a finales de la década de los sesenta y principios de los setenta. En aquellos años se convirtió en un periódico de referencia y cuna de los mejores y más independientes profesionales de entonces. Este periódico que hoy tiene la generosidad de acoger estas palabras mías lo sabe perfectamente, ya que una gran parte de aquellos profesionales conformaron su plantel fundador. Pues bien, los consejos de administración de aquel Informaciones tenían lugar en la sede de Bankinter y la persona que representaba al Banco de Santander en dicho consejo era Jaime Botín. Hace ya unos años que tuve el testimonio directo de alguno de los primeros ejecutivos de aquel añorado periódico vespertino respecto al papel tan activo que Jaime desempeñó para soslayar por todos los medios posibles las trabas que el franquismo ponía a la libertad de expresión.
Siempre tuvo una genuina, y también temprana, inquietud por la consolidación de nuestra democracia y de nuestras libertades políticas y económicas. Tenía una mezcla de sabiduría y sentido común que le permitió elegir la vida que quiso vivir, y siempre lo hizo desde su acrisolada responsabilidad personal y profesional. Seguramente el final le alcanzó mientras hacía otros planes.
Soy muy consciente de que era conocido por ser el autor principal y, durante tantos años, máximo responsable de Bankinter. Es este un banco hecho a su imagen y semejanza ─que conozco bien y al que he estado ligado algunos quinquenios─. Todo lo que cabe decir de su singular destreza como banquero está resumido en la inigualable trayectoria de Bankinter desde su creación hasta hoy. Aquí es mejor que hablen los analistas nacionales e internacionales y los registros públicos de los reguladores y supervisores del sistema financiero donde esta trayectoria queda nítidamente reflejada.
Sí quisiera resaltar dos características de Jaime Botín como empresario. La primera es su inteligencia heterodoxa. Rara vez tomaba una decisión porque la mayoría de los competidores así lo hacían. Por ejemplo, Bankinter ha demostrado a lo largo de décadas que el tamaño, o mejor dicho el gran tamaño, de una institución financiera no siempre lleva a las economías de escala que sus promotores defienden, y eso bien lo saben los accionistas de uno y otro tipo de bancos. Cuestión distinta es que la relevancia social y económica de los ejecutivos de las grandes instituciones sea muy determinante, pero Jaime siempre tuvo una cierta aversión a cualquier tipo de protagonismo personal.
La segunda característica que quisiera destacar es que pertenecía a la escasa estirpe de empresarios españoles ajenos a la llamada “economía clientelar” que, como se sabe, es aquella protagonizada por quienes tienen demostradas habilidades para moverse con mucha capacidad de persuasión, por los pasillos y despachos de los políticos y los reguladores, y que al final logran utilizar la capacidad normativa y los recursos del sector público en beneficio de sus empresas. Jaime Botín siempre gozó de una insobornable independencia intelectual y profesional. En fin, transcurrido el tiempo soy consciente de lo desequilibrada a mi favor que fue nuestra relación, aunque solo sea por lo mucho que contribuyó a mi trayectoria personal y profesional. Nunca lo olvidaré. Hasta siempre, Jaime.
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