¿Por qué necesita Europa un euro digital?
Nuestro sistema monetario, cuyo núcleo es nuestra moneda común, debe adaptarse para seguir el ritmo de los avances digitales
Nuestro mundo está cambiando. La digitalización ha transformado la sociedad de formas que habrían sido difíciles de imaginar hace tan solo diez años. También está cambiando la forma en que hacemos los pagos: los ciudadanos quieren pagar cada vez más con medios digitales y la pandemia ha acelerado esta tendencia.
Los bancos centrales de todo el mundo están trabajando para complementar el dinero público que actualmente ponen a disposición de los ciudadanos —el efectivo— con una versión digital del mismo: una moneda digital de banco central. En la zona euro, el euro digital ofrecería una solución de pago digital que estaría disponible para todos, en todas partes, de forma gratuita.
El efectivo sigue siendo importante: es aún el método preferido para los pequeños pagos en establecimientos físicos y para las operaciones entre particulares. La mayoría de los ciudadanos de la zona euro quiere mantener la opción de pagar con billetes y monedas. Por ello, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo (BCE) se han comprometido a asegurar que el efectivo siga siendo plenamente aceptado y estando disponible en los 20 países de la zona euro.
Pero el hecho es que el uso del efectivo para pagos está disminuyendo en muchas partes del mundo, incluida Europa. A medida que avanzamos hacia una verdadera economía digital, adaptar el efectivo para reflejar la era digital es el siguiente paso lógico.
Tener ambas opciones, un euro en efectivo y un euro digital, significaría que todos puedan elegir cómo pagar y que nadie se quede atrás en la digitalización de los pagos. Fundamentalmente, ofrecería a los europeos la posibilidad de pagar digitalmente en toda la zona euro, desde Dublín hasta Nicosia y desde Lisboa hasta Helsinki.
Para los consumidores, el euro digital aportaría muchas ventajas prácticas. Sería fácil de usar y sin costo alguno. Independientemente del lugar de la zona euro en que estén, los ciudadanos podrían pagar de forma gratuita con sus euros digitales utilizando, por ejemplo, un monedero digital en sus teléfonos. Ni siquiera tendrían que hacer pagos en línea: también podrían pagar sin conexión a Internet.
La protección de la privacidad es una característica crucial del euro digital. El BCE no vería los datos personales de los usuarios ni sus patrones de pago. La funcionalidad sin conexión también tendría un mayor grado de privacidad de datos que cualquier otro método de pago digital actualmente disponible.
Un euro digital reduciría asimismo las tasas relacionadas con los pagos para los consumidores al estimular la competencia en Europa. En la actualidad, dos tercios de los pagos minoristas digitales de Europa son procesados por un reducido número de empresas globales. Gracias a una mayor competencia, clientes y comerciantes se beneficiarían de servicios más baratos.
Para los bancos y otros proveedores de servicios de pago, el euro digital actuaría como trampolín para el desarrollo de nuevos servicios financieros y de pago paneuropeos, estimulando la innovación y facilitando la competencia con grandes empresas financieras y tecnológicas no europeas. Incluiría salvaguardias, como límites a la cantidad que los ciudadanos podrían tener, a fin de evitar salidas sustanciales de los depósitos bancarios. No obstante, los usuarios que deseen pagar importes superiores al límite establecido podrían hacerlo vinculando su monedero digital a su cuenta bancaria.
Tener un euro digital también ofrece importantes ventajas estratégicas. Siendo el mercado único más grande del mundo, Europa no puede permitirse permanecer pasiva mientras otras jurisdicciones avanzan. Si se permitiera un uso más generalizado de otras monedas digitales de banco central para los pagos transfronterizos, correríamos el riesgo de reducir el atractivo del euro, que actualmente es la segunda moneda más importante del mundo después del dólar estadounidense. Y el euro podría verse más expuesto a la competencia de alternativas como las stablecoins mundiales, lo que, en última instancia, podría poner en peligro nuestra soberanía monetaria y la estabilidad del sector financiero europeo.
Un euro digital mejoraría asimismo la integridad y la seguridad del sistema de pagos europeo en un momento en que las crecientes tensiones geopolíticas nos hacen más vulnerables a los ataques a nuestra infraestructura crítica. Al depender de la infraestructura europea, el sistema estaría mejor equipado para resistir disrupciones, como ciberataques y cortes de energía.
Todavía estamos al inicio de este nuevo y apasionante proyecto. La Comisión Europea presenta este miércoles su propuesta jurídica. Este otoño, el BCE concluirá su fase de investigación sobre el diseño y la distribución del euro digital. Posteriormente, decidirá si inicia una fase preparatoria para estudiar el desarrollo y las pruebas del nuevo dinero digital.
El dinero de banco central sustenta nuestra confianza en todas las formas de dinero, así como en la estabilidad y la capacidad de resistencia de nuestro sistema de pago. Es la piedra angular del sistema financiero y de la unión monetaria de Europa. Un euro digital preservaría el papel del dinero de banco central, ya que bajo cualquier forma que adopte —efectivo o digital— seguirá siendo un euro.
Nuestro sistema monetario, cuyo núcleo es nuestra moneda común, debe adaptarse para seguir el ritmo de los avances digitales. Hemos asumido el compromiso de que lo haga.
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