Pedro Solbes, al servicio de España y de Europa
Se nos ha ido una persona honesta y generosa, un servidor público ejemplar. Un querido amigo. Un hombre bueno
A lo largo de mi experiencia profesional, son muchos los ejemplos que he encontrado de buenos servidores públicos, que dedican gran parte de su vida a trabajar por los demás en el ámbito político o en el técnico, pero son pocos los que reúnen en una misma persona las cualidades profesionales y personales de Pedro Solbes, una figura clave de la historia reciente de España y de Europa.
Sobre la base de una sólida formación en economía, derecho y políticas, y unas fuertes convicciones como demócrata, europeísta y socialista, defensor de los derechos sociales, desarrolló una intensa carrera y tuvo un papel protagonista en el proceso de adhesión de España a la UE. Ya en Bruselas, lideró la introducción del euro, nuestra moneda única, sin duda uno de los grandes éxitos de la construcción europea. Dejó allí buenos amigos y un gran recuerdo como comisario español, siendo defensor de una aplicación justa de las reglas fiscales, igual para todos los países.
Fue además un gran ministro y vicepresidente del Gobierno. Siempre honesto, leal, comprometido con el interés general y con el progreso social.
Tras su aspecto de profesor y su bajo tono de voz, había una persona con una enorme inteligencia y gran sentido del humor. Siempre sencillo, cordial, correcto y respetuoso pero con un punto de socarronería, riguroso en la sustancia, familiar y muy humano y querido por sus equipos.
Tuve la suerte de trabajar con él como directora general de Competencia en un periodo en que hubo varios momentos intensos y reuniones difíciles. Entre ellos, recuerdo la inesperada llamada del vicepresidente, algo muy poco habitual, y menos en un ministerio tan grande como el de Economía y Hacienda, poco después de anunciarse una operación de concentración muy compleja y políticamente sensible. En ella, sin preámbulos, me dio una orientación clara: “Va a haber mucho ruido, muchas presiones, son muchos los intereses implicados, pero quiero que tengas claro que nosotros vamos a hacer las cosas bien, pensando únicamente en el interés general”. Con muy pocas palabras, me dio una confianza y un apoyo valiosísimos, que mantendría a lo largo de los años, a medida que la relación profesional se fue convirtiendo en una amistad llena de respeto y comprensión.
Se nos ha ido una persona honesta y generosa, un servidor público ejemplar. Un querido amigo. Un hombre bueno.
Nadia Calviño es vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Asuntos Económicos.
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